Estuve a punto de salir a correr tras Aymé en cuanto lo vi desaparecer sin rumbo fijo; sabía que no se sentía bien. Pero, en cuanto vi a Clement levantar la mano para detenerme y salir a correr tras él diciéndome que él iría a acompañarlo, decidí quedarme quieto, en mi lugar. Aunque, eso sí, preocupado. Méderic también me agarró del brazo y me detuvo.
—Déjale esto a Clement, Babineaux, tranquilo —intentó calmarme.
—Está raro, está enfermo.
—Clement nos avisará, tranquilo.
Decidí creerle. Aunque muy en el fondo, ya me temía qué era lo que sucedía. En parte me sentía horrible conmigo mismo por hacer eso, pero sabía que él prefería eso a que le tuviera lástima o lo evitara; debía actual "normal".
—Mejor, sigamos hablando de Alma —propuso, queriendo distraerme. Y lo logró—. Ezra, ¿por qué no te le confiesas hoy? —propuso— Yo cuido a tus hermanos hasta tarde.
Cuando hablaban de Alma yo, por alguna razón, no podía controlar mis sentimientos, mis reacciones, mis pensamientos, ni nada de nada, porque, hasta torpe me volvía. Ahora, imaginarme confesándome a Alma era algo de otro nivel, ¡de locos!
Me giré a ver a Méderic con la cara ya prendida en emoción y vergüenza sin saber qué decir.
—Dime la verdad, Ezra —rio Méderic divertido al ver mi reacción—. ¿Por qué hasta ahora aceptas que te gusta Alma si te pones de esta manera con sólo mencionar su nombre?
Lucy.
Apreté la mandíbula y tragué saliva. No le había contado a nadie de ella.
—Bueno, si no quieres decirme, no pasa nada —dijo él.
—No es eso —lo corté—. Es sólo que eso nunca se lo he dicho a nadie —me mordí la mejilla—, ni a Aymé. Es raro para mí hablar de eso, pero... bueno, todo ha cambiado mucho últimamente.
Méderic me vio de reojo, confundido. No dijo nada.
—Salía con alguien —expliqué. Méderic abrió los ojos como platos—. No. Ni siquiera. Era una chica a la que veía de vez en cuando; la conocí una vez que tuve que dormir fuera por culpa de Gauthier, y, de alguna manera, resultamos besándonos algunas veces, pero sin tener nada, en realidad. Creí que me gustaba, que estaba enamorado de ella, pero desde que conocí a Alma, todo cambió. Yo... yo tenía que entender eso por completo, entender que lo que yo sentía por Lucy no era amor sino cariño y agradecimiento, porque fue ella la única que me acompañó en esas noches horribles —Giré a verle—. No quería sentirme culpable por querer a alguien más, ¿me entiendes? Aun cuando siempre tuve claro que Lucy no sentía nada por mí; era como su "proyecto de ciencias", rehabilitar al pobre chico con una triste realidad.
Méderic guardó silencio un buen rato, digiriendo todo, pero cuando lo hizo, me vio y asintió.
—Tiene sentido. Entiendo.
—Aja.
—Pero ya tienes super claro que lo de Alma es diferente, ¿no?
Yo, sin poder evitarlo, me coloreé de nuevo.
—Méderic, a duras penas le he agarrado la mano y le he dado un beso en la mejilla, y, sé que no necesito nada más para saber que está tan metida dentro de mí, que siento que respiraría por ella si es que en algún momento no puede hacerlo —clavé mis ojos en él—. ¿Entiendes? Méderic, yo ya no tengo voluntad alguna para mantenerla lejos. Quiero estar con ella todo el tiempo. Los minutos que paso con ella al volver a casa son los más felices de mi día; y cuando le tomo de la mano, y mi dedo encuentra el suyo y se entrelaza, siento que todo lo que he vivido tiene algún sentido; sólo por eso, sólo por tomar su mano y caminar a su lado, mi pasado entero cobra sentido. ¿Me entiendes eso?
ESTÁS LEYENDO
Bitácora de Alma: Komorebi
RomansaA simple vista, la vida de Alma Noa Villa, una colombiana radicada en Colmar, pareciera ser perfecta y despreocupada. Inteligente, conocida por todos, pero amiga de nadie, goza su soledad, y la disfruta siempre bajo su árbol. No obstante, nadie sab...