These Are The Days of Our Lives

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Agosto de 1989 - Montreux

Freddie tenía delante una hoja en blanco incapaz de ser llenada con palabras que formaran la letra de una canción.

Escribir siempre le había resultado complicado, pero al final siempre lograba sacar algo. Pero ahora le era imposible. Tenía la música, pero la ausencia de Joe y los meses difíciles de altibajos que habían seguido parecían haberle secado a la hora de escribir.

Lanzó el bolígrafo contra la pared con frustración.

—¡Eh!— protestó Roger.— ¿Quieres asesinar a alguien?

—La puta letra. No hay manera.

Roger dejó los vasos con el té en la mesa y se sentó a su lado. Brian y John habían terminado la sesión de grabación por aquel día y les habían dejado solos en los Mountain Studios para ir a su hotel. Roger había decidido quedarse para seguir trabajando con Fred y tratar de ayudar a desbloquearlo.

—Bueno, cálmate. ¿Qué canción es?

—No tiene título aún.

—Ve al piano y sácame unas notas. A ver si así se nos ocurre algo.

—Está bien.

Su amigo escuchó atentamente la melodía sin pulir, con una hoja en blanco delante. Conforme avanzaba la canción fue apuntando algunas palabras sueltas.

—¿En qué pensabas cuando la compusiste?— le preguntó Roger cuando Fred terminó de tocar.

—No lo sé. Recuerdos, supongo. Con vosotros de gira, con Leena antes de mudarnos juntos. La primera vez que vi a Joe. Cuando conocí a Phoebe. Pensaba en nada y en todo en general, ya sabes.

—Podríamos escribir sobre todo eso.

—Yo no puedo. Estoy bloqueado.— negó Freddie con la cabeza.

—Entonces, déjame que me lleve la canción a casa y le doy algunas vueltas.

—Como quieras.

Freddie observó el silencioso piano. La grabación de aquel disco se le estaba haciendo cuesta arriba. El bloqueo mental era lo de menos; tenía tres compañeros de banda capaces de componer grandes canciones y de ayudarle, si él no se veía capaz.

Era el vacío que Joe había dejado y la melancolía en que caía Leena cada vez más a menudo lo que le carcomía. Sabía que ella se estaba esforzando en que todo volviera a la normalidad, y normalmente funcionaba. Pero de vez en cuando Leena se iba lejos de él. Incluso estando en la misma habitación, ella estaba muy lejos.

Había probado a mantener una faceta alegre y divertido, enmascarando su propio dolor para tirar de los ánimos de ella. Pero las cosas funcionaban a trompicones, como un viejo coche que siempre había corrido imparable y a la velocidad de la luz pero que ahora empezaba a fallar en los pequeños engranajes.

La prueba era que Leena no había ido a Montreux con él para empezar a grabar el nuevo disco. Se había quedado en Londres para estar con Dominique y a solas consigo misma. Fred no había insistido esta vez para que viniera a Suiza.

Roger le había dicho que sería cuestión de tiempo, que no todo el mundo lidiaba con el luto de igual manera. Pero habían pasado meses ya y ella seguía teniendo aquella mirada de culpabilidad que parecía devorarla por dentro poco a poco. A ratos era su chica de siempre. Y a ratos, desaparecía en un halo invisible de tristeza.

Ambos habían vuelto a fumar y a beber y a salir y a follar, pero había una brecha entre ambos que ella mantenía infranqueable. Y a él ya no le quedaban canciones que escribirle para fundir el hielo de sus ojos.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora