Capítulo 7:4 -Poder absurdo

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—La última vez me estabas dando una buena paliza, pero esta vez las cosas van a ser diferentes —, el pelinegro se nota demasiado confiado, tener una conexión directa con Vicaria para que le proporcione las conjuraciones profanas lo puede ayudar a obtener la victoria rápidamente.

—Tienes razón, esta vez no te daré una paliza, te asesinaré para honrar la labor de mi linaje —, la peliazul se arroja con gran velocidad hacia Arthyr, este se queda quieto observando su accionar, ella le apunta con la palma de la mano y libera una combustión profana de gran poder. El humo negro con las llamas violetas cubrió todo al instante, y antes de que se despejara salió disparado un cristal de color rojo con forma de lanza.

Dalila tuvo que esquivar con prontitud, de lo contrario ahora estaría empalada. Cuando el humo se despeja se puede ver un cristal de tono rojo sangre que había cubierto a Aqwl del daño que podría haber recibido.

—"Increíble, las formaciones de cristal de Lilith tienen una velocidad de convocación vertiginosa".

El pelinegro rodea el cristal que casi brilla por sí mismo en un tono rojo puro, lo aprecia con detenimiento y esta lo observa con los ojos muy abiertos, pues es la primera vez que ve el otro lado de alcance en las conjuraciones profanas.

—Hagan que todo sea bello, un mundo pulcro de perfección sin igual, mundo de rubíes de Lilith.

De inmediato el suelo empezó a cambiar, dejando de ser el pantano donde una vez habitó el dragón de diez mil pies y convirtiéndose en cristales rojos. Todas las superficies del último sub-piso se transformaron y de estas empezaron a nacer cristales en forma de punta por todos lados, como una selva hecha de rubíes y nada más.

Dalila ante esto tuvo que permanecer levitando en el centro de todo, para no ser dañada por alguno de estos cristales de efectos desconocidos.

—Permíteme darte un pequeño vistazo de la Lithoria. Cae eterna y sin detenerte, llénalo todo con tu tinte rojo, lluvia de sangre.

Desde el techo artificial, que ahora estaba cubierto de cristales, empezó a gotear el precioso rojo que es bombeado por el corazón. El escenario es sin duda algo que no podría borrarse de la mente de la directora, pues se trata de una simulación de cómo sería el verdadero Lithoria.

La lluvia no posee efectos nocivos sobre su cuerpo, pero definitivamente crea una sensación extraña en su corazón, como si estuviera perdiendo algo lentamente. —Naced de la sangre, fieles esculturas a mi imagen y semejanza, réplicas sangrientas.

La voz de Arthyr se escucha desde todos los lugares, como si ahora el sub-piso quince fuese de completo dominio suyo, y no sería escandaloso afirmarlo, pues su poder se ha extendido hasta el último rincón. Desde los cristales empiezan a formarse burbujas de sangre, de las que surgen copias de Arthyr, pero con un color de piel escarlata.

—Trunca con tu brillo oscuro el camino de mis enemigos y haz arder sus carnes por la eternidad, combustión espontánea.

La directora intenta liberar una ráfaga violenta de llamas profanas, no obstante, en la palma de su mano solo aparece una pequeña flamita que ni siquiera hubiera podido matar una mosca.

—¿¡Qué!?

—¿Sorprendida? No me extraña, ni siquiera yo puedo creer el alcance que tiene la magia profana en su máximo esplendor. La lluvia de sangre es la única capaz de apagar por completo el fuego profano a voluntad, ¿no es algo maravilloso?

Los clones sangrientos de inmediato se arrojan contra la chica, mostrando una velocidad autoritariamente absurda, mucho más alta que la del Arthyr real, además pueden hacer saltos tan grandes que parecen volar por encima del mundo de cristales rojos.

—¡Maldita sea! ¡Cúpula de fe!

La chica se cubre de inmediato, y la superficie del domo no tardó en ser cubierta por cientos de réplicas del pelinegro.

—Parte los cielos con tu celestial fulgor y destruye en pedazos a los enemigos de los cielos, tormenta eléctrica.

La cúpula se convirtió de inmediato en una trampa matamoscas, pues empezó a despachar rápidamente a las réplicas sangrientas de Arthyr. A pesar de no disponer de sus magias profanas ella sigue siendo una rival formidable. Desde sus bolsos saca pociones de vida y magia, para restablecerse al cien por ciento.

—No puedes esconderte para siempre en esa cúpula de fe. Llenad los cielos con un invierno rojo esplendoroso, lluvia narcisista.

Desde el techo empezaron a desprenderse cientos, no, miles de cristales con una formación afilada. Todos con una velocidad considerable, casi llegando a los 200 metros por segundo.

El multi-impacto sobre la cúpula sonaba como miles de vidrios rompiéndose al mismo tiempo, generando unas ondas de sonido demasiado agresivas como para que la directora pudiera soportarlas.

—¡No me vas a matar maldito! ¡Cúpula de fe, barricada de fe, muro de fe, gran muro de fe!

Uno sobre otro, todos los conjuros empezaron a servir como sombrilla ante la destrucción de la lluvia de cristales afilados. Uno por uno, empezaron a ceder los escudos que ella instaló, mientras que ese sonido torrencial empieza a hacerla sangrar por los oídos.

—¡Iahhhh! ¡Arreboles de pájaros caerán por las gotas frías de mi cántico torrencial, tempestad!

Un huracán surgió desde el interior de la última cúpula que quedaba en pie, provocando gran destrucción en el techo. Pues salió disparado de manera vertical y la cantidad de magia que utilizó en esta conjuración fue mayor a aquella vez cuando golpeó directamente el cuerpo de Arthyr.

La zona del techo que recibió de lleno el huracán ahora se encuentra libre de cristales, pues estos empezaron a caer junto a unos enormes pedazos de techo.

—Te has convertido en lo que yo más temía, eres el mensajero que Lilith y Eilin tanto habían esperado. Pero aunque deba sacrificar mi vida, te detendré aquí mismo, pues sé que tengo el poder para matarte.

—¿Matarme? —, Arthyr aparece de entre algunos rubíes sin un rasguño en su piel. —Tú no puedes, ni podrás matarme, porque yo soy inmortal, ni siquiera los dioses podrán detenerme.

Ante tal declaración, casi como si fuera inducido a propósito, el techo colapsó por completo, provocando que cayeran en el sub-piso quince varios monstruos del sub-piso catorce, al igual que varios estudiantes de sexto peldaño que tienen la fuerza suficiente como para estar tan profundo.

La directora veía cómo caían todos hacia los cristales afilados, justo en ese momento los sellos de regreso sano a casa se activan, llevándolos a todos a la superficie. —No veremos luego Dalila —, son las últimas palabras de Arthyr antes de abrir un portal entre planos para irse de la mazmorra.

Dejando a la chica abatida mentalmente, con una ira que claramente quiere desbordar el punto de presión. Estaba a punto de moverse, cuando de repente vio un objeto brillante en el suelo, se acercó rápidamente a este, pues destacaba demasiado entre la oscuridad que tiene el lugar.

Se trata de una pluma roja brillante, una pluma que en toda la Pedalja solo debería tener una persona que ella conoce perfectamente. —Arthyr... no puede ser...

Empieza a susurrar ella antes de caer de rodillas.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora