Don't Lose Your Head

2K 191 63
                                    

1982

Tras una fugaz escapada a Japón para ir de compras y a Nueva York para redecorar el apartamento, Leena le suplicó volver a Londres para descansar de viajes, antes de volver a meterse en el estudio para trabajar. Freddie accedió a regañadientes.

Fred atravesaba una época inquieta en que quería trabajar, moverse, bailar y no parar quieto ni un minuto. Tenía un montón de ideas con las que trabajar en el estudio, pero tuvo que aceptar que el resto del grupo quisiera dedicarse a su vida familiar durante unas semanas. Al final, acordaron volver a Munich y Montreux a finales de enero.

Si estaba en Londres, cada martes por la tarde se desplazaba a Feltham para ver a sus padres. A veces Leena lo acompañaba, pero en general prefería ir solo. Una vez entraba en la modesta casa familiar, Freddie volvía a ser Farrokh Bulsara durante unas horas.

Su padre jamás le preguntaba nada sobre su vida privada, a pesar de que estaba seguro de que ellos habían leído rumores y escándalos de lo más variopintos. Su madre, en cambio, no perdía la oportunidad de preguntarle cuándo se casaría y le daría nietos.

—Mira a Brian, hijo —le decía Jer—. Casado, con otro niño de camino y una carrera en astrofísica.

—Bueno, mamá, no todos estamos interesados en ser padres.

—Pero Farrokh, ¿cómo que no? ¿Cuántos años llevas con Leena?

—Pues casi 8 años.

—¿Y no piensas siquiera en pedirle matrimonio? Sus padres deben estar muy disgustados con tu comportamiento.

Fred suspiró y se armó de paciencia.

—Mamá, Leena no tiene padres.

—¡Razón de más para casarte con ella y darle una familia! —decía Jer, obligándole a comer más pastas y tomar más té. Mientras, Kashmira se reía de él.

—Tendrás que casarte con Leena si quieres que mamá se calle algún día.

Al final, Jer Bulsara desistía y le obligaba a volver a casa con una fiambrera llena de comida, para mortificación de Freddie, que llegaba a Garden Lodge con la cabeza como un bombo.

Phoebe lo llevó de vuelta a casa, donde solo estaba Joe recogiendo la cocina y poniendo la cena a los gatos. Este le informó que Leena había salido en moto hacia Surrey y que volvería tarde. Freddie intuyó que seguramente no vendría a dormir, pero de todas formas llamó a casa de Roger para confirmarlo.

—Oye, ven a buscarla —le dijo Rog.

—¿Por qué, Roger? —preguntó, poniendo los ojos en blanco.

—Están arriba riéndose como hienas drogadas y mirando "Grease" en bucle —Roger bajó la voz—. Creo que Leena tiene la regla. Tengo miedo, Fred.

—Deja de decir soplapolleces y haz que se ponga al teléfono.

—Ten amigos para esto, para que te abandonen en un campo lleno de hormonas.

Escuchó el grito de Roger de fondo y las risas de ellas. Luego percibió el ruido de las botas de Leena bajando las escaleras. Su voz cantarina se puso al teléfono.

—¡Fred! ¿Te vienes a Surrey?

—No encanto, disfruta de tu noche con Nicky. ¿Vendrás a dormir?

—Creo que he bebido demasiado para conducir.

—Quédate ahí, entonces. Yo saldré al Copacabana con los chicos.

Hablaron unos minutos más, hasta que Dominique se incorporó en la otra línea y les pidió que dejaran de cuchichear como adolescentes y colgaran. Freddie obedeció.

Cuando colgó, Garden Lodge le pareció más silenciosa que nunca. La urgencia de huir de aquel silencio lo poseyó.

—¡Nos vamos todos al Copacabana, queridos!

+++

El Copacabana estaba muy cerca de Garden Lodge y era uno de sus clubs gays favoritos. Podía haber ido andando sin problema, pero hacía años que había renunciado a pasear tranquilo por la calle, por lo que iba siempre en coche a todas partes.

Pagó copas para todos sus amigos y conocidos, pero los dejó sentados en una mesa para irse a bailar.

Iba camino a la pista con su copa de vodka con hielo cuando una mano como una garra lo detuvo. Al girarse asustado por si era un fan demasiado entusiasta, se encontró con Paul Prenter.

—Freddie.

—Hola Paul. ¿Cómo estás?

El rubio irlandés se acercó, sin quitar la mano de su hombro.

—Llevo meses queriendo hablar contigo. Por favor, ¿podemos salir un momento a un sitio más tranquilo?

Freddie se sintió muy incómodo en aquella escena. Realmente él no tenía nada contra Paul, pero el hecho de que Leena y sus compañeros lo odiaran lo dejaba a él en una situación muy complicada.

—Claro, ¿por qué no?

Se dirigieron a la parte trasera del club, donde estaba el pasillo que llevaba al cuarto oscuro.

Freddie se apoyó en la pared del pasillo, intentando mantener las distancias. Pero Paul se acercó más a él.

—Sé que no he hecho muchas cosas bien, Fred. Sé que tu chica me quiere ver muerto, y que Roger me odia pero... quiero otra oportunidad. Puedo hacerlo mejor.

—Paul, no creo que esto toque ahora. No puedo mantener a mi lado a un empleado al que la gente más cercana a mí odia. No es nada personal contra ti, créeme.

—¿Un empleado, Fred? ¿Eso soy para ti?

—Ehm, sí. Yo te pago y tú trabajas para mí.

Los ojos azules y pequeños de Paul Prenter se encogieron.

—Hemos pasado muchas noches juntos para que me llames empleado. ¿O ya no te acuerdas de lo que me dijiste en Nueva York?

Freddie intentó recordar de lo que estaba hablando Paul. Pero aparte de aquella noche terrible en el Garden of Eden de la que no tenía ningún recuerdo, no logró recuperar ninguna conversación comprometida con Prenter.

—No, Paul. Y creo que te he tratado y pagado bien todos estos años. Aún lo hago.

—Aquella noche te dije que estaba enamorado de ti. Y tú me dijiste que siempre me cuidarías.

Fred se frotó las sienes con los dedos, sin contestar.

—Por favor, no me separes de ti, incluso si tú no sientes lo mismo. Dame otra oportunidad.

—Paul, por favor...

Pero él se lanzó sobre su boca, besándolo con desesperación. Freddie le dejó hacer unos segundos y luego lo apartó sin brusquedad.

—Me ganaré a Leena y no haré nada que tú no me pidas. Estoy solo, Freddie; no tengo a nadie.

Paul rompió en amargos sollozos y cayó de rodillas al suelo. Le abrazó las piernas sin dejar de hipar como una criatura. Freddie se sintió mortificado. Lo tomó de los brazos y lo obligó a levantarse.

—Está bien, cálmate. Estoy seguro de que algo podremos hacer al respecto.

El rostro anodino de Paul se iluminó de alegría.

Freddie le palmeó la espalda cariñosamente. Y es que, ¿quién era él para negarle una segunda oportunidad a nadie?

 Y es que, ¿quién era él para negarle una segunda oportunidad a nadie?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora