45. Elora Abadie - Parte 1

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Solenne me presentó cerca de cinco chicos diferentes esa noche.

Sentía que las rodillas me fallaban de los nervios que tenía, pero, al menos, me hacían despegar mis pensamientos de Méderic y Simone, o de lo que había encontrado, por casualidad, horas antes de la fiesta y no hacía más que despertarme esperanzas en el interior, que se derrumbaban por completo al verlos juntos, riendo, bailando, o divirtiéndose con otros tantos amigos de él, o de ella, —porque me había dado cuenta que incluso habían conocidos de ella en la fiesta—.

Clement se escapó a la cocina, y quise gritarle que no se fuera, que no me dejara sola, que mi amigo era él y no su novia, que estaba aterrada, pero al final no lo hice. Fue ahí cuando Alma me tomó de la mano y me dio un apretón fraternal, notando, como siempre, mi sentir, reconfortándome, recordándome que ella estaba ahí para apoyarme. Giré a verla, bajo el brazo de Ezra, recostada contra su pecho, tan íntimo y natural, y no pude evitar imaginarme a mí con él, con mi hermano, en esa misma posición; era imposible. Me tragué los pensamientos torciendo el gesto, desesperada por cambiar mi destino.

Alma notó que algo me estaba perturbando, así que dejó su refugio seguro en brazos de Ezra y se inclinó hacia mí, y al oído, para que sólo escuchara yo, me dijo:

—Sé que no me estás contando algo, Flor, pero creo saber qué es —la sangre se me heló—. No sientas culpa, querida. Decide lo que quieres hacer. Piensa en hoy como un día para salirte de la línea —me acarició el cabello—. No temas. Besa, baila, diviértete, comete errores. ¡VIVE!

Me besó en la mejilla y frotó su nariz con mi mejilla. Yo sentí los ojos encharcados.

—Besa a quien tú quieras. Confiésate. Conoce a estos chicos. Son guapos. Haz amigos. Es tu cumpleaños, Elora, ¡tú decides qué quieres hacer, querida!

Ella siempre sabía cómo leerme. Desde que la conocí, me demostró eso.

Me giré y le di un abrazo.

—Prometo que te contaré, pero dame tiempo —le dije—. Gracias, Almita.

Ella asintió, sonrió y volvió a ser la loca vivaracha que era.

—¡Feliz cumpleaños! —me dijo, antes de soltarse de mi abrazo y volver a brazos de Ezra, donde fue recibida con un beso del que ya no se despegaron en un buen tiempo.

Me giré hacia Solenne, sentada en diagonal mío. Estaba hablando con sus amigos de forma tan natural, que yo no supe cómo debía integrarme a la conversación. Estaba tan nerviosa, que no pude pronunciar palabra; sólo vi a la mesa y me llené de mil ideas paranoicas sobre cómo podía dañar todo con sólo decir "hola". Ahí, como escuchando mis ruegos, escuché a alguien:

—Entonces tú eres la famosa cumpleañera, ¿no?

Me giré hacia la voz, sorprendida, encontrándome a un chico que se había presentado antes como "Adrien". Era atractivo; no exactamente mi tipo, porque parecía más atrevido de lo que me gustaba, pero lo era. Tenía ojos oscuros, pero por la luz no supe muy bien de qué color eran exactamente, una sonrisa pícara, cejas gruesas, y parecía alto. No tanto como Clement y los demás, pero sí más que yo.

Nerviosa, le sonreí.

—Eso dicen —le respondí.

—¿Y, te puedo dar una correcta felicitación? —preguntó, soltándome una de esas sonrisas descaradas que ya había notado, tenía.

Sentí que se me subía el color a las mejillas, nerviosa, y algo incómoda con esa insinuación tan audaz, al menos para mi gusto.

—Seguro —respondí, hecha un manojo de nervios.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora