You Don't Fool Me

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Grabar en solitario no tenía nada que ver con grabar junto a sus compañeros de Queen. Freddie se dio cuenta enseguida.

Los músicos contratados hacían exactamente lo que él quería. Ni más, ni menos. No estaba Brian para aportar arreglos de guitarra, ni Roger quejándose mientras añadía la base de percusión, ni John para introducir la base de bajo perfecta.

Por un lado, era terriblemente aburrido que todos le dieran la razón. Freddie sacaba inspiración de las confrontaciones y de los enfrentamientos con todo el mundo que le rodeaba: Brian, Roger, Miami, Deacky, Leena e incluso el pobre Phoebe, que jamás levantaba la voz.

Por otro, la libertad que sentía haciendo lo que le daba la gana era excitante y algo totalmente nuevo. 

—¿Podríamos darle otra vuelta a esto, por favor? —volvió a poner la grabación de I Was Born to Love You y señaló las partes de guitarra que necesitaban ser regrabadas—. No tengo todo el día, queridos.

Mientras los músicos se preparaban, se tumbó en el sofá, apoyando la cabeza en el regazo de Leena. Esta le pasó los dedos por el cabello con delicadeza.

Freddie se preguntaba por el humor cambiante de ella. Tan pronto pasaba de la más espontánea alegría a la más profunda melancolía. No entendía porqué. Nada había cambiado entre ellos. Desde aquel incidente en Nueva York, donde habían visitado de urgencia al doctor Mass, no había ocurrido nada para que ella pudiera sentirse triste. 

Y desde Nueva York, ninguno había enfermado. Habían tomado precauciones durante todos aquellos meses, habían limitado sus salidas y sus aventuras nocturnas. Y aún con todo, ella parecía a veces estar pensando en otro mundo, muy lejos de él.

—¿Qué te parece?

—¿El qué?

—¡La canción, querida!

—Ah —dijo ella, distraída—. Me encanta. Es optimista, llena de energía. Como tú.

—¿Y no me preguntas de dónde saco la inspiración?

—¿Y ponerme celosa? Mejor no —lo besó en la nariz y Freddie sonrió.

—Muy bien, encanto. Tengo que trabajar peeeero luego... ¡Barbara te ha preparado una fiesta de cumpleaños! No todos los días se cumplen veintinueve años.

—Hoy no es mi cumpleaños, Fred —rió ella.

—No importa. Haremos que la fiesta dure hasta que lo sea.

+++

Cuando le contó que Tony había muerto, Freddie no lloró. Pero Freddie escasas veces lloraba. Podía sentirse triste, enfadado o angustiado, pero Leena solo lo había visto llorar en contadas ocasiones.

Tras escuchar la noticia, se encerró en el dormitorio durante horas a solas. Al salir, anunció que quería salir. Y salieron. Esa noche. Y la siguiente. Y todas.

Guiados por Barbara y por el desenfreno que parecía poseer a Fred, recorrieron una y otra vez todos los clubs de la ciudad. La cercanía de la muerte parecía espolear las ansias de Freddie de vivir al límite, hasta que no quedara nada.

Allá donde iban, Leena solo podía ver la muerte en vida que les rodeaba. En cada bar, en cada discoteca, en cada club había decenas de hombres enfermos, con grandes ronchas rojas y los ojos hundidos, que se acercaban a Freddie para seducirle. Cada vez que uno acariciaba a Fred, Leena sentía ganas de lanzar un alarido, aún sabiendo que el VIH no se transmitía así.

Barbara proveía hombres, alcohol, drogas y todo lo que necesitaran. Ella misma era incansable y podía follar con varios cada noche. Al único que de momento no había conseguido era al mismo Freddie. Aunque lo intentara cada día.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora