Capítulo 9:2 - Un sitio descuidado

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Tras dos días de camino finalmente me encuentro a las puertas de este pequeño pueblo del occidente de Lanihí, no parece la gran cosa a decir verdad, hay casetas de madera y el único límite del pueblo es un cercado de madera de baja calidad. Hace tan solo dos meses se anunció la compra de este terreno por parte de un comerciante muy rico de nombre Ricchie Riccón, pero no parece que desee invertir demasiado dinero en este sitio, pues no ha metido mucha mano de obra que digamos.

—¿Podemos ayudarle en algo? —. Un guardia de armadura barata me habla, mientras sostiene una lanza con la que me apunta, no parece muy dispuesto a dejarme entrar sin una justificación, ¿acaso están escondiendo algo importante dentro o algo así?

—Yo vengo por el anuncio de formación como guardia, una de las repartidoras me dijo que podría pasar si mostraba esto —, de inmediato saco de entre mis prendas un objeto que parece hecho de acero, tiene una forma levemente alargada y no pesa mucho, no es más grande que un dedo.

—Puede pasar entonces —, sin siquiera fijarse en mis uñas azules, producto de la maldición del mentiroso, abrió las puertas de madera y me dejó pasar sin preguntar más. Fue inevitable que mis sospechas del lugar empezaran a crecer, ¿será acaso un sitio de secuestros?

Mis pasos me llevaron hacia el centro del pueblo, donde hay más casas hechas de madera, y en el centro de todo hay una gran cantidad de personas sentadas en el suelo, con algunas pertenencias a sus lados. Todos bastante jóvenes, tal y como lo decía el anuncio, entre los 18 y 24 años de edad.

Paseé la mirada por cada uno de los presentes y conté cincuenta personas sin incluirme, y aparentemente vendrán más. Para cuando llegó el medio día me sorprendí bastante cuando llegó una caravana de carruajes con alimentos, los mismos que nos repartieron a todos sin excepción, tanto a hombres como a mujeres.

Los rostros son muy diversos, hay caras amables, miradas solitarias y aspectos de temer. Pero definitivamente nadie desea ponerse a socializar a estas alturas, todos estamos comiendo con un silencio sepulcral, como si todos hubiésemos vivido situaciones difíciles que nos impiden entablar una conversación tranquilamente.

Las palabras de esa chiquilla no parecen ser tan ciertas ahora que estoy aquí, ella dijo que se promovían los derechos de todos y la igualdad, precisamente es porque todos aquí somos desiguales. Noto una tensión creciente en los rostros de todos, pues es más que claro que la diversidad de ciudades y reinos puede derivar en cualquier momento en un conflicto, solo falta una chispa que encienda la mecha.

—Muy bien, creo con ustedes es suficiente —, habla un sujeto de cabello negro cortado muy bajo, viste una extraña ropa de color verde oliva que desconozco por completo. ¿De qué reino proviene? Nunca había visto a una persona con ese tipo de ropa.

—¿Todos tienen con ustedes el objeto que dan las repartidoras? —. Preguntó mientras alzaba a la vista de todos el extraño objeto que debimos obtener al momento de aceptar venir a la aldea para formarnos como guardias. Vi como las otras personas aquí presentes sacaban de entre sus ropas el mismo elemento, a lo que yo también lo saqué y lo elevé como todos.

—Perfecto. Déjenme decirles quien está frente a ustedes, soy el exsargento Nicholas Rojas, miembros de las operaciones especiales e instructor especializado de la policía. Vine a este pueblo a formarlos, así que tranquilamente puedo decir que están oficialmente bienvenidos al infierno, ¿alguno de ustedes desea retirarse en este momento? Es su última oportunidad.

El silencio fue su única respuesta, por lo que simplemente empezó a reírse. —Eso es perfecto, todos están dispuestos a entregarme sus cuerpos para que yo los convierta en máquinas de guerra —, ante tal declaración sentí un ligero estrujón en mi corazón. —Saben, yo estoy bastante loco y creí que el último lugar al que iría sería el manicomio, nunca pensé tener un último curso de entrenamiento. Ya me dijeron como son las cosas por aquí, no me sonó tan descabellado a decir verdad y no me importa en lo más mínimo que todo esté regido con magia. ¡A partir de ahora ninguno de ustedes tiene permitido utilizar magia.

Una sorpresa colectiva apareció en el rostro de algunos presentes, como si temieran lo peor. —¿Ven esa caja? Quiero que pongan sus varitas mariconas ahí y sin acaso tienen armas también pueden dejarlas sin ningún problema—, con mucha desidia algunos de los presentes se pusieron de pie y echaron sus elementos de conjuración, al igual que espadas, hachas o cuchillos que estuvieran ocultando.

—Perfecto —, el exsargento mira el reloj que está en su mano, parece uno muy extraño, como si perteneciera a una época diferente a la nuestra. —Tienen treinta minutos para elegir sus casas, no quiero a nadie llegando un minuto tarde, estas casas están construidas para albergar a ocho personas cada una, así que elijan correctamente con quien pasarán los próximos seis meses.

Me moví de inmediato a la primera caseta que tenía a la vista, y únicamente dejé mi abrigo largo, quedándome solo con una camisa blanca delgada sin mangas y un pantalón de tela suave oscura, en conjunto con unos zapatos cafés. Antes de salir de la casa me miré en un espejo y contemplé mi rostro, lleno de hematomas púrpuras que se producen por la maldición del mentiroso.

Mi cabello castaño y rizado está muy abundante, tanto que casi alcanza a cubrirme los ojos grises que han caracterizado al clan Yura por décadas. En mi cuello luce el collar con las fotografías de mi madre y mi antigua prometida, tengo una mirada bastante deprimente, supongo que no se puede cambiar a estas alturas.

Al abrir la puerta encontré a varias personas que al igual que yo pretendían quedarse en esta casa, así que salí sin mirarlos demasiado y sin cruzar tampoco palabras, pues de verdad no es algo que yo desee hacer ahora.

Cuando el tiempo se cumplió, todos estábamos nuevamente reunidos en filas frente a Nicholas, quien estaba con su pulcra presencia ante nosotros. De alguna manera la tensión se había ablandado para muchos y los murmullos habían empezado a nacer mientras esperamos las palabras que nos quiera dirigir.

—¿Qué tipo de espadas crees que nos den? —. Alcancé a escuchar al sujeto que está a mi derecha, parece un verdadero vándalo. Eso es en lo primero que piensas las personas como él, no tengo nada en su contra ni estoy en la potestad de juzgarlo, pero sinceramente es demasiado precipitado pensar en eso.

—Sé que puede parecer un poco precipitado, pero... ¿Qué les parece si salimos a trotar para calentar un poco los músculos?

Ante las palabras del exsargento muchos empezaron a reírse, subestimando por completo al hombre de cuarenta y tantos, pues su propuesta parece realmente tonta.

—Pues veamos de qué estás hecho viejo.

El bandido que preguntó eso fue el mismo que habló de las espadas, lo que le sacó una sonrisa al adulto, una que no olvidaríamos jamás.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora