El tiempo no espera por nadie

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Leena, sin saber muy bien porqué razón, se encontraba paseando por encima de un escenario prácticamente a oscuras, en una sala solitaria. Volvió a mirar a su alrededor, esperando a los del casting que la habían hecho volar a Londres con la promesa de un trabajo como cantante.

—¡OIGAAAAAN! ¡Si van a matarme y vender mis órganos en el mercado negro, más les vale saber que mi hígado es una mierda ahogada en vodkaaaa! —gritó con toda su voz. Solo el silencio le respondió.

En fin. No era la primera vez que su sentido de la aventura la metía en líos a sus veinte años. Los peores pubs de Helsinki podrían dar buena fe de ello. Y unas cuantas camas de desconocidos también.

Leena volvió a acercarse a la batería y golpeó suavemente los platos. El suave tintineo inundó la soledad de la sala. ¿Quién coño le compraría un billete a Londres para luego abandonarla en una sala de Hammersmith?

—Bueno, a la mierda —cogió el micro y le dio un golpecito. Estaba encendido. Era demasiado inquieta para estar encima de un escenario sin hacer nada—. People are strange when you're a stranger, faces look ugly when you're alone, women seem wicked when you're unwanted, streets are uneven when you're down.

La canción de The Doors murió con un aplauso de Roger Taylor.

—¡Bravo! Y eso que no nos dio tiempo a conocer a Morrison, si no seguro que le hubiera encantado tu versión.

—Lamentamos haberte hecho esperar, Leena.

Ay. AY JODER. Leena era mitómana y megalómana con locura. Tener a Roger Taylor y Brian May delante era algo que no esperaba, pero mantuvo la compostura todo lo posible.

—O sea, que lo de la puntualidad inglesa no va mucho con vosotros.

—Oh, sí, por Brian sí. Le he hecho retrasarse yo, para ver qué hacías. Forma parte del casting —Brian May tuvo la decencia de parecer avergonzado, pero aun así le alargó la mano para estrechársela. Leena correspondió, sin entender nada.

—Por favor, no me digáis que buscáis cantante, porque no pienso audicionar para sustituir a Freddie Mercury. Ni aunque me pongáis un bigote falso y un par de calcetines en las bragas —Roger soltó una carcajada.

—Eeehmmm, no, no se trata de eso —Brian la observaba fijamente de arriba abajo. Leena se sintió incómoda. ¿Estaban buscando chicas para alguna especie de orgía o que pasaba ahí?

Roger miró a Brian significativamente. Este asintió.

—Bien, Leena. Hemos visto tu vídeo en Youtube, y ya sabemos que eres una gran showgirl. Pero necesitamos ver cómo te mueves bajo presión. Bajo mucha más presión.

—Ahá... —dijo ella, sin comprender. No le faltaban ganas de tirar el micro al suelo y salir de ahí, por muy miembros de Queen que fueran aquellos dos—. ¿Pero y el trabajo...?

—Te lo diremos en cinco minutos. Nosotros saldremos del escenario y te vamos a poner una canción. Imagina que estás en Wembley, en un gran estadio y que nosotros tocamos contigo. ¿Qué harías?

—Oye, este es el casting más raro del mundo.

Una versión en directo de Hammer to Fall comenzó a atronar. Una versión sin la voz de Freddie.

Leena sacudió la cabeza y acercó el micro a su boca. Bueno, a la mierda. Si querían un show en solitario, lo tendrían.

Cerró los ojos. Conocía la letra a la perfección. Eran casi quince años de escuchar a Queen, de ver vídeos en directo, de admirar a Freddie Mercury.

Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba en una sala vacía. Un estadio de fútbol repleto de gente jaleaba la canción. Cien cámaras la apuntaban. Brian May tocaba la Red Special. Y ella tenía el micrófono.

La energía le recorrió cada vena del cuerpo y cantó. Electrizó. Hechizó. Como si 300.000 personas pudieran escucharla.

Abajo, en mitad de la sala, Roger y Brian la observaban.

—Bueno, pues ahora solo queda explicarle que la vas a enviar a los años setenta, Brian. No será fácil —dijo Roger al oído de Brian, con la muchacha mirándolos.

Brian no dijo nada, atribulado por lo que estaban a punto de hacer. Por Freddie. Todo por Freddie.

 Todo por Freddie

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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora