Capítulo 2:3 -Presentación desastrosa

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Recibí felicitaciones por parte de Dalila, quien estaba demasiado seria como para siquiera mirarme. Quizá agité un poco las cosas en la Pedalja al asesinar al jefe final de la mazmorra, pero es algo que necesitaba hacer.

Ella me recibió el slime enjaulado con una sonrisa forzada y me permitió conservar el otro como un recuerdo por mi primera entrada en la mazmorra.

Adhela ahora me está cargado hacia mi habitación, como la noche ya cayó fingí un gran cansancio para ser llevado cargado, a esta hora probablemente mis compañeros o compañeras de cuarto ya estén preguntándose de quién es la maleta que hay sobre la cama vacía.

En el trayecto abría casualmente los ojos para apreciar los alrededores, y en una de las esquinas cerca del restaurante alcancé a apreciar un estudiante con el pasatiempo de mercader, aunque no parece que le vaya muy bien en sus ventas, porque realmente tiene la mercancía completa... no ha vendido nada.

Pasé de él mi atención y nuevamente me centré en tratar de dormir, hasta que la puerta de mi cuarto estuvo a menos de un metro de distancia.

Toc.. toc... toc...

La sirvienta toqueteó levemente la puerta con sus zapatillas, y tras unos segundos se escucharon pasos acercándose con presura. No puedo estar nervioso porque no es una situación que amerite mi madurez mental, lo único que me pondría verdaderamente en aprietos probablemente es ser violado por un orco de tres metros con un miembro de 60 centímetros.

Eso sí es muy aterrador, pero de resto las cosas me valen verdaderamente poco. Estar para mí en este mundo es como desarrollar el modo historia de un videojuego, no me parece tan necesario, pero deseo conocer todo la historia en el mundo, después de todo el mismo Color me dijo que lo diseñó específicamente para mí. Además no tengo otra cosa que hacer, y verdaderamente es imposible para mí hacer lo que quiera.

Adhela me baja al suelo con delicadeza y empieza a golpear levemente mi espalda para despertarme, ante lo cual doy un bostezo largo algo forzado y tras restregarme un poco los ojos, finalmente me pongo de pie por mí mismo, soportando el peso del inventario.

La puerta entonces se abre con la lentitud de una película de suspenso. —Buenas noches señoritas. Les presentaré a su nuevo compañero de habitación, su nombre es Arthyr Qwertyan de Lanihí.

Di un paso dentro de la habitación y realicé una reverencia muy minúscula, manteniendo la mirada hacia el suelo. Posteriormente observé todo lo que estuviera disponible, y no me sorprendí demasiado al observar a tres chicas.

Una con un cabello rojo corto muy hermoso, aunque algo descuidado. Lo que me parece extraño es que tiene los dientes afilados, como si fuera un tiburón o una víbora. Ella viste un pijama de tono azul oscuro que la cubre casi por completo y parece un poco mayor que yo.

A su lado hay prácticamente un contraste suyo, una chica que tiene cabello blanco largo y tiene una mirada compasiva. Parece tener la misma edad de la primera, pero es mucho más tímida, presto que se oculta detrás la pelirroja. Viste también un pijama, pero de un puro tono blanco que se confunde con su cabello.

La última chica está cruzada de brazos recostada en una pared, tiene el cabello negro largo y una mirada que prácticamente grita peligro para cualquiera que la perturbe. Ella está vistiendo el uniforme femenino de la Pedalja, pero claramente incumple algunas reglas básicas, como el tamaño de la falda. Y debo decir que es la única que parece de mi edad en este cuarto.

—Albricias de tenerte con nosotras. Me llamo Derrien L'Boa del Crótalo Rojo. Un gusto conocerte.

La que me habla amablemente es la pelirroja, quien es claramente más alta que las otras dos. Muy contrario a su apariencia, posee unos modales increíblemente marcados, quizá su cama sea la más recatada de todas y posiblemente le gusten los colores opacos.

A continuación la chica de cabello blanco salió de detrás de su amiga pelirroja, y se inclinó levemente. —Encantada de conocerlo. Me llamo Zullah Ficcama de Venuem. Espero que nos llevemos bien.

A pesar de su actitud tímida no tartamudeó ni una vez, eso demuestra que posee firmeza en el arte de la oratoria. Algo increíble en una niña de más o menos siete años. Su cama debe ser obligatoriamente la más blanca y pura de todas.

Dirigí mi mirada expectante hacia la última residente, quien cerró los ojos por un instante, antes de dar un resoplo de resignación. Como si no quisiera definitivamente estar en esa situación.

—Princesa Liliam Noahí de Pacifae.

Permanecí paralizado por unos segundos ante su presentación, su actitud fría y el hecho de decir literalmente su título me hacen saber es difícil tratar con ella. Al dar miradas por la habitación alcanzo a observar elementos demasiado caros de los que no me había percatado la primera vez que entré, posiblemente le pertenecen a esta niña.

Sin darme una sola palabra de consejo, Adhela cerró la puerta de la habitación y desde el otro lado escuché un breve susurro. —Suerte —. Yo empecé a caminar silenciosamente hacia mi cama, hasta que escucho un llamado imperativo.

—¡Alto ahí ladrón!

Me paralicé instantáneamente ante las palabras de Liliam, y con lentitud giré en su dirección. La confusión me asalta a mano armada y no poseo defensa alguna, pues desconozco mi crimen.

Afortunadamente mi mirada de desconcierto compadeció a las otras dos chicas, en especial a Derrien, quien se acercó hacia mi oído a susurrar algo.

—Al parecer desapareció uno de sus treinta y dos cuchillos de cocina y te ha inculpado desde que llegamos.

¿Pero qué? Treinta y dos cuchillos, ni siquiera yo me puse a contarlos. Acaso es una obsesión suya el estar contando cuchillos de cocina, se supone que es una princesa, para qué demonios tiene esa colección.

—¡Oh, lo siento mucho! Yo... tomé uno prestado.

—¿¡Con permiso de quién!?

La voz violenta de la chica casi me hace caer de espaldas, mientras que su presencia solo me hacía retroceder. Ella empezó a caminar en dirección mía, hasta que quedó a un paso de mí.

Posteriormente extendió la mano, claramente esperando que yo le diera el utensilio que perdió. Con rapidez esculqué mi cinturón de herramientas y saqué el cuchillo, pero cuando estaba a punto de entregárselo me di cuenta de que estaba totalmente manchado de la sangre del dragón de la mazmorra.

Me aseguré de ocultar rastros de ese monstruo en mis ropas, pero olvidé por completo el elemento que utilicé para asesinarlo. Estuve a poco de dárselo, empero, me es arrebatado con gran velocidad por la pelirroja.

—¿Acaso asesinaste a alguien?

Su pregunta fue calma, pero plagada de una curiosidad enfermiza. A su lado está Zullah, quien observa el filo del cuchillo para cortar verduras, su mirada parece bastante interesada, lo suficiente como para que su expresión tímida cambie a una seria.

—Hierba venenosa roja, ¿por qué hay residuos tóxicos en la hoja del cuchillo?

Me sorprendí enormemente, al parecer la chica de cabello blanco sabe mucho de venenos. Quizá se especialice en el arte medicinal, así que debe ser normal. El problema en cuestión es que no sé qué responder, podría intentar mentir al respecto.

O simplemente modificar la verdad debería bastar, es cierto que estuve en la mazmorra, lo que me beneficia bastante. Ahora debo pensar en una criatura con sangre de tono rojizo que habite allí con la que un niño de mi edad pueda lidiar.

—Y más importante aún, ¿por qué hay sangre de dragón?

Mis pobres intentos por generar una respuesta racional se derrumbaron inmediatamente, pues la niña de cabello rojo aparentemente conoce el tipo de sangre.

Eso me deja en problemas...

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora