Capítulo 8:4 -Condena

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En el suelo, se puede apreciar cómo agoniza la última súcubo que quedaba con vida. Precisamente se trata de Vicaria, aquella que estableció tantos vínculos con Arthyr. La boca le sangra notablemente y en sus ojos se pierde lentamente la luz que solía emanar, ya no está esa malicia sensual que solía demostrar en los momentos más íntimos.

La responsable de dejarla en tal estado no fue otra sino Dalila, de hecho, la peliazul acabó todas las demonios con su magia base. Los profesores se centraron en la evacuación, mientras que otros observaban el actuar de la chica, esperando que cometa el más mínimo error para acusarla.

Cuando la calma parecía querer volver a reinar, un fuerte estruendo se escuchó desde una de las paredes externas. Desde donde apareció un Arthyr con mirada perdida, como si quisiera ser dominado por el otro que vive en su cabeza, ese que lo hostiga para que cometa los más horribles actos.

—{Hazlo}

Escucha el usuario de la sangre de dragón, mientras observa a la directora con una profunda ira que se asimila con la eternidad. En su mano sostiene el diente de dragón con el que derrotó a Heilatt en aquella ocasión, Dalila al verlo de inmediato prepara un conjuro mágico de viento tipo cuchilla, el cual es esquivado con una facilidad enorme.

La directora al notar su situación decide emplear la electrificación, para poder mover su cuerpo a una enorme velocidad, dejando así muy atrás al descontrolado berserker que ahora desea hacerla pedazos. Varios profesores hacen el intento por unirse al combate y apoyar a la chica proveniente del reino de Koss, pero son detenidos por otros.

El diente de dragón impacta sobre las superficies y levanta una enorme cantidad de polvo, sus garras también crean escombros debido a la velocidad con la que son blandidas, todo rastro de consciencia empieza a extinguirse en el chico. Ahora no estaba luchando Arthyr, estaba a cargo de los controles el otro, ese que nació en una noche de drogas con el propósito de matar a Francisco.

—"Esta aura ominosa, es mucho más gigantesca que la que se sentía normalmente. Es como si se tratara de una persona totalmente diferente, una persona dispuesta a traer la destrucción del mundo".

Piensa Dalila mientras esquiva los golpes mortales del monstruo que la sigue a cada rincón, ni siquiera le da tiempo para conjurar un hechizo, pues en cuanto ella se quiere concentrar aparece frente a ella dispuesto a asesinarla con el primer golpe que le dé.

—"Este no es Arthyr, es alguien que vive en su interior, puedo sentirlo".

Ella vuela con gran velocidad, y en cuanto tiene oportunidad arroja una lluvia de relámpagos al pseudo-dragón, este en vez de esquivarlos los contra-resta utilizando una enorme llamarada oscura que nace de su boca. Es como si no sintiese dolor otra vez, es una mente que está destrozada realmente y no está dispuesta a ceder ante nimiedades o limitantes que pueden superarse con el poder de la mente.

Es un ser que conoce los secretos del dolor y es capaz de encerrarlo en el fondo de sí mismo para continuar con su oscuro propósito, desea entregar muerte a como dé lugar. —"Este es mi verdadero enemigo, ya no tengo la menor duda de ello".

Con su resolución recuperada ahora es ella quien toma el rol activo en el enfrentamiento, y sin escatimar esfuerzo alguno empieza a disparar ráfagas de aire comprimido junto a lluvias de relámpagos, que al impactar en Arthyr tienen un efecto mortal sobre su cuerpo.

Mientras que el efecto parálisis lo acedia, Dalila bebe una poción de magia, con el propósito de mantener por más tiempo sus conjuraciones en general. —Quieto como el tiempo y hermoso como en el primer momento, disparo de petrificación —, teniendo a su enemigo al tiro, sin siquiera pensar en el hecho de estar siendo observada por quienes podrían ser sus enemigos, conjuró el disparo de petrificación y el cuerpo del mensajero se hizo piedra al instante.

Quedó allí como un monumento, sosteniendo en su mano el colmillo de dragón, mientras que sus rasgos de dragón se enmarcan en gran medida. —¡Lo siento! —. Grita Dalila con todas sus fuerzas al ver su tarea ya culminada, pero no tiene más tiempo para pensar, pues una tos sangrienta la azota de inmediato, por el uso de la conjuración profana.

Parecía que ya todo se había terminado, pero no era así. Detrás de ella apareció un anciano de cabello blanco, con rasgos de sabiduría y experiencia en la vida. Se trata de Petermin Buckla, el director superior de la Pedalja.

Él pasea los ojos por todo el primer piso, que recibió las consecuencias de una brutal batalla entre la última de los Jieonni y un grupo de demonios que aparecieron de la nada.

—Fui claro contigo con respecto a la ley, ¿verdad Dalila? —. La peliazul se pone de rodillas y postra contra el suelo su frente.

—Estoy lista para aceptar mi castigo, pues ahora que mi tarea se ha completado no tengo más razón para existir.

—¿Sabes? Es una lástima que tu clan se extinga contigo. Pero las órdenes de la realeza no deben desobedecerse, se te prohibió el uso de ese poder oscuro precisamente por las consecuencias que acarreaba para ti misma. El rey te estaba dando la oportunidad de sobrevivir y darle una nueva oportunidad a todo tu clan, que se extinguió por estar jugando con magia que no comprendemos todavía.

Petermin mueve su mano derecha y de inmediato aparecen un par de sogas mágicas que atraparon a la chica de cabellos azules.

—Una semana, tendrás una sola semana para arrepentirte de todos tus pecados, antes de arder en la hoguera mientras eres vista por todos los estudiantes a los que ingresaste al primer peldaño.

Su radicalidad iba de acuerdo a su personalidad, no tuvo la más mínima compasión a la hora de condenar a la chica que llegó a considerar como su propia hija. La punzada en el corazón es profunda, pero la soportará para demostrar que su voluntad es más dura que el acero.

Varias personas que están presentes durante las declaraciones empiezan a reírse por lo bajo, incluida Dupreé, quien siempre le tuvo una profunda envidia a la joven prodigio. —"Sufrirás en el Oasis del cambio... perra", "disfrutaré viéndote arder en la hoguera" y otros tantos pensamientos están presentes en las mentes de esas personas, que han sido cegadas por la más profunda y horrenda envidia...

Mientras tanto, en un espacio en blanco fuera de la dimensión, se puede observar a un hombre despertando. Lleva puesto un traje elegante de maestro y no parece muy contento... este sujeto es, sin lugar a dudas, William Salinas.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora