I Can't Live With You

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Marzo de 1986 - Munich

—No puedo vivir contigo.

—Tampoco puedes vivir sin mí.— respondió Fred.

Leena desnuda, tumbada sobre él, piel con piel, la bonita cara apoyada en su pecho. Escondidos del mundo. Escondidos de Jim y de Olli, arañando tiempo a solas en Munich, entre las sesiones de grabación de 'A Kind of Magic'.

La había secuestrado con engaños para llevársela a Munich y separarla de Olli, porque simplemente ya no lo soportaba más.

Y ella había jurado que no pasaría nada entre ellos, pero... Freddie reconocía que la había engañado, manipulado y tentado hasta lograr exactamente lo que quería: tenerla para él solo y para nadie más.

Un año era más que suficiente, desde que Leena había empezado a alejarse y a empujarlo hacia Jim de forma lenta pero inexorable, hasta que sin darse cuenta Fred acabó teniendo una relación estable con él y no teniendo a Leena. Y por ahí no pasaba: no era famoso por su paciencia.

El pequeño interludio que había ocurrido justo después del Live Aid, en el suelo de la caravana, no era suficiente. No para él. Había sido suya durante más de diez más, de una forma maravillosamente libre y sincera, y de repente ella se había alejado.

—Fred, por favor. Tenemos que volver a Londres.

—No. Si es para regresar con Jim y Olli, no vamos a volver.

Lo que fuera que estaba pasando en el cuerpo de Leena le había hecho perder casi diez quilos y aún no se había recuperado del todo. Freddie le notaba los huesos de las costillas y las caderas clavados sobre él. En algún momento del año anterior su peso había bajado incluso por debajo de los peligrosos cincuenta quilos, y él, como un estúpido, apenas se había dado porque estaba demasiado ocupado follando con gilipollas que no le importaban. Ahora estaba delgada pero había logrado recuperarse un poco; aún así continuaba estando muy por debajo de sus habituales sesenta y algún quilos, y su precioso culo se había reducido considerablemente.

Pero era ella, y era suya, y fuera cual fuera su aspecto él la iba a adorar siempre.

Le acarició la curva de su espalda, subiendo hasta su cuello, disfrutando del contacto de su piel blanca y aterciopelada, sin apenas vello corporal. Era tan maravillosamente diferente a él... tan pálida, tan rubia, tan perfecta a sus ojos. Tan perfecta, que creía que la habían creado especialmente para él.

Le levantó la cara para besarla con dulzura y Leena se dejó hacer. A Freddie no le importaba no poder follar de forma convencional, aunque echaba de menos entrar dentro de ella, hundirse en su interior y sentir como todo su femenino cuerpo se contraía envolviéndolo en su cálida entrepierna. Pero eso era lo de menos. Había otras formas de correrse, y las estaban explorando todas entre las cuatro paredes de la lujosa suite del hotel de Munich.

Leena había comenzado a poner distancia entre ambos con la aparición de Jim, hacía un año. Hasta que había soltado la bomba de que se iba de Garden Lodge, dejándolo atrás con el corazón destrozado.

Y entre ellos se estableció una silenciosa lejanía física, pero el resultado fue que se habían acercado más que nunca emocionalmente. Quizás es porque antes de que ella se fuera de su lado siempre había dado por supuesto que Leena estaría ahí, y nunca había llegado a valorar las conversaciones, las bromas privadas, la delicada complicidad, la confianza ciega, las risas únicas. Hasta que ya no las tuvo.

Freddie jamás había dejado de quererla, y sabía que ella a él tampoco. Pero en el último año, sin poderla besar, tocar, acariciar o follar, Fred se había vuelto a enamorar como un tonto de Leena. De las noches en Pembroke Road, hablando en susurros de todo y de nada. De las mañanas en Garden Lodge, dejando pasar las horas juntos. De las tardes en el estudio, con la mirada de Leena perdida en la voz de él. Del sonido de su respiración cuando se quedaba dormida entre sus brazos. De sus risas alocadas rebotando en las paredes de su mansión. De sus ojos de hielo que lo escuchaban cantar embelesada.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora