Octubre de 1974 - Londres
Se había jurado que solo sería una vez. Una inocente noche en que probaría las mieles del paraíso y luego pondría punto final.
Pero cada maldita vez que Leena intentaba salir de aquel apartamento en el que llevaba recluida veinticuatro, cuarenta y ocho, setenta y dos horas, Freddie se lo impedía. Y ella era débil cuando sus manos recorrían su cuerpo de una forma en la que ningún hombre lo había hecho antes. Su piel la traicionaba al mero contacto de la suya.
La sexualidad de Freddie, abrumadora y salvaje, la retenían como una droga. Pero había algo más. Su extrema vulnerabilidad bajo aquella fachada superficial que él mantenía. Su espontánea dulzura. Su encantadora forma de hablar. Su amplia sensibilidad. Su contagiosa risa. Todo él: el Freddie que muy pocos conocían.
Hasta que tuvo que admitir que en solo siete días se había enamorado como la más estúpida de las mujeres. Como una gilipollas sin remedio.
—¡Oye! Esa palabra no vale.— protestó Leena, señalando la jugada al Scrabble que él acababa de hacer.
—¿Cómo que no vale? ¡Claro que vale, querida!
—Te la acabas de inventar, Fred.
—Pero qué sabrás tú si ni siquiera eres inglesa.
—No me creo que te estés apuntando los quince puntos; tienes un morro que te lo pisas.
—ES UNA JODIDA PALABRA.
—NO LO ES.
Freddie se apuntó los quince puntos de la palabra con una sonrisa gatuna de oreja a oreja.
Sintió unas ganas irrefrenables de coger un puñado de fichas y metérselas en la boca. Quizá lo hubiera hecho si en ese momento no hubiera llegado Roger con la cena.
—¡Hey, capullos!
Les tiró un par de sándwiches y dos latas de Coca Cola, sentándose junto a Leena en el sofá.
—¿Vienes de ver a esa Carol?
—No, vengo de estar con Jennifer.
—¿Y cómo es que aún no has pillado un herpes, querido?— preguntó Fred, comiendo su sándwich.
—Lo raro es que recuerdes sus nombres, Roger.
—Soy un caballero, que queréis que os diga. Luego he quedado con Anaïs, ¿os venís al Garrison?
Freddie la miró esperando que ella contestara. Leena se debatió entre las ganas de salir y la tentación de pasar una noche más revolcándose con él.
—Joder macho, que lleváis aquí metidos como una semana. Salid a que os toque el aire.
—¿Te apetece volver a ver a Brian y a John, encanto?
—Claro, será divertido.
Leena se dio cuenta que llevaba días enteros sin vestirse. Le había robado una camiseta de Hendrix y unos boxers a Freddie y eso es lo único que había llevado en esa semana. La ropa que había vestido en la fiesta estaba arrinconada bajo el piano que Fred tenía en su habitación.
Tenía que volver a su casa a buscar aunque fueran unas bragas limpias. Fred se apuntó al instante.
—¿Dónde vivías?
—En Pembroke Road. A diez minutos a pie.
Casi con timidez, Freddie la tomó de la mano cuando salieron a la calle y empezó a parlotear del Sheer Heart Attack Tour, que empezaría en muy pocos días.
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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]
Fanfic-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May. -¿Perdón? Y así fue como todo empezó. AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...