Especial: God Save The Queen (Parte 3)

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En las oficinas de la Fox se mascaba el nerviosismo. Rami lo notaba en el ambiente, flotando invisible en la sala. No solo entre ellos, los cuatro actores elegidos para embarcarse en un viaje imposible. También los productores y el director, Bryan Singer, estaban inquietos, mirando hacia la puerta cada pocos segundos. 

Al fin y al cabo, no todos los días se recibía a unas leyendas del rock. Observó de reojo a Joe, Ben y Gwilym, sus futuros compañeros de rodaje. Parecían intranquilos, pero mucho más relajados que él mismo. Lo cual no era de extrañar: se trataba de su trabajo interpretar a alguien tan grande, tan fascinante y tan misterioso como era Freddie Mercury.

Disimuladamente, volvió a abrir la carpeta con sus notas y las fotos que había ido recopilando desde hacía meses para meterse en el papel.

Aún en la era de Internet y de la comunicación, Mercury seguía siendo intensamente privado. Apenas se sabía nada de su vida. Por no saber, no se sabía siquiera si era gay, bisexual o qué narices era.

Observó las fotos que Queen Productions le había proporcionado y que no se encontraban publicadas en ningún sitio de la red. Eran fotos privadas, sacadas durante giras y fiestas y cenas navideñas en la casa de Mercury o de Taylor.

Sus ojos azules se fijaron en una, fechada en 1982.

En ella aparecía Freddie en medio, rodeado de un hombre atractivo y delgado con un gato en brazos a su izquierda, su mujer a su derecha con otro gato, luciendo una larga melena de color platino. Detrás de los tres, el ayudante personal de Freddie los rodeaba a los tres con sus brazos y una ancha sonrisa afable. En la nota indicaba que eran Freddie, Joe, Leena y Peter, al que todo el mundo llamaba Phoebe. ¿Iba a ser capaz de estar a la altura de la tumultuosa vida de Freddie y de la gente que él amaba?

Antes de poder contestarse a sí mismo, la puerta se abrió de golpe y el mismísimo Freddie Mercury, la voz legendaria de Queen, entró en la sala de reuniones de la Fox. Rami se sobresaltó sin quererlo y varias de las fotos que tenía en las manos salieron volando por los aires sin que pudiera remediarlo.

La risa pícara de Freddie inundó la estancia, pero fue amable y lo ayudó a recoger las fotos. Hasta que encontró una que le hizo mucha gracia y se la robó en sus narices.

—¡Uh, encanto! ¡Hacía años que no veía esta fotografía!— Rami intentó recuperar la imagen, pero Mercury fue más rápido que él y se la agitó a alguien situado a sus espaldas.

Rami reconoció al instante a la mujer de cabello blanco y ojos de hielo que se apoyó en el hombro de Freddie para observar la foto que él mantenía cautiva. Calculó que Leena debería andar más cerca de los sesenta años que de los cincuenta, si no recordaba mal, pero lo cierto es que no los aparentaba demasiado. 

Su mirada aún era traviesa, desafiante, llena de seguridad en ella misma. En su juventud tenía que haber sido toda una belleza nórdica, porque aún a su edad avanzada lograba cautivar las miradas. Rami comprendió porqué Freddie se había enamorado y finalmente casado con ella. Su química parecía intacta después de casi cuarenta años juntos.

—Querido, vas a tener que hacerlo mucho mejor si quieres ser yo.— bromeó Freddie. Se levantó las gafas de sol, dejando ver unos exóticos ojos marrones en forma de almendra. Rami observó alarmado como aquellos ojos lo escrutaban, deteniéndose en su... entrepierna.— También vas a necesitar meterte un par de calcetines en los calzoncillos, me temo.

—Yo no...— empezó a decir Rami, confuso.

—Fred, sé bueno.— dijo Leena con una risita. Freddie le sacó la lengua a su mujer y ambos estallaron en una velada carcajada, cómplices entre ellos.— No le hagas caso. Es un auténtico grano en el culo, pero es buen hombre. Soy Leena.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora