44. Clement Faucheux - Parte 1

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Tras el cumpleaños de Elora, todos, incluida ella —ya enterada del segundo propósito de la fiesta del 31—, nos volcamos de lleno a preparar la fiesta. Todo debía ser muy rápido; teníamos poco tiempo.

Aymé y yo andábamos para todas partes, nos habíamos vuelto muy unidos; no había día en que no estuviéramos andando para arriba y para abajo juntos. Y por eso mismo, fuimos nosotros dos los que decidimos incluir a Zoe en los preparativos de la fiesta, para que nos ayudara. Por lo que, varios días estuvimos visitándola en la biblioteca, más de lo usual —íbamos a verla todos los días, así fuera para saludar—; ella estaba acostumbrada a nosotros; desde nuestros meses de reclusión allí éramos amigos, por eso decidimos invitarla también, aunque ella se negó en redondo, arguyendo que eso era para adolescentes y que ella ahí no pintaba nada. No obstante, sí que nos ayudó con los disfraces. Ella, Aymé y yo estuvimos de lleno en eso, buscando los disfraces de todos y preparándolos.

—Yo planeo irme de roquero —dijo Aymé—, ya sabes, para salirme de mi papel de caballero o de hippie por mis padres.

—¿Qué? —dijo Zoe con sorna— No me vayas a decir ahora que también cantas —carcajeó.

—Sí que lo hago —respondió él tranquilamente—, pero ¡shhh! No dañes mi sorpresa. Quiero cantarle el cumpleaños a Elora en versión rock. Sé que se sorprenderán todos, porque ninguno sabe que puedo cantar —se jactó.

—¿De verdad sabes cantar? —pregunté incrédulo— No nos vayas a dañar los oídos.

—¡Que grosero, señorito! Ya verá cómo se sorprende —me sonrió, tranquilo.

—Bueno, par de novios —dijo Zoe, haciéndonos girar bruscamente hacia ella con los ojos en blanco. Ella se carcajeó—, ¿en qué más necesitan ayuda?

—Bueno, el sonido ya está contratado, pero debemos recoger algunos equipos ese día —comencé a enlistar.

—De la comida se están encargando Méderic y Elora —continuó Aymé.

—En realidad, faltan, más que todo, los disfraces, porque Alma, Ezra y Hervé se están encargando de todas las decoraciones —concluí yo.

Zoe levantó la ceja, incrédula.

—No me vayan a decir ahora que van a tomar sola agua.

Aymé y yo rodamos los ojos, desentendiéndonos de la pregunta, nerviosos de que nos armara problema.

—A ver, tranquilos, yo también fui adolescente. Sólo les pido que se moderen.

Aymé y yo hicimos pose militar y al tiempo le dijimos:

—¡Sí señora!

—Si tienen alguna emergencia ese día, por favor, no olviden llamarme. Iré a ayudarlos. Pero intenten comportarse, por favor.

—¡Sí, señora!

—Señorita, mocosos.

Los tres nos carcajeamos y sin perder mucho de vista los planes, Zoe nos terminó llevando por toda Colmar para comprar los disfraces y nos ayudó a llevar los equipos de sonido y demás cosas a casa el día de la fiesta. Parecíamos los tres mosqueteros.

Al final, los disfraces quedaron repartidos así: Aymé de roquero, Méderic de Pirata, Ezra de chef —el insistió—, Hervé de guasón —él lo pidió explícitamente, y no le importó que le dijera que no sería popular con las chicas, él quería ese disfraz—, Alma de científica —ella insistió—, Elora de hada —que era lo más cercano a insecto bonito que podíamos encontrar—, y yo de vampiro —yo insistí en que me quedaba mejor el de futbolista, pero Aymé y Zoe insistieron en que me saliera de mi zona de confort—. Por fortuna, no fue difícil conseguirlos, ya que algunos podíamos armarlos con lo que teníamos, por lo que todo quedó preparado sin problema por ese lado.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora