-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May.
-¿Perdón?
Y así fue como todo empezó.
AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...
Tras aquella estúpida discusión, Leena se recluyó en su apartamento y no quiso coger el teléfono que sonaba constantemente.
Sabía que la había cagado por insistir en provocar algo que posiblemente ya no pasaría, pero una parte de ella se sentía obligada a juntar a Mary y Freddie. La otra parte se volvía loca de angustia solo de pensarlo. No era una buena señal.
Finalmente, Freddie apareció en su apartamento golpeando la puerta como un loco.
—¡Sé que estás ahí, mujer nórdica pirada! ¡O me abres o todos tus vecinos se enterarán de que eres un hembra cruel, despiadada y...!
Leena abrió la puerta.
—¡Joder Freddie, eres una puta reina histérica!
—¡Y tu una arrogante cabrona!
Freddie entró en el apartamento detrás de ella y cerró la puerta de un portazo. Llevaba un largo abrigo de color rojo con el cuello peludo, zapatos de tacón con purpurina y los ojos delineados. La mezcla era imposible y Leena no pudo evitar echarse a reír.
—Madre mía, Fred.
—Sí, causo sensación. Y ahora explícame porque no coges el jodido teléfono. ¿Es que estás en huelga de auriculares o qué?
En vez de contestar, Leena empezó a desnudarse. Se quitó la minifalda primero y luego las medias, sin apartar la mirada de los ojos interrogantes de Fred.
—¿Qué estás haciendo?
—Acabar con esta discusión, Freddie. De la mejor manera posible.
Se sacó el jersey y sin más dilación se desabrochó el sujetador, quedándose solo en bragas en medio de la sala de estar.
—¿Ves como tengo razón cuando digo que eres una hembra cruel y despiadada?
Leena arqueó la ceja sin decir una palabra. Puso los brazos en jarra y lo miró.
Freddie se quitó también la ropa con delicada parsimonia, sin apartar los ojos de los de ella. Pronto se quedó desnudo. Esplendorosamente desnudo.
—¿Y bien? ¿Cuántas veces vamos a hacer las paces, encanto?
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Tumbados en la cama, fumaban con total relajación mientras sonaba un disco de Aretha Franklin.
—No vuelvas a apartarme de ti —murmuró Freddie dando una larga calada—. No soporto las tretas ni que me manipulen. Esta vida es real, acéptalo de una vez.
—Lo siento. Supongo que no sé cómo ser feliz.
—Pues vas a tener que aprender, querida mía. No querrás hacerme enfadar, a mi edad.
—Tienes veintinueve años recién cumplidos —rió ella.
—Exacto, ya no tengo edad para estos sobresaltos.
Freddie apagó el cigarrillo y se escabulló bajo las sábanas y entre sus piernas. Su melena hizo cosquillas a Leena entre los muslos. Notó la respiración caliente de él en la entrepierna.
—Creo que lo voy a hacer a continuación se me daría mucho mejor con un bigote.
—No lo dudes, querido —dijo ella, abandonándose a las húmedas atenciones de Fred.
+++
La vida se volvió más real que nunca durante aquella mini gira por el Reino Unido, que acabaría en Nochebuena con un concierto especial en el Hammersmith Odeon de Londres.
La primera fecha en Liverpool estableció un ritual que seguiría durante casi todos los siguientes shows: concierto y fiesta hasta el amanecer.
A pesar de que John Reid, su representante, les repitió una y otra vez que Freddie debía descansar la voz, nadie le hizo caso. Freddie era imparable y quería exprimir las noches al máximo.
Rara era la velada pues en que no acabaran en un hotel o en una sala privada llena de strippers con los pechos al aire, cocaína en cada mesa, hombres muy jóvenes vestidos con accesorios sadomasoquistas y transexuales dispuestos a follar con todos.
La principal diversión de Freddie era reunir a la más alta clase de la ciudad con gente de los bajos fondos. Le encantaba ver la decadencia de los ricos y poderosos revolcándose con chaperos y drag queens mientras él bebía cantidades ingentes de champagne y vino blanco.
En la primera fiesta postconcierto, en Liverpool, Leena y John Deacon charlaban de música ajenos al descontrol que se producía a su alrededor. John era muy tímido y no siempre se sentía a gusto en aquellas situaciones, pero se dejaba llevar por la energía embaucadora de Freddie.
John se disculpó para ir al baño y Leena se quedó sola en la barra, bebiendo un cóctel. Vio a lo lejos a Freddie, que tonteaba con un hombre. La posibilidad de sexo esporádico y fugaz siempre parecía encender la mirada de Freddie, que pasaba de ser un ser tímido y humilde a convertirse en un seductor sin demasiados escrúpulos.
En un momento dado Freddie la miró a lo lejos y sonrió, señalando con la cabeza a su ligue. Leena asintió y le levantó el pulgar. No es que necesitara su aprobación, pero aún así Freddie siempre parecía buscarla antes de desaparecer en un rincón oscuro.
Tras aquello, Freddie se lanzó sobre la boca de aquel hombre con violencia. El magreo empezó enseguida y la ropa pareció volar en pocos minutos. Leena se giró para pedir otro cóctel y continuar bebiendo.
Ella también tenía permitido buscarse una aventura (y lo hacía de vez en cuando; no era de piedra), pero aquella noche prefirió seguir emborrachándose.
De momento estaba tranquila. La plaga del VIH aun no llegaría a Londres hasta al cabo de bastantes años. El máximo peligro estaba en EEUU. En concreto en San Francisco y Nueva York, en dónde desembarcarían en unas semanas para continuar con la gira.
Si bien los primeros enfermos no empezarían a hacerse notar hasta principios de los ochenta, la enfermedad ya se estaba gestando al otro lado del charco. El VIH era una enfermedad autoinmune que tardaba años desde que se contraía hasta que mostraba sus primeros síntomas. Concretamente entre ocho y diez años.
Así que solo por aumentar toda precaución, iba a tener que estar muy alerta cuando pisaran suelo estadounidense. Lograr que Freddie se cuidara lo máximo posible se iba a convertir en su inmediata prioridad.
Una tarea nada desdeñable, sin duda.
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