Se miró en aquel escaparate de cristal de una tienda de Helsinki que ella conocía bien, la Black & White. Debajo de la cazadora de cuero llevaba su vieja camiseta blanca de 'A Night at The Opera'. La había robado en una tienda de merchandising cuando solo tenía quince años y ya estaba loca por Queen. La misma que se había quedado metida y abandonada en una caja en el 2010.
Estaba delante de la tienda de discos en la que se había comprado todos los discos y vinilos de su vida. En el escaparate había un póster anunciando un nuevo disco de Queen. Leena no reconoció la portada de aquel álbum, ni tampoco el título.
En un impulso entró en la Black & White, como había hecho cientos de veces en su vida pasada. Sabía de sobra dónde estaban los discos de Queen. Sus dedos agarraron con temblor aquel CD desconocido y miró en la contraportada.
Allí, junto a unos envejecidos Brian, Roger y John que ya reconocía, estaba Freddie. Su pelo estaba canoso, y llevaba una corta barba, mitad negra y mitad blanca de canas. Unas pequeñas arrugas rodeaban sus hipnóticos ojos persas. A sus sesenta años, aún era un hombre sumamente atractivo y con un magnetismo que traspasaba barreras.
El vendedor de la tienda se le acercó por detrás sin que ella se diera cuenta.
—¿Lo has escuchado? Es increíble que el tío aún conserve ese vozarrón.
Leena no pudo apartar sus ojos de aquel Freddie que nunca había visto antes.
—¿Es que Freddie Mercury está vivo?
—¿Mercury? Claro.
A Leena se le cayó el disco al suelo y la portada de metacrilato se rompió en mil pedazos.
Despertó en 1978 cubierta de sudor frío. Sabía lo que tenía que hacer.
+++
Febrero de 1978
Sucia, rastrera y miserable. Así es como se sentía mientras repasaba en su mente toda la información que tenía sobre el VIH, que no era poca.
La mayoría de teorías apuntaban a que Freddie se había contagiado a principios de los años ochenta, probablemente en Nueva York. Así que creía que todavía tenía algunos años de margen, y que aunque Fred hubiera follado sin condón, aún estaba a salvo del retrovirus. Pero solo era una teoría. La realidad es que podía ya ser tarde.
Pronto se quedaría sin tiempo de maniobra, así que con mucho dolor por engañarle y manipularle, puso en marcha su plan. Brian May le había pedido que hiciera lo que fuera necesario. Lo que fuera, incluso si eso implicaba hacer daño a Freddie.
No le fue difícil conseguir un diagnóstico falso. Tampoco una receta de doxiciclina. El dinero lo compraba todo; especialmente en los barrios más pobres de Londres.
Con unas terribles ganas de llorar por lo que estaba a punto de hacer, dispuso el papel, la receta y dos cajas de antibióticos sobre la mesa de la sala de estar. Solo quedaba esperar a que Freddie llegara.
+++
Freddie abrió la puerta de su apartamento con su propia llave y la saludó alegremente. Pero su cara mutó al ver la de Leena.
Estaba con los brazos cruzados y las piernas sobre la silla, mirando a la nada. Freddie se acercó cauteloso y la besó en los labios. Ella no le correspondió. Tenía los ojos llorosos.
—¿Qué ocurre, encanto? ¿Ha pasado...?
Entonces se fijó en lo que había sobre la mesa. Agarró uno de los papeles y su semblante se horrorizó al darse cuenta de lo que aquello significaba.
—Leena, n-no es posible. Tomé una pastilla de penicilina inmediatamente después. El médico me aseguró que no pasaría nada.
Se agachó a su lado con el pánico reflejado en la cara.
—Háblame. Por favor.
—Tengo clamidia. ¿Sabes lo que puede significar una recaída para mi?
—No...
—Puedo quedarme con un dolor crónico en la pelvis. Puede dejarme estéril. Puedo tener un embarazo ectópico. Y todo.— dijo ella con toda la amargura que fue capaz de fingir.— porque a ti no te dio la gana ponerte un puto preservativo en la polla.
Para horror de Leena, Freddie rompió a llorar mientras la abrazaba. El llanto era algo que apenas había visto en él. Le costaba mucho llorar, incluso por la más terrible desgracia. Por eso cuando vio sus lágrimas se sintió la mujer más miserable del mundo.
—Lo siento. Lo siento, amor mío. Por favor, perdóname. Por lo que más quieras, grítame y pégame pero perdóname.
Con frialdad, Leena cogió una de las cajas de antibióticos y se la puso en las manos.
—Tienes que medicarte aunque no tengas síntomas. Tómate la caja entera, por favor.
—Leena, por favor. Dime que no corres peligro.
—No lo sé aún.
—Llamaré al mejor hospital de Londres para que te traten, haré que cierren toda una planta para ti y me aseguraré que nada malo vaya a pasarte. También haré que...
—Vete.
—¿Qué?
—Vete, Freddie. Por favor.
Él se levantó con la mirada de un cachorro apaleado y mortificado, con el medicamento todavía en la mano.
—¿La gira... vendrás?
—No. Hablaremos a la vuelta.
—No puedo irme sin ti.
—Pues tendrás que hacerlo.
A punto de echarse ella misma a llorar, Leena se levantó y se encerró en el dormitorio, evitando mirarle.
Escuchó como Freddie se acercaba a la puerta, pero no intentó entrar. Luego oyó la puerta de la calle cerrándose.
Leena estalló en un grito de angustia y horror y empezó a llorar sin consuelo alguno.
¿Hasta cuándo iba a poder acumular mentiras para salvar a Freddie Mercury?
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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]
Fanfiction-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May. -¿Perdón? Y así fue como todo empezó. AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...