Capítulo 11:3 - Placer forzado

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—Señorita Afraité...

—Shhh, tú cálmate mi lindo Rytha, te prometo que sentirá bien.

Ella se relame los labios mientras observa a su presa totalmente sumisa ante sus deseos, su pene está alineado con el ano del chico afeminado, está incluso un poco nerviosa por lo que hará, pues desconoce las consecuencias que podría acarrear después.

Se sentirá muy bien mientras esté en el momento de cachondeo, pero luego, con las mentes un poco más bajadas de humo, quizá sea imposible volver a cruzar palabras de la misma manera, incluso podría desarrollarse un sentimiento de odio y es lo que menos desea la hermafrodita.

—Pero si no quieres esto, puede decírmelo y ya, no te juzgaré si no quieres hacerlo conmigo —. Optó por ser sincera, a pesar de lo egoísta que fue al principio, lo normal en este caso sería llevar las cosas hasta el final, no cortarlas cuando el mayor cambio está por pasar.

—Yo quiero esto señorita, se siente bien... por favor, ayúdame a sentirme mejor.

Una sonrisa de felicidad apareció en el rostro de la chica, quien continuó entonces con lo que había dejado pausado. Procedió a introducir su miembro en el ano del pelinegro, quien arqueó la espalda con cada centímetro que se deslizaba en su interior, estando completamente dilatado su recto no hubo sangrado o dolor desgarrador, solo una sensación incómoda.

Afraité empieza a mover sus caderas con una gran lentitud, provocando que el azabache se retuerza ante la nueva sensación que está experimentando, cada vez que ella golpea con la punta el interior de él sin saberlo presiona su punto G. Esto genera en Rytha gemidos pronunciados, que emocionan a la pelimorada y solo funcionan como combustible para la llama de su intensa lujuria.

La velocidad de las estocadas se vuelve cada vez mayor, los que provoca chirridos provenientes de las patas de la mesa en donde llevan a cabo tal acto. Mientras que ella lo está penetrando, con una de sus manos agarra su falo suelto y empieza a masturbarlo, provocando que en este aparezca una nueva erección, cosa que acrecienta los estremecimientos en su pequeño sirviente.

El sonido de las carnes chocando se intensifica cada vez más, lo que para Rytha era incómodo en un inicio ahora supone algo placentero, incluso está apoyando los movimientos de cadera de Afraité con su propio cuerpo. Su pene está completamente erecto de nuevo y está siendo manejado con destreza por la chica, quien tiene los ojos perdidos por la excitación que está desbordándose.

Tras una intensa ronda ella termina corriéndose en el recto estrecho del pelinegro, ante lo cual cae rendida sobre él, ante lo cual el chico se mueve con cuidado dejándola recostada boca abajo en la mesa. Él se acomoda detrás de ella y le levanta la falda, sin pensarlo mucho mete su miembro en la vagina de Afraité, quien libera un ligero quejido al sentir su interior siendo frotado por el miembro viril del jovencito que acaba de recibir su carga completa.

—Anda Rytha, no sabía que fueras un goloso.

El pelinegro empieza a moverse con la misma intensidad que ella había mostrado anteriormente, provocando que ella empieza a empujarse sobre la mesa hasta que su cara chocó con la pared. El trasero redondo de Afraité libera un sonido mucho más complaciente a oídos de Rytha, quien se mueve con velocidad, mientras que mete la mano derecha por debajo de la falda para hacerla sentir bien también por su miembro.

No obstante, allí no se detiene, pues con los dedos de su mano izquierda empieza a explorarle el ano, llenándola con varios puntos de placer al mismo tiempo, lo que tarde o temprano desencadenará un orgasmo.

Los minutos transcurren y las posiciones también, pero al final solo andan en busca del placer. Tras media hora de estar sudando por fin han agotado todas sus energías, ella está completamente despeinada al igual que él, quien está dormido en el piso con la cabeza recostada sobre las piernas de Afraité.

La hermafrodita lo toma entre sus manos y se lo lleva a dormir a su recámara, se da una ducha rápida y después va a por un par de comidas, para ella y Rytha. Mientras que él duerme plácidamente ella lo mira con ojos deseosos de volver a repetir lo de hace rato, pero se contiene muy bien y lo deja descansar.

—Te voy a entrenar Rytha, me darás placer, mientras que yo te daré todo mi apoyo, te lo prometo.

Susurra mientras se acerca a su siervo para plantarle un beso en los labios, después se va de allí, dejándolo completamente agotado. Con el ano dilatado y los testículos escurridos casi al extremo.

...

Mientras tanto, en un lugar muy diferente, se puede ver a una chica de cabellos castaños sentada en la rama de un árbol, en tanto que observa a la distancia a una muchacha recolectando flores y jugando con las mariposas.

En su pecho hay una placa que indica su pertenencia a las Orquídeas, y sobre su cintura porta una funda donde guarda una espada curva con detalles dorados.

—¿Hasta cuándo estará allí jugando? Princesa Yrina.

Ella pregunta antes de saltar desde el enorme árbol, cayendo con gracia sobre sus pesadas botas de soldado, llamando la atención de la princesa de cabello negro, quien simplemente le dirige una sonrisa dulce antes de oler el aroma de sus flores.

—No te desesperes Hardia, solo llevamos una hora por fuera de los muros del palacio. Quiero darle esto a mi hermanita menor, pronto partirá a la academia real del sur y debo desearle la mejor de las suertes.

—Ella dijo que no asistiría a la misma de usted, ¿es acaso por cuestiones de competencia?

—Así es, está más que decidida a quitarnos el trono a Heilatt y a mí. Es una chica algo terca, así que no me extrañaría que lo terminara haciendo.

—¿No le preocupa que termine quitándole la corona? —. La castaña se acerca a la princesa, observándola fijamente, ante lo cual la futura monarca únicamente sonríe.

—Eso no importa realmente, te tengo a ti y con eso es más que suficiente.

—Por favor su alteza, no diga esas cosas tan a la ligera.

—No dices lo mismo cuando estamos en la cama, te gusta la forma en que lo hacemos y lo sabes, incluso disfrutas cuando llamamos a otras sirvientas para que nos acompañen.

—Hará que me sonroje princesa Yrina —, la miembro de Orquídea desvía la mirada, pero entonces su rostro es atrapado por la pelinegra, quien le planta un beso en los labios.

—¿Por qué no hacerlo?

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora