Keep Passing The Open Windows

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Junio de 2010 - Finlandia

—Oye, hijas de puta, ¡podríais ayudarme un poco!— gritó Leena, sacando del coche las latas de cerveza y la enorme bolsa con la comida y el resto de las bebidas alcohólicas.

Annia la saludó socarronamente con una mano desde la cabaña.

—¿No eras una mujer libre, fuerte e independiente, Lee?

—Hijas de puta las tres.— murmuró, cargando con todo lo que sus amigas habían dejado en el coche.— Cada año igual.

Ilsa había sacado los altavoces de su iPod y ya había puesto a todo volumen un insufrible disco de HIM. Se acercó a Leena solo para rebuscar en la bolsa hasta encontrar el vodka.

Dentro de la cabaña Martha hablaba rápidamente con su novia sueca, seguramente enfrascada en alguna discusión celosa, como siempre desde hacía meses. Leena dejó la comida en la cocina y salió con las cervezas para meterlas en el agua fría del lago Katuma.

—Muy bien, yo preparo la cena.— organizó Annia rápidamente.— Leena la leña y Martha...

—Martha está adentro discutiendo con Hedda. Otra vez.— comentó Leena.

—Jesús, es la peor historia de amor lesbiana de todos los tiempos.

—Pues Ilsa, te ha tocado preparar la sauna. Deja de suspirar por Ville Valo y ponte las pilas de una jodida vez.

—Vale, sargenta Haikinnen.

Leena se dobló las mangas de su camiseta blanca de 'A Night at The Opera' para poder cortar leña más cómodamente. Cuando Ilsa se largó a la sauna aprovechó para cambiar la música y poner una playlist de Black Sabbath.

Como cada año desde que las había conocido, pasaban juntas el solsticio de verano en una cabaña alejada de la civilización, de la misma forma en que lo hacían la mayoría de los finlandeses. La única norma establecida era que novios y novias no estaban invitados.

Claro que ni Annia ni ella debían preocuparse por eso. Annia estaba soltera y estaba tonteado con un encargado de la sala Tavastia que habían conocido en un concierto.

Y ella nunca había tenido novio propiamente dicho. Porque no soportaba los lazos y los compromisos que los hombres le acababan por exigir. Llevaba meses acostándose regularmente con Mathias, guapísimo y encantador, además de con otros tíos que conocía en los bares de Helsinki, pero nada más.

Acabó de cortar la leña al ritmo de la voz de Ozzy Osbourne, salpicada de barro, hierba y tierra, para variar. Encendió el fuego y ayudó a Annia a colocar el salmón, las patatas y las salchichas alrededor para que se asaran.

Ilsa anunció que la sauna estaba lista.

—¿Quieres ofender a los dioses del bosque entrando así de sucia en un lugar sagrado? Ve a quitarte la mugre.— la instó Ilsa, cortándole el paso a la sauna.

Leena se desnudó y se tiró al lago Katuma, deleitándose en el agua fría que la cubría, hasta que Martha la llamó para entrar en la sauna.

Sus amigas ya estaban desnudas y sentadas sobre el banco de madera, cubiertas de un purificador vapor. Leena se tumbó frente a ellas y abrió una cerveza. El ritual de la sauna podía ser algo que pocos turistas comprendían. Meterse todos desnudos en una habitación llena de vapor, sin pudor alguno ni ningún tipo de insinuación sexual. 

Las cuatro disfrutaron en un silencio cómplice de aquella tradición que su pueblo llevaba practicando desde tiempos ancestrales, hasta que el cuerpo les pidió salir y corrieron todas hasta el lago, lanzándose al agua entre gritos y risas.

Any Way the Wind Blows [Freddie Mercury]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora