Capítulo 14:5 - Heraldo del cielo

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—Estás tratando de verme la cara niño, sé que no existe una forma posible de curar la marca del mentiroso, así que no me vas a engañar —. Ella se muestra escéptica ante lo que dice el pelinegro, pues en sus años de vida a conocido varios casos donde la marca del mentiroso ha intentado curarse, y antes de beneficios parece que todo resulta mucho peor para la persona que trata de librarse.

—¿Acaso no has escuchado sobre el pueblo de Dalila? —. Ante la mención de dicho sitio ella se pone algo tensa, como si no le agradara la idea de que un lugar tuviera el nombre de la chica que tanto admiraba.

—He escuchado de este sitio, de hecho, el rey partió recientemente con su hija con la esperanza de que su maldición sea curada. En el hipotético caso de que sea cierto y la princesa quedé sana de su maleficio, solo quizá entonces intente pedirle al director Petermin que me permita viajar para librarme, pero iré personalmente hasta allí. Tú no tienes nada que ver con eso —. La mención del rey a Dalila toma por sorpresa al pelinegro, pero ni Teddier ni Vicaria se han intentado comunicar con él para hacer algún encargo como curandero, por lo que él decide otra cosa.

—Vuelvo en unos minutos —. Sale corriendo a toda velocidad en dirección a los baños, y al ingresar en la compuerta del inodoro, abre un portal que lo lleva directamente a las puertas del Estado Social de Derecho. Antes de cruzar las puertas se pone una venda blanca en los ojos a través de la cual todavía puede ver y cambia su vestuario por una prenda de ceremonia blanca con adornos dorados.

En su mano ahora lleva una daga denominada como sagrada que funciona como un catalizador que potencia la estadística fe en unos diez puntos. Toda esta fachada es lo que ha incrementado de alguna manera la credibilidad de la cura de maleficios, ya que de ser diferente la gente se percataría de que sucede algo extraño con la liberación.

—Ya es hora —. Se dice a sí mismo el "curandero" antes de empezar a caminar en dirección a las puertas. Los policías al verlo supieron de inmediato de quién se trataba, era un personaje muy importante, casi con el mismo poder del gobernador o incluso más, es el eje que es capaz de moldear el pensamiento colectivo. La figura de la medicina en persona para todo el colectivo, el curandero.

—Bienvenido de nuevo, Heraldo del cielo —. Los policías de la entrada se posicionaron a lado y lado de la entrada, para ponerse firmes ante la llegada del curandero. Sin revisarlo siquiera le permitieron cruzar las puertas, solo para que se protagonizara un increíble suceso en el paso de Arthyr.

—¡Es el curandero! / ¡El Heraldo del cielo ha vuelto de su viaje! / ¡Su excelsitud ha llegado! —. Cuando llegó el rey, el ambiente fue de una fiesta alegre que mostraba la mejor cara de Dalila; no obstante, la entrada del curandero dejo ver la mayor muestra de respeto por parte de los pueblerinos más antiguos y devotos a su poder sacro.

Estos se arrodillaban y anclaban la cabeza en el suelo, asustando a aquellos que desconocían las tradiciones en el sitio, por lo que se veían incitados a imitar tal acción, dejando ante el panorama una imagen que representa la más pura devoción de un pueblo hacia una figura encarnada. Y esto, dejó asombrado al rey Alvanir desde su puesto en la Noria, de donde su hija no se ha querido bajar por lo divertido que le parece.

En la misma cabina están el rey, el gobernante, la princesa y un miembro de los Orquídea de cabello azul oscuro corto que tiene una máscara con la imagen de un picaflor. —¿Qué está sucediendo en el pueblo? ¿Por qué la gente está de rodillas? —. Las cuestiones no tardaron en hacerse presentes por parte del monarca de Lanihí, así que Ricchie decidió contestar tras un breve silencio de orgullo.

—Se trata de nuestro curandero, el Heraldo del cielo, el único que ostenta una autoridad igual a la mía o quizá superior —. En cuanto la noria llega abajo, el gobernador se baja al instante y sale corriendo en dirección al punto donde está el hombre al que todos alaban. La princesa salió corriendo muy emocionada, pues ha escuchado los rumores del poder sagrado que unge al curandero.

—¡Vamos papá! ¡No podemos perdernos esto! —. Alvanir de inmediato corrió tras su hija, mientras que el miembro de Orquídea los seguía desde cerca. Cuando llegaron al sitio donde la gente estaba de rodillas, la princesa observó a la distancia a ese hombre y supo de inmediato que sería su salvación, por lo que unas diminutas lágrimas de felicidad se le escaparon de los ojos.

En el momento en que llega el monarca y la ve llorando se preocupa al instante. —¿Qué sucede hija mía? —. Pregunta mientras se reduce al nivel del rostro de su adorada, intentando buscar el mal que la agobia.

—Estoy feliz papá —. Su rostro de repente se iluminó en la más pura muestra de alegría, una bella sonrisa que reflejó un color vivo que él creyó no volver a ver. —Por fin podré ser libre de mi maleficio, conseguiré disfrutar de una vida larga.

Y el rey lo entendió, creyó que su felicidad era la más comprometida con la vida de su hija, pero era su pequeña la que más sufría sabiendo que no tendría la oportunidad de disfrutar experiencias que necesitan tiempo, el mismo con que, por culpa de la maldición, no contaba. —Arrodíllate padre —, Alvanir nunca en su vida se ha inclinado ante alguien que no fuera su propio padre cuando preservaba su vida, y no pensó volver a hacerlo mientras la corona le quedara en la cabeza.

De hecho, ni siquiera consideró mostrar sus respetos inclinado ante el curandero, pero la esperanzada fe que tiene su hija fue suficiente para hacer que él cediera a su orgullo real. Y para sorpresa del Orquídea que lo escoltaba, el monarca hizo lo mismo que todo el pueblo de Dalila, se inclinó ante el curandero de todos, el Heraldo del cielo que decidió sentar sus bases en un sitio tan pequeño.

Como un profeta que está dispuesto a librar el mundo de sus pecados, que inicia su senda de la salvación en una cuna humilde y sencilla, esa es la sensación que emana conocer al curandero en persona, es como estar frente a la personificación del bien.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora