Capítulo 9:1 - Segregado

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Hace ya mucho que el infortunio marcó mi camino, junto a todos los miembros de mi clan. Éramos felices en nuestra tierra, la querida Hadianne que nunca nos había tratado mal, y ahora nos repugna más que a la basura misma. Todo por el capricho de una princesa celosa que nos quiso devastar.

Transito las oscuras calles de la ciudad Haira, perteneciente al reino de Lanihí. Porto sobre mi cuerpo una túnica de lana oscura que apenas deja visibles mis ojos, mientras que el resto se mantiene escondido ante la discriminación de todos. La noche es helada y parece que está a punto de llover, lo sé por los insidiosos relámpagos que de tanto en tanto iluminan el cielo.

—Supongo que no tengo más opción —, me susurro a mí mismo al observar el único bar abierto en la zona, por lo que decido ingresar sin las mejores expectativas. En cuanto abro la puerta todos los clientes en el interior me miraron por un instante, y entonces me di cuenta de que este es un sitio de reunión para los trotamundos y saqueadores de mazmorras.

No presto demasiada atención a las personas presentes y simplemente me hago un lugar en el mesón principal, la barra del bar. —¿Qué desea tomar querido cliente? —. La voz de la camarera me llama la atención lo suficiente como para verla a los ojos, por poco me cautiva con esa mirada compasiva acompañada de su cabello castaño corto, es bastante joven como para estar trabajando en un sitio tan plagado de hombres.

—Solo dame pan y agua, traigo muy pocas piezas conmigo el día de hoy —, mi tono es como siempre retraído, con muy pocas intenciones de establecer relaciones a largo plazo, de ser posible prefiero no hablar con personas con las que escasamente me encontraré una vez en la vida.

—Está bien, no se preocupe por ello, estará para usted de inmediato —, con una cálida sonrisa ella se mete en el interior del bar con la intención de servir lo que pedí, no obstante, mi suerte no podría ser tanta.

—¿Qué haces aquí extranjero? —. Un hombre me habla bruscamente desde la espalda. Decido ignorarlo momentáneamente, lo que no ayuda en lo más mínimo con la situación pues el sujeto solo terminó tomándome del hombro para girarme hacia él. —¡Responde cuando te hablo!

—No te he hecho nada como para que quieras buscarme problemas —, digo con un tono suave, intentando escapar por la ruta apacible contra el tipo que añora hostigarme ahora mismo.

—Sí que has hecho algo, viniste hasta mi reino, no me gustan en lo más mínimo los extranjeros que se pasean por ahí como si estuvieran en sus pocilgas —, el apretón de su mano en mi hombro es cada vez más, fuerte, producto de los músculos que tiene y posiblemente por las estadísticas que guarda en su ser.

—Por favor, te pido que solo me dejes tomar un poco de agua limpia y comer el pan caliente del que gozan —, agacho la cabeza en un intento de súplica al sujeto agresivo, pero en vez de apaciguarlo parece alterarlo todavía más, un efecto contrario a lo que yo esperaba.

—Cuando me estés hablando mírame a los ojos, maldita sea —, de un solo tirón me quitó la capucha y entonces una reacción en cadena sucedió por parte de todos los presentes.

—Aquí están su pan y agua —, escuché la voz de la camarera detrás de mí, por lo que giré al instante a verla. Empero, en cuanto vio mi rostro soltó el platillo con que traía el pan, dejándolo quebrar en el proceso, mientras que el agua se vertió en el suelo; entonces lo que una vez fue un rostro que emanó confianza, se convirtió en una mueca de desprecio total que no quería ver otra vez.

—Eso es, la marca del mentiroso —, dijo mientras que su dedo acusador me señalaba, ante lo cual volví a cubrirme por completo; y tal cual llegué, así mismo me fui, sin librar una sola palabra hacia ellos.

La lluvia es fría, pero no tanto como el rechazo colectivo que genera esta maldición. Aun con los huesos entumidos continúo mi trayecto por la ciudad, únicamente estoy de paso y nada más, vivo como puedo a consumir frutas silvestres y animales que logro cazar con mi escaso nivel.

Al pasar por una de las esquinas alcanzo a ver una pequeña caseta, parece hecha para una mascota, aunque está bastante maltrecha puede servir para pasar la noche. Aun con el desagradable hedor a basura que hay en el sitio me refugio allí, sabiendo que es lo mejor que puedo obtener por hoy, pues alguien como yo no puede aspirar muy alto teniendo una maldición sobre los hombros.

En un intento por conciliar el sueño saco de mi cuello el collar que siempre porto, al abrirlo veo dos fotografías, una es mi madre y la otra es la chica con la que estaba comprometido antes de ser víctima de la maldición del mentiroso.

Antes era rico y pertenecía a un gran clan, los Yura nos destacábamos por nuestra excelente visión, por lo que siempre fuimos especializados en el arte de la arquería. Se decía que una flecha disparada por un Yura nunca fallaba, hoy en día cosas como esa se han olvidado por completo.

Sin darme cuenta terminé ignorando el hambre y caí dormido, asediado por el agotamiento de nunca poder mantenerme en un sitio demasiado tiempo, caminar y caminar, no puedo hacer nada más desde hace seis largos años.

Al día siguiente los primeros rayos del sol me despertaron, así que me levanté de inmediato y caminé por las solitarias calles mañaneras, húmedas por la lluvia que apenas se había detenido hace una o dos horas. Mi andanza me condujo rápidamente hasta la salida de la ciudad, ya es tiempo de moverme al campo abierto, donde puedo conseguir alimentos finalmente.

—Disculpe señor —, de repente una voz joven apareció a mi lado, al girar la vista veo una niña de unos catorce o quince años, en su mano lleva una pila de hojas de papel y tiene una extendida hacia mí. —Tome.

Obedezco sin tomar más palabra y observo lo que hay escrito: <<Se buscan hombres o mujeres entre los 18 y 24 años de edad que estén interesados en formarse como guardias de un pequeño pueblo. Para mayor información, comuníquese con los repartidores de estos folletos>>

Por poco se me escapa una sonrisa, por lo que doy una mirada a los alrededores antes de observar nuevamente a la señorita que se encuentra expectante por una respuesta de mi parte. Así que sin más dilación me retiro la capucha y le enseño mi rostro, una muestra clara de la maldición que me acompañará por el resto de los días.

Sin embargo, contrario a mis expectativas, la niña no mostró ni una pizca de repudio u odio hacia mi condición. —No se preocupe por eso señor, el Estado Social de Derecho Dalila es un pueblo donde se promueve el respeto por todos, vaya allí y compruébelo por sí mismo.

Y entonces, la esperanza nació en mí...

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora