We Are The Champions

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Tras salir del escenario del Live Aid, Freddie atrapó a Leena de la mano y literalmente la arrastró sin decir una palabra a través del backstage.

—¡Fred, espera! —miró hacia atrás, donde Brian, John y Roger se habían quedado hablando. Jim los siguió como pudo a través del laberinto de la zona de artistas, pero Freddie iba más rápido.

Llegaron a la caravana de Queen. Freddie la metió dentro, cerró la puerta de golpe y sin decir ni una palabra se bebió dos chupitos de vodka sin pestañear siquiera. Luego toda una ráfaga de aire pareció salir de su pecho sudoroso.

—Gracias a dios que todo ha terminado —suspiró, agotado de emoción. Luego la miró risueño —¿Ha estado bien?

—No tengo palabras.

Y era cierto. Era como si hubiera presenciado un sueño largamente anhelado.

Freddie cogió una toalla y se secó el cuello y los brazos de sudor. En sus ojos brillaba una llama traviesa.

—Entonces... ¿te has puesto cachonda con la actuación?

—¡Fred!

—Eso es un sí —sonrió satisfecho como un gato. Luego le cogió la mano y se la llevó a su propia entrepierna. Leena gimió en voz baja al notar el bulto apretado dentro de su tejanos—. A mí se me ha puesto dura.

Obviamente, aquella erección en mitad del concierto había sido descarada y muy visible, pero a Fred solía ocurrirle en algunos shows. Pero nunca de aquella manera.

Leena solo llevaba un fino vestido negro de verano, sin sujetador. Y sus pezones la traicionaron al momento. Algo que no pasó desapercibido para Freddie.

Antes de que pudiera darse cuenta estaba atrapada entre el suelo y el cuerpo caliente de Fred. El peso de sus caderas contra las suyas acabó de despertar todos sus sentidos, y sin poderlo evitar suspiró, deseando más, mucho más. Había pasado demasiados meses sin él.

Freddie la conocía a la perfección y sabía interpretar de sobras todas las señales. Recorrió con los labios el fino camino que iba de su hombro izquierdo hasta el cuello, dejando un tenue camino de sudor y saliva.

—Freddie, por favor.. —dijo ella entrecortadamente, sin saber si le estaba pidiendo que parase o que continuase sus avances.

—Si quieres que me detenga, tendrás que pedírmelo ahora.

Pero Leena apenas pudo respirar, mucho menos hablar, cuando Freddie le apartó la ropa interior e introdujo el dedo pulgar dentro de ella.

La salvaje que había dentro de Leena deseó hacerle trizas aquella camiseta de tirantes, arañarle la espalda y morderle el cuello hasta que él gritara.

Sabía que estaba perdiendo la cabeza y tenía que parar. Pero sus sentidos no le obedecían, concentrados todos ellos en Freddie y en el dedo que la masturbaba sin descanso alguno.

—Aún no estoy preparada para renunciar a ti —susurró entre gemidos, sin poder contener sus pensamientos.

—Nadie te ha pedido que lo hagas.

Con la mano libre que le quedaba Freddie le agarró el pelo, se lo retorció en el puño y le tiró la cabeza hacia atrás. Y aquello acabó con el último aliento de autocontrol que le quedaba a Leena.

A la mierda, pensó. A la mierda con sus buenas intenciones. Una última vez. Solo una más.

Buscó a tientas el cierre del cinturón, abriéndolo con tal violencia que una de las tachuelas saltó por los aires. Luego deslizó la mano por dentro y le agarró la polla. Freddie gruñó al contacto y al notar cómo ella bajaba y subía la mano, masturbándolo con la misma furia que él lo hacía con ella.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora