Your Kind of Lover

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1983

Guardó el teléfono de Jim Hutton dentro de una pequeña cajita con cerrojo que tenía en su mesilla de noche. Ahí estaba también su viejo smartphone, repleto de información. Tuvo la tentación de encenderlo para comprobar exactamente en qué fecha Freddie y Jim se habían encontrado por segunda vez. Sabía que había sido en 1985, aunque no recordaba el mes con exactitud.

Pero no podía encenderlo. No con gente rondando por la casa. No había suficiente mentira elaborada para explicar porque tenía en 1983 un teléfono que tardaría veinticinco años en fabricarse.

No comprendía del todo que la había impulsado a hablar con él. ¿Una extraña curiosidad morbosa por conocer al último amor y compañero de Freddie antes de morir? Al menos, de eso se intentaba convencer. La simple realidad es que sentía inquietud. Y celos.

Después de tantos años, sentía celos. No podía controlar esa parte irracional. Su otra mitad con raciocinio le hizo prometerse a sí misma que llegado el momento, se apartaría y dejaría a Freddie ser feliz con Jim, sin rechistar, sin pataletas y sin escenas dramáticas. Aunque eso le rompiera el corazón a ella.

Cerró la cajita con el teléfono de Hutton dentro y bajó a la cocina cuando escuchó el sonido de la puerta principal de Garden Lodge. Freddie estaba ahí recibiendo el rapapolvo de su vida. Joe estaba parecía muy enfadado.

Cuando la vio entrar el cocinero la señaló con el dedo.

—¡Vosotros! ¿Sabéis que pensó Leo? —decía Joe, indignado, mientras sacaba de las bolsas de la compra la comida para aquel día—. ¡Que trabajo para un par de pirados! 

—Técnicamente solo trabajas para Freddie.

—Un día os echaré arsénico en la comida y me iré a trabajar a la cocina del Plaza —protestó Joe, colocando las botellas de Coca Cola en la nevera—. ¡No tengo porqué trabajar en una casa de locos!

Leena vio por el rabillo del ojo como Freddie se estaba aguantando la risa a duras penas.

—Joe, pero... ¿al final follaste o no?

—¡Bueno, sí, pero esa no es la cuestión!

Freddie no pudo aguantarse más y soltó una carcajada a todo volumen, que contagió a Leena al instante. Joe se enfadó aún más.

—¡Es que sois imposibles, los dos! 

En silencio, Freddie le hizo un gesto mudo, que Leena entendió al momento. Atraparon a Joe en un abrazo y empezaron a besarle por toda la cara.

—¡YA ESTÁ BIEN!

—Puedes aceptar una subida de sueldo o un trío con nosotros como disculpa, querido —le dijo Fred entre risas—. Y sinceramente, ahora mismo voy un poco justo de dinero. Tendrá que ser el trío.

Joe no pudo mantener su enfado y al final se echó a reír, librándose de ellos.

—Ya basta. Vale, os perdono, pero solo porque ayer triunfé —sonrió Joe, exultante.

—Puedes invitarle a la fiesta de hoy, si quieres —propuso Leena—. Freddie ha prometido que sería tranquila. Nada de señoras que saben fumar usando la vagina.

—Ahá, ya —contestó Joe—. Y hablando de eso, dejadme en paz unas horas para poder preparar la comida de la fiesta e iros arriba a prepararos.

—Hay que joderse, quién paga aquí soy yo y se me echa de la cocina —se quejó Freddie, mientras Leena lo arrastraba del brazo para sacarlo de ahí.

+++

Freddie observó a Leena maquillarse los ojos con destreza. Luego rebuscó entre sus labiales y eligió un burdeos muy oscuro, a juego con el vestido que llevaba.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora