Barty Crouch

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Y entonces volvió la mazmorra. Cuando reapareció, el silencio era total, roto solo por los sollozos de una bruja frágil que se hallaba al lado del señor

Crouch.
Había cuatro sillas con cuatro personas en medio de la sala.
-Se los ha traído ante la Junta de la Ley Mágica -dijo pronunciando con claridad- para que podamos juzgarlos por crímenes tan atroces que raramente este juzgado ha oído otros semejantes.
Crouch miro a los cuantro chicos, uno de ellos era de pelo color paja.
-- Hemos oído pruebas contra ustedes. Están acusados de haber

capturado a Frank Longbottom, y haberlo sometido a la maldición

cruciatus para sacar información...
-¡Yo no, padre! -gritó el muchacho de pelo color paja-. Yo no, padre, lo juro. ¡No vuelvas a enviarme con los dementores...!


-Se los acusa también -continuó el señor Crouch- de haber usado la

maldición cruciatus contra la mujer de Frank Longbottom cuando él no les

proporcionó la información.
-¡Madre! -gritó el muchacho, y la bruja que estaba junto a

Crouch sollozó con más fuerza-. ¡No lo dejes, madre! ¡Yo no lo hice, yo no fui!
-Pido a los miembros del jurado -prosiguió el señor Crouch- que


levanten las manos si creen, como yo, que estos crímenes merecen la cadena

perpetua en Azkaban.


Todos a la vez, los magos y brujas del lado de la derecha, levantaron las

manos. El muchacho gritó


con desesperación:


-¡No, madre, no! ¡Yo no lo hice, no lo hice, no sabía! ¡No me envíes allí, no lo dejes!

¡Soy tu hijo! -le gritó al señor Crouch-. ¡Soy tu hijo!


-¡Tú no eres hijo mío! -chilló el señor Crouch, con los ojos

desorbitados-. ¡Yo no tengo ningún hijo!


La bruja menuda que estaba a su lado lanzó un gemido ahogado y se

desplomó en el asiento. Se había desmayado.
-¡Lleváoslos! -ordenó Crouch a los dementores- ¡Lleváoslos, y que se pudran allí!


-¡Padre, padre, yo no tengo nada que ver! ¡No! ¡No! ¡Por favor, padre!


-Creo, __________, que ya es hora de volver a mi despacho -le dijo alguien al

oído.


Se sobresaltó. Miró a un lado y luego al otro.


Había un Albus Dumbledore sentado a su derecha, que observaba cómo

se llevaban los dementores al hijo de Crouch, y otro Albus Dumbledore a su


izquierda, mirándolo a ella.
-Vamos -le dijo el Dumbledore de la izquierda, agarrándola del codo, ella notó que se elevaba en el aire; la mazmorra se desvaneció.
Por instante la oscuridad fue total, y de pronto aparecía la luz del soleado despacho de Dumbledore. La vasija de piedra brillaba en

el armario, delante de ella, y a su lado se encontraba Albus Dumbledore.


-Profesor -dijo con voz entrecortada-, sé que no debería... Yo no

pretendía...
-Lo comprendo perfectamente -la tranquilizó Dumbledore. Levantó la

vasija, la llevó a su escritorio, la puso sobre la superficie pulida y se sentó en la

silla detrás de la mesa. Con una seña, le indicó a ella que tomara asiento

enfrente de él.

(Tn) De regreso a Hogwarts T4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora