Flick of the Wrist

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Mayo de 1975 - Londres

Tras más de setenta conciertos en Europa, Estados Unidos y Japón, todos acordaron tomarse un merecido descanso después de que a Freddie le encontraran nódulos en la garganta, viéndose obligado a cancelar diversos conciertos.

John finalmente se casó con Veronica. Brian aprovechó para dedicarse a la astrofísica en un corto viaje a Tenerife.

En enero Now I'm Here alcanzó el n°11 en la lista de éxitos.

Freddie se enamoró perdidamente de Japón y de toda su cultura. Se gastó dinero que apenas tenía en antigüedades y kimonos.

El médico había obligado a Freddie a descansar y cuidar la garganta, así que durante casi dos meses solo tocó el piano y compuso para el siguiente disco.

Perfeccionista como era, Freddie se embarcaba en componer con toda su alma y nada podía distraerlo. Ni siquiera las súplicas de Roger para que lo acompañara a ligar a algún club.

Y un día de mayo de 1975, Brian les presentó a Mary Austin, la chica con la que tonteaba. Leena contuvo la respiración cuando los vio entrar juntos en el pub.

Freddie levantó la cabeza de la carta y miró a Mary. Era una chica guapa, callada y tímida, de lacio cabello rubio y aspecto chic y bohemio.

En la vida de Freddie Mary había jugado un papel esencial. Primero como novia, luego como amiga del alma, después como secretaria y finalmente como cuidadora en sus últimos días. A ella le había dedicado Love of My Life, una de sus más hermosas composiciones.

Leena temía las consecuencias en el caso de que Freddie no se encaprichara de Mary y le acabara pidiendo permiso a Brian para salir con ella. Sin aquella relación, Freddie no escribiría la canción, ni tendría a su lado su apoyo ni su amistad. Así que estaba preparada para hacerse a un lado y dejar que el amor entre Freddie y Mary floreciera.

—Chicos, esta es Mary. Trabaja en Biba.

—¡Hola Mary! —saludaron todos.

—¿Trabajas en esa tienda fabulosa? Adoro toda su ropa —comentó Freddie con bastante entusiasmo.

—Oh, pero... toda nuestra ropa es de mujer —respondió ella.

Freddie enrojeció hasta las raíces de su cabello.

—Que la ropa tenga género es una gilipollez —intervino Leena rápidamente para alivio de Fred—. Un hombre debería ser libre de vestirse con mallas y lentejuelas si eso es lo que quiere.

—¡Claro! ¿Acaso no llevamos pantalones nosotras? —Mary sonrió encantadoramente a Freddie.

Pero él ya había perdido interés en la conversación y volvía a mirar la carta. Por debajo de la mesa, buscó la mano de Leena y la estrujó con cariño.

Durante el resto de la cena y las muchas pintas de cerveza que siguieron, Freddie no mostró un especial interés por Mary. Preguntas de cortesía y poco más. En cambio, Mary si parecía algo fascinada por Freddie. Leena intentó por todos los medios que ambos entablaran conversación, pero simplemente no ocurrió.

Un poco borrachos, volvieron al apartamento que Leena tenía en Kensington para tener un poco de intimidad, sin Roger roncando en la habitación de al lado.

—¿Qué te ha parecido Mary?

—Oh —Freddie la soltó de la mano para encenderse un cigarro. Leena chasqueó la boca. El médico le había hecho jurar que se cuidaría la garganta, pero Freddie hacía lo que quería—. No sé, un poco... mojigata. Perfecta para Brian en cualquier caso.

—Pues creo que le has gustado tú.

—¿Yo? ¿Y qué haría yo con alguien como ella?

—Sentar la cabeza, quizá.

Freddie dio una larga calada al cigarro y la miró entornando los ojos.

—¿Estás cortando conmigo, Leena?

—Claro que no. Pero si tu quisieras estar con otra persona, como Mary, lo entendería. Yo nunca seré como ella.

—Gracias a los dioses que no —rió Freddie.

—Hablo en serio, Freddie. Me importas lo suficiente para hacerme a un lado y verte feliz con otra persona.

—Querida mía, ya soy feliz. Pobre, pero feliz —bromeó él—. Ahora deja de decir tonterías y abre la puerta de tu casa antes de que se me congele el culo.

Pero a algún nivel que ella no pudo descifrar, aquella conversación pareció dejar aturdido a Freddie, que nada más cerrar la puerta del apartamento ya apenas pronunció ninguna palabra más.

Con inusual dulzura, hicieron el amor lenta y reposadamente. Freddie apoyó su pecho contra el suyo, cálido, mientras la penetraba con lentitud.

Tumbada sobre su espalda, abrazada a Freddie y sintiendo el negro vello de su torso masculino acariciando sus pechos, Leena tuvo unas inexplicables ganas de llorar.

Freddie la abrazaba con un brazo por la espalda y con la mano libre le acariciaba el rostro como si quisiera grabarlo a fuego con sus dedos. Con las respiraciones de ambos entrecortadas, mirándose a los ojos Leena sintió como un dulce orgasmo la recorría entera y se arqueó en un gemido infinito. Freddie besó su cuello con suavidad y luego se corrió él estrechándola entre sus brazos para que no se escapara.

Con la respiración entrecortada aún por el huracán del orgasmo y sin salir de su interior, Freddie murmuró:

—Amor de mi vida.

Y Leena lloró en silencio, perdida en aquel íntimo abrazo. Ya había cambiado la historia de Queen.

 Ya había cambiado la historia de Queen

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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora