Heaven for Everyone

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Julio de 1996 - Montreux

Hacía casi dos años que Freddie no pisaba la casa de Rue du Lac. La última vez había estado ahí con Barbara, organizando unas escandalosas fiestas llenas de descontrol y excesos, hasta que él se había cansado y habían vuelto a Londres.

Desde que ella había caído en las garras de la heroína Freddie no había vuelto a aquel pequeño rincón suizo que adoraba. O que había adorado en el pasado.

Había comprado la casa con la idea de convertirla en un refugio, en un lugar al que poder retirarse cuando fueran un par de abuelos cansados de la vida londinense. En cambio, la había llenado de noches con prostitutas de lujo y fiestas con los amigos de Barbara. La hubiera vendido, pero la realidad es que le encantaba el lugar y Queen seguían siendo propietarios de los Mountain Studios. Y a él trabajar en el pequeño pueblo suizo le gustaba.

Lo primero que hizo al entrar en la casa, antes incluso de acomodarse, fue sentarse al piano Yamaha de la sala y comprobar que estaba afinado. No lo estaba. Se entretuvo en tocar escalas para afinarlo, mientras los demás abrían las ventanas y dejaban entrar el aire puro de los Alpes.

Leena se acercó y dejó un té caliente en un posavasos sobre la superficie del piano. Freddie sonrió.

—Gracias, encanto.

—¿Trabajas?

—Sí.

—Entonces no te molestamos. Me llevo a Liam al pueblo, para enseñarle Montreux. 

—De acuerdo. ¿Te llevas el móvil?

—Claro.

—No te aseguro saberlo usar.— rió Fred.

—Entonces te llamo yo en un par de horas.— Leena lo besó, dejando tras ella un rastro a perfume fresco y cítrico y un leve sabor a Coca Cola en sus labios.

Concentrado como estaba en las melodías que bailaban dentro de su cabeza, Freddie fue apenas consciente de cómo Leena y Liam se marchaban. Phoebe trasteaba en la cocina, charlando animadamente con Terry.

El lago Leman que tenía ante él era distinto en esencia al lago Katuma, pero le bastaba cerrar los ojos para recordar la sensación de salvaje intimidad y silencio ancestral que rodeaba aquella planicie de agua en Finlandia. Rememoraba como el agua, entre fría y caliente, había rodeado su cuerpo en una extraña sensualidad. Pensó a cuántos amantes furtivos habrían abrazado aquellas aguas para esconderlos del mundo.

Sus dedos empezaron a tocar las teclas negras y blancas del piano sin ni siquiera darse cuenta de ello, trasladando la música que tenía en su mente hasta hacerla realidad. Dos amantes condenados a desearse y cobijados solo por las aguas y la naturaleza indómita de un lago, los ecos de sus gemidos y de su amor muriendo sobre las leves ondas del agua dulce.

Freddie aún no tenía letra para aquella canción, y cuando la tuviera tendría que pedirle ayuda a Leena para traducir algunas líneas al finés. Pero recordó perfectamente el nombre para la canción que él tenía en la cabeza y que ella le había traducido: Katuman Kaiku.

El eco del arrepentimiento.

Porque Freddie lamentaba muchas de las cosas que había hecho en los últimos años, pero jamás se arrepentiría de haber amado a todas las personas que lo habían traicionado a lo largo de su vida.

Pensó que sería una de las canciones más dulces, románticas y tristes que había escrito jamás para Queen. 

+++

Era la segunda ocasión que Liam salía fuera del Reino Unido y estaba excitado por absolutamente todo. Leena recordaba haber estado así al dejar Finlandia, cuando había llegado a Londres y todo le había parecido nuevo y estimulante.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora