Pocos días después de Wembley, Freddie dejó Londres para continuar con la gira. Jim, Phoebe y Joe se fueron con él, y a ella le tocó cuidar de los gatos en Garden Lodge.
Si no hubiera tenido que ir cada día a comprobar que estaban bien y a atender la llamada diaria de Freddie para hablar de naderías con los gatos, Leena no se hubiera levantado de la cama en semanas.
Invadida por la melancolía y la angustia que le provocaba la lejanía de Freddie y la prueba definitiva del sida que estaba a la vuelta de la esquina, Leena recurrió a la única cosa que sentía que calmaba su alma: el whisky.
Con todos lejos y con Dominique demasiado ocupada cuidado de Rory y Felix, nadie la molestaba ni se preocupaba de que estuviera bien. Espació las citas con Olli y provocó peleas absurdas para que él la dejara en paz.
Su salud no tardó en resentirse a consecuencia del abuso del alcohol y la cantidad ingente de marihuana que consumía, provocando que el doctor Harris le echara una monumental bronca por no cuidarse.
Pero ella estaba cansada. Cansada de luchar contra su propia naturaleza y cansada de proteger a Freddie y cansada de intentar que lo suyo con Jim funcionara, cuando estaba claro que simplemente no ocurría como ella quería. Y todo aquel sufrimiento, ¿para qué?
Sí, había cambiado algunas cosas en la historia de Queen y de Freddie. Pero muchas otras no y habían seguido su curso de la misma manera que ella había leído cientos de veces. Así que no tenía ninguna razón para creer que había logrado que Freddie no hubiera contraído el VIH. Necesitaba un milagro. Y los milagros no existían.
El día que Queen tocaban en Knebworth Park, levantó el teléfono para llamar a uno de los camellos habituales de Kensington. Le pidió algo anestesiante, algo fuerte que la dejara fuera de combate durante horas. Aquel traficante de poca monta llegó con un sobrecito lleno de cristales de ketamina.
El teléfono sonaba y sonaba insistentemente y sabía que era Freddie, para llevarla a rastras al último concierto de Queen. No lo cogió. Tampoco abrió la puerta cuando vinieron a buscarla.
Sopesó inyectarse la ketamina de forma intramuscular, pero no tenía jeringuillas. Así que simplemente disolvió aquel polvo blanco en un vaso de Jack Daniels y bebió durante toda la tarde, hasta que su debilitado cuerpo ya no pudo soportarlo más. Cayó alucinada y semiinconsciente en su cama.
Su último pensamiento fue que a aquellas horas de la noche, el concierto de Knebworth Park ya habría acabado.
+++
Phoebe le trajo el té a las nueve y Freddie se lo tomó tranquilamente en la cama, con Delilah deseosa de mimos y un cariñoso Jim que estaba loco de contento de que la gira hubiera acabado.
—¿Qué quieres hacer hoy, querido? ¿Vamos de compras al centro?
—Un domingo es para estar en la cama, Freddie. Y se me ocurren varias cosas que hacer, por cierto.
Fred lo acarició con infinito cariño y deseo. Le encantaba cuando Jim estaba dócil y no se quejaba continuamente.
—Me parece un estupendo plan, pero antes quiero hacer una llamada. ¿Me esperas aquí?
—¿Dónde, si no?
Jim no le dejó salir de la cama sin besarle apasionadamente, pero al fin Freddie pudo coger en brazos a su Delilah y se fue al estudio para llamarla. Le sorprendía que ella no se hubiera acordado de que tocaban en Londres la noche anterior.
Esperó paciente a que ella descolgara el teléfono.
—¿Qué quieres, Fred?
—¿Cómo sabes que soy yo?
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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]
Fanfiction-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May. -¿Perdón? Y así fue como todo empezó. AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...