Hungarian Rhapsody

1.4K 109 9
                                    

Julio de 1986 - Budapest

El calor sofocante caía como una losa sobre la capital de Hungría mientras ellos llegaban al casco viejo de la ciudad en un pequeño crucero que navegaba sobre las negras aguas del Danubio.

El séquito de Queen había desembarcado unos días antes en quince camiones que transportaban el escenario de más de cincuenta y cinco metros de largo y que se tardaba dos jornadas enteras en montarlo y prepararlo del todo. 

Los días en que ellos tenían que cargar con su propio equipo, luces e instrumentos habían quedado largamente olvidados. Ahora podían permitirse el lujo de llegar cómodamente en un barco, contemplando las vistas más bonitas de Budapest.

—Ese es el Parlamento, ¿veis?— les señaló Brian, entusiasmado como de costumbre, cuando el barco pasó por delante de un majestuoso edificio barroco.

—¿Está a la venta?— bromeó Freddie, sentado sobre las escaleras que descendían a la proa del barco.— ¿Cuantos dormitorios tiene?

—¡Fred!— lo amonestó Jim, a su lado.

—Solo quiero saber si tiene suficientes habitaciones para el servicio.— dijo, fumando.— ¡Ops! ¿Eso no se puede decir en este país, verdad?

—¿Quieres que nos detengan y acabemos pasando la noche en una cárcel húngara?

—Bueno, eso depende, querido. ¿Son atractivos los policías húngaros? 

Jim resopló y Freddie le apretó los mofletes para besarlo a plena luz del día, cosa que él odiaba. Jim lo apartó con delicadeza, vergonzoso.

El barco disminuyó la velocidad y se acercaron a la orilla, donde una cantidad tumultuosa de gente rodeaba los coches que les llevarían hasta el hotel Marriot, que estaba a muy pocos metros. Hubieran podido caminar hasta él, pero la multitud no les hubiera dejado dar ni un paso.

Freddie se preparó para desembarcar y poner su mejor cara y actitud de estrella del rock, cuando unos periodistas húngaros los interceptaron a Deacky y a él en pleno descenso.

—¿Una pequeña entrevista, Freddie?

—¿Una entrevista?— se irritó al instante, incapaz de comprender porque siempre querían hablar con él, cuando su trabajo era cantar y actuar, no dar malditas conferencias.— Oh, no seas ridículo. No.

Se metieron en los coches que los llevaron hasta el hotel. La suite era amplia y luminosa, con vistas al Danubio. Jim estaba entusiasmado de estar ahí y Freddie se dejó llevar por su alegría.

—Deja que me cambie...— suplicó, entre risas, porque Jim le estaba bajando los pantalones con obvias ganas de hacer el amor.— Querido, tengo que ensayar con Brian la canción esa...

—Ahora no. 

—Bueno, pues que le den a Brian.

Hicieron el amor apresuradamente, con el teléfono sonando de forma insistente, demandando la presencia de Freddie. Él lo ignoró, centrándose en el velludo y firme cuerpo de Jim, sudoroso por el calor y el placer del sexo rápido.

Al fin un Brian muy ofendido vino a buscarlo, con la guitarra acústica en la espalda y un folio lleno de palabras que agitó en su cara.

—Joder, Freddie. Tenemos trabajo.

—Dios, qué santo coñazo eres, Brian. No puede uno echar un polvo en paz. Entra de una maldita vez.

—De verdad, Fred, cualquier día me cansaré de ti y se acabó Queen. ¿Me escuchas?— se quejó Brian, atravesando la habitación. Jim lanzó un grito y se tapó con las sábanas.— Hola, Jim.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora