The Invisible Man

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Marzo de 1986

No solo no había conseguido que Freddie se alejara de ella para dedicarse a Jim, no. Había logrado, en un alarde de suprema inteligencia, que tras más de un año de distancia física se hubiesen acercado emocionalmente más que nunca.

Leena sintió ganas de golpearse la cabeza contra la pared del avión que la llevaba de vuelta a Londres, por estúpida. Lo que había empezado como una escapada a Munich de pocos días se había convertido en una ausencia de tres semanas. Tres semanas de mentiras a Jim y Olli. Tres semanas de evasión para Fred y ella.

El episodio de la bañera se había vuelto a repetir cada día, de distintas formas pero con la misma intensidad. Ambos aprendieron a hacer el amor de mil maneras distintas sin llegar jamás a la penetración, por miedo a la enfermedad que estaba acechando a la vuelta de la esquina. Leena jamás hubiera pensado que habría tantas formas de intimidad.

Freddie nunca había sido un hombre convencional en ningún aspecto de su vida, mucho menos en el sexual. A él la masculinidad tradicional era algo que le traía sin cuidado: no necesitaba meter su pene en un agujero para sentirse plenamente satisfecho, si habían otras vías que explorar.

Habían vivido en aquella burbuja tres largas semanas. Del estudio al hotel y del hotel al estudio, sin salir ni visitar ningún club. Noches enteras de caricias, de besos, de risas ahogadas, de gemidos y de confidencias. Freddie estaba pletórico, pero Leena sabía que debían volver a la realidad. Estaban viviendo un tiempo prestado.

Jim les esperaba en el aeropuerto, con un pequeño ramo de narcisos amarillos para Freddie. Se sintió morir de culpabilidad al verlo sonriente y feliz por el regreso del hombre al que amaba.

—Oh, querido, qué dulce eres —lo abrazó tiernamente y lo besó delante de todo el aeropuerto. Jim, que no llevaba muy bien que la gente advirtiera su homosexualidad, se puso rojo y lo apartó un poco.

Y entonces Jim la vio a ella. Su cara perdió todo el color. Leena comprendió estupefacta que Freddie no le había contado que estaba en Munich con él. Quiso estrangularlo ahí mismo.

Durante el viaje de vuelta a Kensington Freddie no paró de parlotear entusiasmado sobre el lanzamiento en abril del nuevo disco y sobre el Magic Tour que empezaría a principios de junio. La última gira de Queen, si la historia seguía su curso.

Leena evitó enfrentar la mirada acusadora de Jim durante todo el trayecto.

Al llegar a Garden Lodge Freddie se fue corriendo en busca de Delilah y el resto de gatos, mientras Jim y Phoebe sacaban las maletas del coche.

—¿Te importa si hablamos un momento tu y yo?

Jim cerró la puerta del garaje. Phoebe los dejó a solas, arrastrando las maletas.

—No hace ni falta que pregunte qué ha pasado en Munich, viendo la cara de Freddie.

—Jim, yo...

—No —le cortó él—. No quiero escuchar excusas. Ni tuyas ni suyas. Estoy harto de ser invisible cuando tú estás. Me prometiste que te apartarías, y aunque no entiendo bien del todo porqué quisiste hacerlo, yo acepté.

—Lo siento. No es una excusa, pero me resulta complicado mantenerme alejada de él.

—Puedo entender eso —sonrió Jim apenado—. Pero aún así voy a ser un poco egoísta y pedirte algo.

Leena tomó aliento, preparada para escuchar.

—Dime.

—No vayas al Magic Tour con él.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora