Freddie escuchó sin decir una palabra mientras Leena hablaba, sin soltarle de la mano. Y conforme ella hablaba, vio cómo a Freddie se le iba quebrando el alma poco a poco.
Cuando terminó, la volvió a abrazar tan fuerte que parecía querer romperle todos los huesos del cuerpo.
—Debiste contármelo antes, Leena.
—¿Cómo? Ni siquiera yo estoy segura de ello...
—Aún así, si sospechabas estar enferma... ¿quedártelo para ti? —Freddie sacudió la cabeza con infinita tristeza—. No es justo. Tendría que ser yo el que estuviera en tu lugar, no tú.
—Yo tampoco he sido una santa, Freddie.
—No importa. Hablaremos con todos los doctores, haremos más pruebas, pondré todo el dinero que haga falta para que investiguen, pero tú no vas a irte de mi lado. Tenemos un pacto con Belcebú y te lo prohíbo.
—No lo entiendes, ¿verdad? Si tengo el sida, puedo contagiarte. Y si lo tengo yo voy a...
—¡NO! ¡TÚ NO NADA! —estalló Freddie, apretándole los hombros—. ¿Me oyes? ¡Es una orden!
Leena esbozó una sonrisa vacía.
—Ni siquiera tú puedes cambiar esto, Freddie.
—Dios, Leena, tú no —sollozó impotente.
—Fred, por favor.
Freddie empezó a besarla por toda la cara con angustia, pero ella lo apartó con suavidad.
—Sé que te vas a negar a entenderlo, pero necesito estar sola. Necesito pasar por esto sola y sin nadie.
—¿Qué? Ni hablar.
—Freddie.
—¡No!
—Es mi decisión.
—También es nuestra vida.
—Ya no —dijo Leena, tomando aire—. Vuelvo a mi piso de Pembroke Road una temporada.
Freddie se levantó de golpe de la cama, buscando su ropa interior con furia. Como no la encontraba, recogió sus mallas arlequinadas y su chaqueta y la miró con ira y los ojos enrojecidos.
—Me han abandonado muchas personas en mi vida, pero jamás pensé que tú serías una de ellas.
El portazo al salir retumbó en todo el apartamento de Munich. Leena se hundió en la cama, deseando morir en aquel preciso instante. Ni siquiera advirtió que estaba llorando.
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Durante los siguientes días, Freddie osciló entre el enfado y la impaciencia, y tan pronto la miraba con los ojos encendidos de rabia como le suplicaba desesperado que no se marchara.
Leena se sintió en la obligación de explicarles al resto lo que ocurría. Joe, Peter y Jim la escucharon con calma, mientras Freddie se mordía las uñas e iba de un lado a otro.
—Lo único que os pido es que me tratéis como siempre. Si veo que me compadecéis os dejaré de hablar.
Todos asintieron, comprendiendo su situación. Aunque eso no impidió que Joe la obligara a engullir comida cada pocas horas.
No quiso alargar la agonía más y en cuanto encontró un vuelo barato a Londres se marchó de Munich. Freddie no quiso despedirse de ella.
Antes de salir por la puerta Jim la detuvo. Le dio un rápido y nervioso abrazo.
—Gracias —le dijo simplemente. Leena asintió, tomó aire y se fue camino al aeropuerto.
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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]
Fanfic-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May. -¿Perdón? Y así fue como todo empezó. AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...