Epílogo

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Octubre acabó y por primera vez desde que lo perdí y salí de Colombia, no sentí la necesidad de volver a llorarle, de buscarlo en aquella tumba horrible en donde descansaban los huesos y la piel que algún día habían sido él. Por primera vez en años no sentí tristeza el día de su muerte, sino que, por el contrario, lo sentí más cerca que nunca, impulsando mi investigación, mi teoría, mi búsqueda y mi hambre voraz de conocimiento. Ese octubre, al fin, sentí que lo podía dejar ir, ayudada por Suzette, quién me ayudó a lograrlo con su mensaje mágico. Ese octubre no fui a Colombia, y, por el contrario, lo pasé junto a mi nueva familia, mis nuevos amigos, mi novio, y, a todos aquellos a quienes debía y tenía que proteger.

Y todo parecía ir bien, todo parecía funcionar de una manera misteriosamente perfecta, cerrado con broche de oro en aquella fiesta. Al finalizar la fiesta llegué a pensar que desde ese punto en adelante la felicidad estaría rodeándonos la mayor parte del tiempo, y que aun si había problemas entre nosotros o en nuestras vidas, todo se arreglaría fácilmente. Pero entonces llegó el día siguiente, y el siguiente, y, nuevamente la vida me abofeteó, nos abofeteó a todos, y aquella felicidad que creí completamente eterna, se empezó a desmoronar de a pocos, y luego de a muchos.

Pero no me pensaba dejar.

No lo iba a hacer, porque así tuviera que mutarme y multiplicarme millones de veces, mantendría esos pedazos unidos, y nos mantendría fusionados...

Y en eso consistía mi lucha.

Tenía tanto por resolver aún en el camino, y yo no podía ni imaginarlo. Las pistas me llegaban por todas partes, y la visita del Walirü me traería un último aviso para enfocar mi mayor descubrimiento, y para sostener la cordura de todas las personas que me rodeaban y apreciaba. La compañía de Ezra y los demás añadiría muchos más matices a mi vida y a mis teorías, y las pérdidas y tragedias que nos acechaban, no hacían más que pintar el panorama de oscuridad, recordándome lo fuerte que debía volverme para protegerles.

Así de fácil, la felicidad se desmoronaba y me obligaba a ser fuerte; por todos, para todos.

Y porque tenía una teoría que desarrollar, y un despertar metafísico qué vivir.

Bitácora de Alma: KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora