Spread Your Wings

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El resto de miembros de Queen aceptaron con bastante naturalidad que Leena se uniera a la gira que tendría lugar en los siguientes meses por el Reino Unido y distintas ciudades de Europa.

Ninguno de ellos tenía demasiado claro cuál era la sexualidad de Freddie. Sabían que al bajar del escenario las chicas se le echaban encima y no lo dejaban en paz, pero también habían visto desfilar varios atractivos jóvenes por los camerinos.

Sea como fuera, aceptaron a Leena como una más de la pandilla. Roger ni siquiera pestañeó cuando se levantó una mañana y se los encontró desayunando en la ridículamente pequeña cocina. Simplemente se sentó con ellos, le preguntó a Leena cual era su grupo favorito ("The Doors", contestó ella) y luego bostezó y se fue a la ducha.

John era tímido y reservado, poco parco en palabras. Parecía adorar a Freddie y florecer en su presencia. Lo miraba todo con aquellos ojos medio tiernos y medio socarrones, y cada vez que estallaba una pelea, cosa que sucedía por absolutamente todo, John conciliaba a cualquier parte.

Brian era cerebral, educado y amable. Cuando se emborrachaba un poco era tanto o igual de malhablado que Roger y Freddie. A ella la miraba con un poco de suspicacia al principio, pero se encogió de hombros cuando Freddie les dijo que Leena se apuntaba a la gira.

Los días anteriores al tour, y con el atronador éxito de Killer Queen sonando a todas horas por la radio, la banda empezó a recoger las mieles del éxito, aunque no en forma de dinero.

Trident les subió la asignación semanal de veinte a sesenta libras, lo que era ridículo teniendo en cuenta el dinero que Queen ya generaban. Freddie quería un piano nuevo, Roger clamaba cada día a los cuatro vientos que necesitaba cambiar de coche y John quería casarse con su embarazada novia Verónica.

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—¿Qué significa el tatuaje que tienes en la nuca?

Freddie le acariciaba por debajo del final del cabello las cinco palabras que ella llevaba tatuadas desde los 17 años. Leena palideció.

Había intentado esconderle el tatuaje todos aquellos días, lo cual no era fácil teniendo en cuenta que la mitad de la jornada se la pasaba desnuda y en sus brazos.

Pero aquella noche, antes del primer concierto del Sheer Heart Attack Tour, habían follado  salvajemente en el comedor aprovechando que Roger no estaba.

Habían caído sobre el sofá a media tarde, devorándose el uno al otro. Y Freddie, perverso como era habitual en él, la había girado, agarrado y retorcido el largo cabello para inmovilizarla mientras la penetraba desde atrás, a cuatro patas. Leena había gritado en una mezcla deliciosa de placer y dolor. Ni siquiera había pensado que en aquella postura animal su pequeño y discreto tatuaje quedaba completamente al descubierto, mientras él le tiraba del pelo y la follaba.

Al acabar, y con un cigarro entre los dientes, Freddie le había vuelto a levantar el pelo para leer las cinco palabras.

—Any Way The Wind Blows. ¿Es de un poema o algo así?

—No exactamente —Leena odiaba mentirle, pero una vez más no le quedaba otro remedio que hacerlo—. Es algo que escuché hace años, y que resume a la perfección lo que ha sido toda mi actitud hacia la vida: allá donde sople el viento.

Freddie sonrió con cierta tristeza y con infinita ternura le acarició una mejilla.

—Me gusta como suena. ¿Algún día me contarás por qué abandonaste Helsinki para llevar una vida de depravación en el casquivano Londres, querida mía?

—Prefiero seguir siendo la misteriosa nórdica embaucadora, si no te importa —sonrió ella, besándolo en la mejilla sonoramente.

—Allá donde el viento sople —murmuró él, pensativo—. Ahí irás, sin que nada realmente te importe, ¿verdad?

Leena se estremeció al notar el tono levemente atribulado de su voz. Freddie era en esencia alguien solitario y con permanente sensación de abandono, aunque estuviera siempre rodeado de gente. Y no toleraba bien que alguien que él quería lo dejara atrás, como habían hecho sus padres enviándole a un internado de la India a muy temprana edad.

—Fred, he dejado atrás muchas cosas y personas. Pero ahora estoy aquí contigo. Pase lo que pase en el futuro, si me necesitas, estaré a tu lado. Te lo juro.

Esta vez Freddie sonrió, esfumada la tristeza y enseñando todos los dientes sin pensar en cubrirlos con la mano.

—Más te vale, encanto.

En ese momento, Roger abrió la puerta del apartamento de golpe, con tres humeantes bolsas de comida hindú. Leena se tapó la desnudez al momento con la manta. 

—Queridas putillas mías, os traigo sustentoooo —gritó, imitando la voz armoniosa de Freddie.

—Como se nota cuando vuelves de haberte estado revolcando por ahí, Rog —Freddie se vistió rápidamente con unos calzoncillos blancos, le arrebató las bolsas de comida y se fue hacia la cocina, sorteando las maletas que al día siguiente se llevarían en la gira. Estaban desperdigadas por todo el apartamento.

Roger agarró varios papeles que rondaban por la encimera y los miró sin decir una palabra.

En su locura creativa, Freddie llenaba partituras sin control con retazos de melodías. Al principio las colgaba sin ningún orden en su habitación, pero pronto las paredes estuvieron llenas y los papeles acabaron llegando a la sala de estar e incluso a la cocina. Freddie creaba sin parar.

Roger recogía algunos de aquellos papeles y muchas veces volvía con media canción escrita. No sin antes quejarse de que al final acabaría sin querer limpiándose el culo con alguna partitura que encontrara en el baño.

—¿Freddie?

—No voy a prestarte más dinero para gasolina.

—No, joder. Ven.

Freddie volvió con un par de platos y empezó a despejar la mesa para poder cenar.

—¿Y esta canción?

—Oh, algo que tenía por ahí.

—Es un poco... rara.

—También es raro que tú no hayas cogido aún un herpes testicular, pero así es la vida.

Freddie volvió a la cocina tras llevarse un bufido de Roger.

Leena sonrió. La gira prometía ser divertida.

 La gira prometía ser divertida

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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora