Lazing on a Sunday Afternoon

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Mayo de 1975 - Londres

Se paseó por el increíble mercadillo de Camden en busca de algún calzado más cómodo, para sustituir a las botas y zapatos de plataforma que se había comprado nada más llegar a Londres. Pero no encontró nada que le convenciera y echó de menos la facilidad con que una encontraba Converse en el siglo XXI. Supuso que aún no eran un calzado tan popular como en su época.

Frustrada, bajó al metro para volver a casa de Roger y Freddie, esperando que hubieran regresado ya de su reunión con Trident para repasar las cifras del Sheer Heart Attack Tour.

Cuando llegó a Kensington paró en uno de los varios restaurantes indios de la zona y pidió comida para llevar, sintiéndose como una hermana mayor que tenía la responsabilidad de alimentar a aquel par de tunantes. Y Roger engullía como una bestia del averno. Así que encargó alguna ración extra de arroz y pollo tikka masala.

No le había pasado desapercibido como Fred se limitaba a esparcir la comida alrededor del plato, comiendo como un pajarito, demasiado inquieto o nervioso para perder tiempo en aquello. No sabía cuánto pesaba exactamente, pero estaba segura que algo menos que ella. Y ambos medían casi lo mismo.

Leena ya había advertido los extraños hábitos alimenticios de Freddie: comer a medianoche, engullendo lo que encontrara, para luego subsistir el resto del día a base de té, galletas y poco más.

Agarró las bolsas de comida para llevar y se dirigió al apartamento que Freddie y Roger compartían. Se frustró al llamar al timbre y comprobar que aún no habían regresado, a pesar de que ya comenzaba a anochecer. No tenía llaves, así que se sentó en la acera a fumar y esperarles. No podían tardar mucho más.

Escuchó sus risas a la vuelta de la esquina y se le escapó una sonrisa al verlos aparecer. Roger, guapísimo con unos tejanos azules y una camisa blanca abierta hasta medio pecho. Leena entornó mucho los ojos al descubrir con sorpresa que el batería llevaba unas brillantes Converse rosas. Tenía que preguntarle de dónde las había sacado.

Freddie vestía unos brillantes pantalones negros, ajustados y llamativos, con una americana estampada con flores amarillas y una camisa de lino blanca, que dejaba ver parte de su pecho. Aún insistía en depilárselo de vez en cuando, a pesar de las protestas de Leena, que adoraba la masculina suavidad de su vello.

—¡Encanto!— Freddie la saludó agitando la mano, sonriendo ampliamente.

Leena se puso en pie para recibirlo con un afectuoso beso.

—Traigo la cena. Y cervezas.

—¡Genial! Me muero de hambre.— dijo Roger, abriendo la puerta principal del edificio y agarrando las bebidas del suelo.— Podría comerme una vaca entera.

—Que imagen tan conmovedora, querido. ¿De dónde vienes?— le preguntó Fred, sosteniendo la puerta para dejarla pasar.

A Leena nunca dejarían de hacerle gracia esos gestos caballerosos, que parecían más propios de un hombre de edad avanzada en lugar de uno que aún no había cumplido los treinta. Cuando ella se lo señaló, Fred contestó entre risas que no lo hacía por educación sino para mirarle el culo con total impunidad.

—He ido a mirar cosas en Camden. Estoy buscando unas zapatillas como las que lleva Roger, esas rosas.

Entraron en casa y pusieron la mesa entre los tres para empezar a cenar enseguida.

—¿Estas zapatillas? Me las compré en Estados Unidos, en San Francisco diría. Creo que en Londres no las he visto.— le explicó Roger, repartiendo las cervezas.

—Mierda.— se lamentó ella. Vio como Fred volvía a repartir el pollo y el arroz por todo el plato, sin apenas comer.— ¿Pero quieres comer de una puta vez? Eres peor que un crío.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora