1994 - Londres
Freddie había tenido muchas relaciones terribles en el transcurso de su vida, pero la que mantuvo con Barbara desde mediados de 1993 hasta finales de 1994 fue sin duda la más destructiva.
No porque Barbara fuera taimada y manipuladora como Paul Prenter, o celosa y posesiva como Jim Hutton.
Para Barbara todo era hedonismo y la búsqueda del placer y la diversión. A cualquier precio. No le importaba si para ello tenía que aprovecharse, humillar o utilizar a terceras personas.
Antes de conocer a Leena, Freddie se había acostado con muchas seguidoras de Queen. Pero había aprendido que a pesar de poder conseguir un polvo rápido y sencillo, las consecuencias solían ser desastrosas: una cola de chicas obsesionadas con él, persiguiéndole tras cada concierto y montando numeritos celosos, por mucho que él no les hubiera prometido nada.
Aquello había terminado con Leena, y partir de entonces sus rollos de una noche había sido desconocidos que conocía en los clubs o hombres de pago, que no le reclamaban nada después de correrse. Sabía que Roger y Brian sí que continuaban acostándose con seguidoras, como habían hecho desde sus inicios con Queen. Por su parte, John prefería la privada compañía de strippers. Pero él no, excepto alguna noche en que había perdido el control de la mano de Paul Prenter.
Después de pasar seis meses de locura en Nueva York habían regresado juntos a Londres, y sin que él pudiera evitarlo, Barbara se había instalado en Garden Lodge. Y habían empezado a jugar a un peligroso pasatiempo.
Las chicas que Barbara le traía eran jóvenes y le adoraban. Hubieran hecho lo que fuera por su adorado ídolo. Y, intimidadas por la presencia del idolatrado cantante de Queen, se dejaban hacer todo lo que Barbara les pedía. No, lo que Barbara y él les pedía. Al día siguiente, se las echaba de casa sin que ellas pudieran siquiera despedirse de Freddie Mercury.
Fred, desde el piso de arriba, las veía marchar con el dolor y la decepción en la mirada. Así confirmaba a todas aquellas chicas que el Freddie arrogante y altivo que cantaba en el escenario era el mismo en la vida real.
Excepto que Freddie jamás había tratado mal a ningún fan de Queen. Era amable, paciente y considerado. Él no era un capullo. ¿O sí lo era?
Ya no recordaba como era antes de conocer a Leena. Había pasado demasiado tiempo. ¿Era la influencia de ella lo que suavizaba su carácter? Puede que en el fondo fuera un auténtico gilipollas. ¿No le decía ella siempre que se portase bien?
Freddie apenas podía mirarse al espejo sin sentir vergüenza por cómo se estaba comportando. Pero no lo detenía. Cada vez que intentaba compartir cómo se sentía con Barbara, ella le quitaba hierro al asunto.
—Esas chicas son ya mayorcitas para saber lo que hacen, querido.— decía Barbara sin ningún arrepentimiento.— ¿Vamos esta noche a cenar al Capriccio's?
—Barbara, ¿y si no salimos esta noche?
—¡Qué tonterías son esas, Freddie! ¿Dónde está mi viejo amigo, el alma de la fiesta?
Jim Beach no solía meterse en sus asuntos, pero al final no tuvo más remedio que amonestarlo cariñosamente sobre el despilfarro de dinero que estaba llevando. Y Queen no vivía su mejor momento, tras casi cuatro años sin lanzar un disco ni hacer ninguna gira mundial.
—Fred, por favor.— le decía Miami, enseñándole el estado de sus finanzas.— ¿Qué estás haciendo?
—Intento vivir, querido. ¿Qué voy a hacer si no?
—Si sigues así en pocos años estarás arruinado, por muchos royalties que tengas sobre las ventas de Queen.
—Bah, pamplinas.
Era un hombre inmensamente rico, con propiedades de lujo en Londres, Montreux y Nueva York y una cuenta bancaria inacabable. Podía gastarse lo que quisiera en regalos para Barbara, su madre, su hermana, Dominique, Elton, Straker, Phoebe, Terry. Le había comprado a Barbara infinidad de joyas de Cartier y carísimos perfumes, además de costear sus gastos en cocaína de primera calidad, darle dinero para mantener a sus hijos y pagarle una mansión en Acapulco, donde ella deseaba vivir en vez de en el Londres gris y lluvioso que él amaba.
Hubiera querido continuar grabando el disco inacabado que había dejado a medias con Queen, pero ya no sentía la música dentro de él.
Por eso despilfarraba y se entregaba a las locuras desalmadas que Barbara le proponía, en busca de algo que lo despertara y lo volviera a hacer sentir algo que no fuera el simple y puro vacío. Algo que lo calmara. Pero parecía que nada podía aliviarlo.
Estaba a punto de tocar fondo. Y después, ¿qué ocurriría? Aquí ya no quedaba nadie dispuesto a sacarle las castañas del fuego.
Si Leena hubiera estado con él habrían tenido una bronca descomunal. Ella no soportaba a las sanguijuelas y a las ratas que se le acercaban en busca de dinero y un pedazo de fama. Aún se arrepentía mucho de haberle gritado cuando ella lo puso frente a la verdadera cara de Paul Prenter.
Aquella noche él había salido furioso al escenario mientras Leena había desaparecido con Dominique por Nueva York.
Freddie entró en un impulso en el abandonado estudio al que ya apenas iba. Los discos y los libros permanecían inmutables, esperando a su legítima dueña. Nadie los había vuelto a tocar desde noviembre de 1991. Barbara le había sugerido retirar aquella gigantesca estantería de roble para poder hacer un vestidor para ella. Freddie había enloquecido ante la idea y habían discutido amargamente durante horas.
Se acercó al escritorio, sin darse cuenta que Miko se había colado detrás de él en un silencioso trote.
En un cajón había una foto. La foto que ella había tomado de ambos en Montreux, al poco de comprar la casa de Rue du Lac. Ella parecía feliz, aún cuando le escondía el más terrible de los secretos. Y él... parecía él mismo. El Freddie que siempre había sido.
Miko maulló y se frotó contra sus piernas de forma lastimera. Con el tiempo aquel pequeño diablo negro que había vuelto loco a Joe Fanelli se había ido calmando y convirtiendo en un gato cariñoso y necesitado de mimos.
—¿Qué te ocurre, pequeño?
El gato contestó con otro maullido urgente y Freddie lo tomó en brazos, con la barriga peluda hacia arriba. Como un bebé.
Fred era consciente de que se deslizaba peligrosamente hasta el abismo, pero nunca creyó que ocurriría así.
Pero tocó el fondo del más asqueroso pozo con sus manos cuando Barbara, adicta a todo, acabó por descubrir la heroína.
Y traiéndola a Garden Lodge.
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Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]
Fanfiction-Tienes que salvar a Freddie Mercury.- dijo Brian May. -¿Perdón? Y así fue como todo empezó. AVISO PARA NAVEGANTES: No es un fanfic soft. Habrá sexo gráfico, escenas de drogas, palabrotas y demás. Al final y al cabo, reflejar la vida de Freddie sin...