Capítulo 8:1 -Parca

148 37 0
                                    

Los ojos de Richard se desconcertaron ante mi sonrisa pura y sin sentimientos negativos, hasta que mi mirada se tornó sombría y empecé a mostrar la locura que puede habitar en mí. —O eso sería lo que diría si no supiera que hay una mejor forma de arrepentirse... —, saco la pistola del bolsillo y descargo el cargador completo en el chico, mientras me río como un desquiciado, esta hermosa sensación es irremplazable... la venganza es dulce.

Lo veo desangrándose en el suelo, mientras escucho que los otros menores del lugar se despiertan para observar lo que ocurre, al igual que los guardias, quienes están notablemente alterados. Doy una última mirada al desgraciado, quien estira su mano hacia mí, antes de perder sus últimos signos vitales.

Sin importarme el hecho de ser observado, abro el portal allí mismo y me muevo a otro sitio donde nadie me observe. La brecha me deja justo en un callejón, posteriormente me muevo hacia una floristería que queda muy cerca, compro un ramo de flores de gran valor y me lo llevo hacia otro sitio.

En el camino el efecto de la hierba se pasa y retorno a mi estado infantil, por lo que me veo obligado a esconderme durante la metamorfosis, después de un cambio de ropa a través del inventario continúo mi camino hacia el cementerio de la ciudad. Es un espacio público donde cualquiera puede entrar, así que no tengo ningún problema al respecto.

Tras un par de vueltas en el enorme panteón, llego a un sitio específico, una tumba clásica en la tierra. En la descripción está el nombre de mi madre, por lo que sin pensarlo mucho dejo allí el ramo de flores, mientras me siento un rato para hablar con ese trozo de piedra, pues sé que mi madre no está ahí.

—Me pregunto qué clase de aventura estarás viviendo, debes tener ya otros hijos que llenen la ausencia nuestra. Me pregunto si te arrepientes de tu partida o si por el contrario agradeces la nueva vida.

Permanezco un largo rato en silencio, mientras observo la lápida, luego observo todo a mi alrededor y me doy cuenta de que verdaderamente es imposible la existencia de los fantasmas, pues todos reencarnan en una nueva vida con mejoras con respecto a la primera que se tiene. Incluso hay reencarnados de otros mundos en el planeta Tierra, solo que se adaptan a la sociedad desde su nacimiento y en el futuro se vuelven personas muy importantes.

¿Quiénes podrían haberlo sido? ¿Acaso Einstein? ¿O mejor Tesla? Sus aportes no parecían de este mundo, por eso se consideraban ocasionalmente incorrectos. La perspectiva de la realidad se hace demasiado amplia si te pones a pensar en el hecho de que cualquier persona podría ser reencarnada, pero nunca te das cuenta de ello a menos que te lo cuenten, y que yo sepa nadie ha revelado provenir de otro mundo.

Eso es porque temen el rechazo, no hay otra razón que me resulte más lógica que esa, temen el rechazo en su nuevo mundo a causa de provenir de otro. Sería verdaderamente triste ser abandonado por el solo hecho de no ser nato de la Tierra, incluso cuando tus acciones fueran las mejores cierto rechazo se podría formar.

Me pregunto si existe un planeta donde se tiene formalizado el concepto de la reencarnación, pues aquí en la Tierra solo es parte de las creencias religiosas Hinduistas. —Espera un momento —, al dar un vistazo efímero sobre la tumba a mi derecha, me doy cuenta de que está bastante pintada y notablemente dañada por sus esquinas.

Me levanto con rapidez y observo el nombre, no puedo evitar derramar lágrimas al ver el nombre allí escrito, caigo de rodillas al instante y mientras mis dedos se hunden en la tierra de ese entierro. "Aquí yace William Salinas, un gran hombre y maestro, en paz descanse. 19XX – 20XX".

Me levanto rápidamente para observar la parte de atrás y no puedo evitar sentir algo de remordimiento, pues varios mensajes están escritos con diversos elementos o tallados a la fuerza. "Pedófilo", "Mentiroso", "Púdrete", "Hijo de puta" y "Arde en el infierno".

Le doy un abrazo a mi propia losa mientras rompo en llanto allí mismo, herido de alguna manera por esa realidad que todavía me perseguía, una realidad que aunque quiera negarle a mi moral sigue siendo la verdad.

De repente, el ambiente se torna frío, es entonces cuando siento una presencia muy poderosa que se acerca a mí. Escucho el gruñido de un perro rabioso, y los pasos de alguien que lo acompaña, de repente empieza a llover a cántaros, a pesar de que hace unos segundos el cielo mañanero estaba despejado.

—Yo ya había tomado tu alma, ¿qué haces aquí William?

Ante sus palabras me sorprendo notablemente, de inmediato levanto la mirada y observo a la mujer que se encuentra cubierta por un velo de color negro, al igual que todo su vestido. En la mano sujeta la correa de ese enorme perro negro que desea despedazarme en cuanto tenga oportunidad, ese calco y presencia, sin duda alguna debe tratarse de una entidad poderosa.

—¿Tú quién eres? —. Me levanto de repente, dándole una mirada fría a la mujer, cuya expresión desconozco por completo.

—Soy la parca de este mundo —, ante sus palabras sentí un ligero temblor en la piel, ante lo cual el perro reaccionó rápidamente, gruñendo en una rabia inmensa. —No sé cómo regresaste, pero te pido que vuelvas al mundo del que provienes, no puedo tomar tu alma por segunda vez.

Su tono es suave, al igual que su actitud, no parece dispuesta a atacar. —Supongo que te enteraste de mi presencia por el trabajo que te di —, digo refiriéndome a los muertos que dejé a mi paso.

—Eso no es nada la verdad. Les diste muertes más efímeras de las que yo tenía planeadas, quería que sufrieran un poco más antes de perecer, pero arruinaste mis métodos.

—Supongo que te debo una disculpa —, me inclino levemente ante la mujer del manto negro, cosa que por fin apacigua la cólera del perro negro, quien se sienta y saca la lengua. —Me iré por ahora, pero volveré cuando sea necesario.

—Entonces te pido el favor de que cuando regreses no mates a nadie, arruinas el ciclo natural que el mundo tiene previsto, cortas hilos destinados a ser más largos por naturaleza.

—Está bien, hasta la próxima —, sin más rodeo abro un portal directamente hasta mi habitación en Siradel y dejo la Tierra por ahora. Pues tengo muchos cabos que debo atar todavía en este planeta, tengo unos hijos de los cuales preocuparme y unas mujeres por las que quiero velar.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora