40. Elora Abadie - Parte 3

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Minutos más tarde, estaba abajo. Mamá estaba esperándome junto con Méderic. Ella, emocionada hasta las lágrimas de nuevo, me recibió en un abrazo y me besó la coronilla, la frente y la cien.

—Mis hijos —la primera puñalada—, al fin se amistaron. ¡Al fin vuelven a ser los hermanos de antes! —segunda puñalada.

Méderic y yo sonreímos, incómodos.

—Bueno, mamá, nos vamos —dijo Méderic.

Solté a mamá sintiendo que quería salir a correr de ahí antes de recibir otra puñalada de culpa.

—Sí. ¡Vamos! —dije, alejándome de mamá camino a la puerta.

—Vayan, mis niños —tercera puñalada. Mamá se limpió las lágrimas y le dio un beso a Méderic en la boca, como solíamos hacer siempre—. Cuídame a tu hermana, Mér —cuarta puñalada.

Méderic le sonrió en respuesta, asintió y caminó hasta la puerta, donde yo lo esperaba.

En mi mente estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para mantener alejado mi descubrimiento. Acababa de recuperar a mi hermano y me negaba a volver a perderlo. Sin embargo, un velo había caído ante mí, y no podía volver a quitarlo por más que lo intentara. Me pregunté qué podía hacer, cómo podía cambiarlo o hacer algo al respecto. Quise hallar respuestas, pero no aparecían, sólo me rondaba aquella sensación de pecado y suciedad, embadurnándome como petróleo. Sólo supe que no podía decirle a nadie, ni a Alma, porque si no, perdería todo lo que había conseguido hasta ese momento.

Como yo no hablaba nada por estar concentrada en mi oscuridad, Méderic me llamó.

—¿Elora? ¿Estás bien? —preguntó.

Parpadeé, volviendo a la realidad.

—¿Ah? Eh, sí, amm, todo bien.

—¿Sí? —no me creía. ¡Ay Dios!, no, no— Estás distraída.

—Ah —reí, boba—, es que estoy pensando en Alma —mentí—, imaginándome qué va a pasar hoy.

Méderic se rio y siguió caminando.

—Sí, te entiendo —me dijo. ¡Uf! Se había tragado la mentira—. No quiero ni imaginarme como estará esta noche cuando la lleve a casa —rio.

—Hoy sí tendrás que llevarla a rastras —me burlé.

—Seguramente —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿Me acompañas a llevarla o prefieres que te deje en casa antes?

Yo quería decirle que no, que me iba a casa. Por nuestro bien. Por el suyo. ¡Por el mío! Pero no pude.

—Si no te molesta, claro.

Méderic me puso su mano en la cabeza y me despeinó. Yo sentí que las rodillas se me doblaban, y que el corazón se me detenía.

—Boba. Acabo de amistarme contigo —dijo—, quisiera aprovechar todo el tiempo posible, recuperar algo del perdido.

Me giré un poco a verlo y sonreírle, algo incómoda y tímida.

Ahí reaccioné, me di cuenta de la estupidez que estaba diciendo por estar tan perdida y preocupada por mi sentir.

—Mér, no —dije—. Alma se queda en casa hoy, ¿recuerdas? ¡Que tonta soy! —carcajeo.

—Ah, carajo. ¡Sí! Es verdad. Lo había olvidado por completo.

Los dos carcajeamos.

—Bueno, entonces nos iremos los tres a casa. Supongo que igual la llevaremos a rastras; eso no cambiará —dijo.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora