Gimme the Prize

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Sin tener nada claro sobre lo que iba a hacer, Freddie llamó a la puerta de la casa de Mary. Como él, Mary jamás había abandonado Kensington.

—¿Fred?

—¿Puedo pasar?

—Claro.

Mary cerró la puerta del piso tras de sí y lo miró con nerviosismo. Fred supuso que estaba sola, ya que la casa estaba totalmente en silencio.

—¿Has-has hablado con Leena?

—Sí.

—Entiendo. 

Con mucha vergüenza, y casi temerosa, Mary le acarició una mejilla. Sus dedos le resiguieron la barba de un par de días que él aún no se había afeitado y se detuvo en el bigote, que le cubría casi por completo el labio superior.

Freddie se dejó acariciar. Primero el rostro, luego el cuello. Mary agarró el borde de su sudadera Champion y se la sacó por la cabeza, dejando a Fred con una simple camiseta de tirantes.

Luego ella se separó un poco y se desabrochó la blusa blanca, sin mirarlo a los ojos.

—Mary...

—No digas nada. 

Como si tuviera miedo de que aquello no fuera real, Mary deslizó la mano en su entrepierna y se la apretó un poco. Su polla dio un respingo, acostumbrada a reaccionar rápidamente a cualquier estímulo. Pero eso fue todo.

Mientras Mary continuaba acariciándole, Freddie cerró los ojos y pensó en Leena.

En todas las noches que se había desnudado para él con el fuego ardiendo en su mirada de hielo. En ella, empujándole sobre el lecho y montando encima suyo como una salvaje. En las veces que se habían partido de risa mientras la ropa volaba y caían al suelo porque la cama les parecía que estaba demasiado lejos. En la noche en que él le había cantado Killer Queen y Leena había jugado sucio hasta volverlo loco.

No pudo seguir con aquello y apartó a Mary, que lo miró muy confundida.

—No puedo hacerlo. 

—¿Qué?

—No puedo. No puedo follar con alguien si hay mezclados sentimientos, aunque no sean los míos.

—Entonces es cierto... eres gay —dijo Mary, dolida, mientras se abrochaba de nuevo la blusa.

Freddie notó como una furia invisible crecía en su pecho. Estaba harto de especulaciones. Muy harto.

—¿Por qué todo el mundo insiste en juzgar con quién me acuesto? ¿No tenéis otra cosa de la que hablar? ¿El hambre en el mundo, por ejemplo? —se enfadó Freddie— ¿Por qué le importa tanto al mundo entero con quién folla Freddie Mercury?

—Fred, no pretendía ofenderte —se asustó un poco Mary—. Entiendo que si no te gusto, es porque prefieres los hombres, ¿no?

—No, Mary, no se trata de eso. Te lo podría explicar, pero imagino que no lo entenderías. Casi nadie lo entiende —Freddie recuperó su sudadera y se la volvió a poner—. Siento haberte hablado mal. No era mi intención.

Mary, llorosa, se sentó en el sofá y lo miró con infinita tristeza.

—A veces creo, Freddie, que las cosas entre nosotros deberían haber sido de otra manera. 

Fred se agachó junto a ella, le tomó las manos afectuosamente entre las suyas y se las besó.

—Quizá en otra vida, querida Mary.

+++

El primer impulso de Leena fue el de hacerse amiga de Jim. Pero luego comprendió que no tenía ningún sentido. ¿Qué tipo de excusa podría poner si se hacían amigos y al cabo de dos años Freddie se lo volvía a encontrar y descubría que ellos dos ya se conocían?

Pero sí que podía ir de vez en cuando al Savoy a cortarse el pelo y conocerlo un poco más. Averiguar si era tan celoso como él mismo había descrito en el libro que escribió poco después de la muerte de Fred. Aunque también describía a Freddie como alguien que no toleraba las infidelidades, por mucho que él las cometiera.

Se le hizo muy extraño pensar en ese Freddie, que parecía muy distinto al que convivía con ella en el día a día. Claro que ese Freddie había vivido otra vida. Ese Freddie había ocultado a Mary la existencia de cientos de amantes y había fracasado en todas sus relaciones hasta llegar a Jim. E incluso con Jim, las cosas no habían sido un lecho de rosas.

Y si Jim era tan celoso como Leena sospechaba... desde luego, ella iba a quedar fuera de la ecuación. 

No lo dudó un segundo más y llamó al Savoy y reservó hora con Jim para la semana próxima. Más tranquila, se fue al estudio para continuar con el último libro que Freddie le había regalado. Era incapaz de salir de casa sin gastar, y siempre volvía con algún que otro presente para ella.

Tan solo la molestó Joe, que subió con una bandeja de gofres y un café para ella, al parecer en son de paz.

Luego quedó tan absorta en la lectura que no escuchó a Fred entrar por la puerta principal, ni como llamaba a Brian, ni como subía las escaleras hasta entrar de un golpe en el estudio.

Leena dio un respingo cuando lo vió.

—Joder, qué susto me has dado, Fred.

Él no contestó. Fue derecho al escritorio que tenía detrás del piano y empezó a sacar papeles y más papeles, amontonándolos sin orden alguno. Eran fragmentos de viejas canciones descartadas que no habían llegado a ser grabadas nunca.

—¿Freddie? ¿Qué te ocurre?

—Que nos vamos. Ya he avisado a Brian.

Juntó todos los papeles y llamó a gritos a Phoebe. El pobre Peter apareció con cara de haber sido despertado de la siesta por una alarma nuclear.

—Phoebe, mete todo esto en alguna maleta. Prepara ropa para varios meses, por favor. Y llama al jet. Nos vamos a Munich.

Peter agarró los papeles como si fueran reliquias sagradas y salió pitando hacia el dormitorio. Leena lo escuchó abriendo armarios y cajones con suma rapidez.

—¿Fred? ¿Qué ha ocurrido con Mary?

—No he podido hacerlo.

—Vale... ¿pero por qué vienes tan alterado?

Freddie se sentó encima del escritorio, con las piernas abiertas mientras miraba el jardín de Garden Lodge.

—No puedo tener un rollo de una noche si alguien siente cosas. Simplemente no puedo. Ya no. Ninguna relación ajena a la nuestra me ha salido bien nunca y yo no voy siquiera a intentarlo de nuevo. Con nadie.

—De acuerdo —tragó saliva Leena. Se acercó a él con cautela, colocándose entre sus piernas y pasando los brazos por su cintura—. ¿Y Munich?

—Creo que es hora de un cambio de aires. Llevo años guardando canciones que no encajaban con Queen... y quizá ha llegado el momento de sacarlas adelante yo solo. Me merezco ese premio, para mi.

—¿Un disco en solitario, entonces?

—Sí... —Freddie al fin la miró. Parecía más calmado, más risueño. Su Freddie de siempre—. Tú, yo y una nueva aventura. ¿Qué me dices, encanto?

—¿Cuándo nos vamos? —Freddie sonrió ilusionado y la apretó contra él con tanta fuerza que creyó que le partiría la espalda.

Leena pensó que tendría que aplazar su visita a la peluquería de Jim.

Lo que no sabía es que la tendría que aplazar durante un año.

Lo que no sabía es que la tendría que aplazar durante un año

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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora