38. Walirü - Parte 2

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—No me vuelvas a tocar —ordenó—, yo de verdad voy en serio con Ezra, no quiero nada más con nadie más —su rodilla temblaba—. Siento tanta, pero tanta similitud contigo y Ezra... es ridículo; me despiertan casi las mismas cosas; son tan parecidos... pero a la vez no se parecen en nada. No sé para qué me buscas, no sé quién eres, o por qué me siento atraída a ti si no te conozco de nada, pero así es. Y sé que fuiste muy claro, sé que tienes esposa y que conmigo no quieres nada, pero siempre he sido directa y me cansé de que seas tu quien manejé el juego. Así que... lo diré ahora. Me gustas; pero me gusta más mi Ezra.

Esa chica... con más de una década menos que yo, me desarmaba con facilidad.

—Uvita... no te alcanzas a imaginar el poder que ejerces sobre mí —me dejé caer, derrotado, con los brazos en el espaldar y la cabeza hacia atrás—. Pero lo vas a entender, sé que será pronto. Tú eres muy inteligente. Sé que ya tienes teorías.

Alma subió sus pies a la silla y se abrazó las rodillas, acomodando su mejilla en ellas.

—Algunas, sí —aceptó—. Pero aún no tengo ningún sustento científico, así que me abstengo de decir cualquier cosa.

Me reí, pero no dije nada. Después de unos segundos fue ella quien habló.

—¿Por qué ejerzo poder sobre ti? —preguntó.

Suspiré.

—Eso aún no te lo puedo decir... aún hay cosas que debes descubrir, Uvita.

—¿Te gusto yo a ti? —me preguntó, sin dar tregua. No encontré motivo para mentir o para dejar de responder.

Suspiré.

—Bastante... cada día me gustas más.

Podía ver a Alma de reojo desde mi desmayo voluntario sobre esa silla. La vi apretar la mandíbula, y sonrojarse a más no poder. ¡Cómo me gustaría poder decirle toda la verdad!

—¿Sabe tu esposa todo esto?

—¡Claro! Todo fue idea suya.

—¿Idea suya?

—Sí —no dije más, no podía. Ella debía descubrir el resto.

—¿No puedes contarme nada más?

—Sobre eso, no. Debes descubrirlo tú sola.

—Entiendo —Alma escondió su cara entre sus rodillas y esperó un poco antes de volver a hablar. Levanté la cabeza, para ver si todo estaba bien—. ¿Quieres a tu esposa? —preguntó al fin.

—Con toda mi alma —fui sincero.

—Entonces, ¿por qué te gusto?

—Eso es algo que no puedo responder, Uvita.

—Está bien —volvió a mostrar su rostro, a pegar su mejilla derecha contra su rodilla, para quedar viendo en mi dirección—. Vayamos por otro lado entonces, porque supongo que tampoco podrás responderme porqué le intereso a tu esposa o qué relación tengo yo con ella —le sonreí en respuesta, a la vez que negaba con la cabeza.

Suspiró antes de volver a preguntar

—La primera vez que te vi, en ese callejón, estabas saliendo de algo extraño, ¿verdad? —me miró. Yo no respondí— Entiendo, no puedes responder eso tampoco. Entonces, ¿qué me puedes decir de ese día?

Tomé una bocanada de aire y me enderecé hasta apoyar mis codos sobre el respaldo de la silla. Fijé mi mirada al frente.

—Esto es muy difícil... —dije, más para mí mismo que para ella—. Mira, Uvita, lo que te puedo decir es que, no planeaba encontrarte allí, pero así sucedió, que lo que viste, lo viste antes de tiempo (a mi modo de ver), pero mi esposa opina lo contrario, dice que sucedió de la manera correcta; ella tampoco me revela muchos detalles, ¿sabes? No quiere echar a perder nada —ladeé la cabeza para verla mejor—. Te puedo decir que no estás loca... que vas en el camino correcto.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora