The Show Must Go On

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Phoebe bostezaba a su lado cuando entraron de puntillas en Garden Lodge, intentando hacer el menor ruido posible.

—Shtsss. Están todos durmiendo.— dijo Fred en voz baja.

Eran las cinco de la mañana y afuera aún estaba oscuro. La casa estaba en penumbras y en silencio. Solo se divisaba la silueta de Delilah que había venido a recibirles.

—Yo me ocupo de las maletas, Fred.

—Gracias, querido.

La acolchada moqueta de las escaleras amortiguó sus pasos mientras subía arriba y se dirigía a la habitación del fondo.

Leena dormía de lado, abrazada a la almohada de él. Las llamadas diarias no habían sido suficientes para amortiguar cuanto la había echado en falta.

Procurando no despertarla se desvistió hasta quedarse en ropa interior. Desde que Joe estaba enfermo la temperatura de la casa se mantenía elevada, ya que su amigo no lograba retener el calor corporal. En la habitación flotaba un leve bochorno.

Le quitó su almohada de entre los brazos y la colocó en su sitio. Leena lanzó un gruñido animal en sueños. Se tumbó en el lado derecho de la cama, su lado, y observó cómo la luz de la luna se reflejaba en sus cabellos plateados.

Leena le palpó el pecho y abrió los ojos, confusa.

—¿Fred?

—Hola, encanto.

Ella parpadeó rápidamente.

—¿Estoy soñando o estás aquí?

—¿Si esto fuera un sueño, qué estaría haciendo yo?

Leena deslizó la mano dentro de sus calzoncillos, rozándole con suavidad.

—No llevarías calzoncillos, para empezar.

—Concedido.— Fred pasó las manos por debajo de la goma y se los sacó en un abrir y cerrar de ojos.— Aunque si fuera mi sueño, tú no llevarías un pijama de Mickey Mouse.

Ella sonrió a la luz de la luna y se sacó el pantaloncito y la camiseta de manga corta. Fred la estrechó contra él, recorriendo con sus labios la fina línea de su clavícula, con todo el cuerpo de ella estremeciéndose entre sus brazos.

—Dime que has adelantado el vuelo y que estás en casa.

—He adelantado el vuelo. Estoy en casa.— sonrió Fred, sin dejar de acariciar su pálida piel con los labios.

Leena suspiró de alivio.

+++

Solo había pasado cuatro semanas fuera, pero fueron suficientes para detectar el brutal cambio físico de Joe.

Joe siempre había sido delgado, pero en aquel momento debía haber perdido unos veinte kilos. Sus ojos estaban hundidos y cansados. Él no lo decía ni se quejaba nunca, pero Leena le había contado que el dolor era a veces insoportable, incluso con analgésicos.

Freddie estaba horrorizado ante lo que se avecinaba. Podía asumir la muerte de Joe, pero no la ausencia que dejaría en Garden Lodge. Llevaban diez años viviendo juntos. Era la familia que había elegido.

Pero delante de Joe, no flaquearía. Su sonrisa seguiría en su sitio. Hasta el final.

Observó a Leena cuidando de Joe como lo haría una hermana mayor. Siempre pendiente de él, hablando de tonterías que le hicieran reír, enseñándole insultos en finés.

Sabía que Leena era capaz de todo con tal de defender y proteger a quién amaba; aún recordaba la cara tumefacta de Paul Prenter después de que ella se la destrozara a porrazos. Pero nunca había visto aquella faceta suya tan tierna.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora