Capítulo 4:4 -Una cura para el mundo

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Acorté la distancia para abrazarla sin decir una sola palabra, y nos quedamos así por mucho tiempo, hasta que ella se quedó dormida. Fui a la cocina por un cuchillo, lo guardé en mi bolsillo y regresé con el combo de sujetos con drogas.

Estuve toda la noche drogándome, viajando en líneas de locura incesantes, entre toses, bebida y humo. Cuando el sol salió, me desperté allí mismo, junto a aquellos sujetos, quienes cabeceaban todavía al son de la violenta música que escuchaban.

Me puse de pie, era un día viernes, como en aquella ocasión. Antes de partir me di más calos de droga para anular los sentidos morales superficiales y salí en busca de alguien, un hijo de puta que debía ver a los ojos una vez más.

Trastabillando, y mareado hasta la médula, me moví entre estudiantes cubriendo mi rostro con una capucha y un tapabocas. Entre la multitud, lo vi, esa maldita sonrisa suya es inconfundible.

Fui en su dirección, viéndolo incluso borroso o doble. Todos me veían, ninguno me reconocía, no era muy destacable que digamos, unas notas no te convierten en un farol de luz. Estaba por apuñalarlo, pero me mareé en el último instante y decidí sentarme a un lado de la acera.

Con la oportunidad perdida volví a mi hogar, descansé y fumé algo de la marihuana que me regalaron esos sujetos amables del puente. Sin mentir, juro que pude ver a mi madre entre el mar de viajes que tuve durante todo el día, y no permití que alguien entrara al santuario humeante en que se había convertido mi recámara.

Llegadas las horas de la tarde, salí otra vez, justo era la hora de salida de los maestros. Esperé en la puerta por algunos minutos, casi cegado por las alucinaciones caóticas, al detectarlo caminé tras él.

Lo seguí un par de calles, hasta que me decidí. Corrí con el cuchillo en la mano, parecía que se había fundido conmigo con un solo propósito, acabar con el maldito que ensució lo más sagrado para mí.

—¡Aiggg!

Un rocío rojo surgió de su espalda cuando mi arma entró en su interior, gritó, eso es verdad. Pero al ser una noche de lluvia nadie acudió en su ayuda. Una risa enfermiza me atacó de repente, y entonces él me reconoció de inmediato, antes de caer al suelo por el dolor.

—¡¿Quién eres?! ¡Agg!

Recuerdo lo retorcido de mi propia voz, como me ahogaba yo mismo con la carcajada de locura que se escapaba de mí. Lágrimas cubrieron mis ojos debido a tan intenso ataque de risa, mientras que el cuchillo lloraba la sangre de mi presa.

Empecé a caminar hacia él, sus ojos mostraban un miedo profundo, mientras que los colores de mi propio mundo se retorcían cada vez más hacia lo macabro. —¡Aléjate, aléjate de mí! —. Entonces vi la verdadera forma del monstruo que había ido a matar, con una lengua larga y barriga hinchada, echado de espalda intentando huir como un cerdo.

Me estremecí en locura y me arrojé sin pensarlo, —¡No! ¡Aghhh! ¡Ahhh! ¡Aighhh! —. El cuchillo entró y salió una y otra vez, mientras que sus gritos se ahogaban entre la lluvia y la sangre. —¡Agg! ¡Ah! ¡...! —. Aun cuando su ser quedó en silencio absoluto, mi mano no dejó de moverse y cada vez más se asemejaba a una masturbación por la forma en que entraba y salía de su interior la punta del cuchillo.

Ese día me retorcí sobre su cuerpo hasta que mi cordura regresó, y cuando me vi bañado en la sangre de Francisco, me aterroricé ante mi obra y como un infractor en flagrancia, corrí con gran culpa en mi interior. Empero, una parte de mí, se estaba regocijando de placer por haber hecho aquello.

—Te lo merecías maldito...

Para cuando encontraron su cuerpo, no quedaba demasiado que reconocer, los animales callejeros en su hambre continua destazaron casi la totalidad de su cadáver. Nunca pudieron encontrar al culpable, pero la culpa en mi interior provocó que me ahogara en drogas.

Hasta que la luz de mi hermana mayor alcanzó mi ser, ella me salvó del abismo que tragaba lentamente mi consciencia. Me llevó al psiquiatra, consiguió un trabajo de medio tiempo y salió adelante incluso cuando me tenía que mantener a mí.

Dejamos la casa de esa vieja bruja de tía que teníamos y me reformé nuevamente, hundiendo en mi ser el secreto de haber acabado con la vida de mi monstruo de infancia.

Crecí, asistí a la universidad, hice el servicio militar y me convertí en profesor. Y sin querer, me troqué con el monstruo que destruí. Por mucho que lo niegue, por más que me engañara a mí mismo, la oscuridad de la bestia se metió en mi corazón e imité su ser.

Solo que, yo no actuaba por mi propio placer, yo tenía una mentalidad más sofisticada y menos vulgar. Mi filosofía se basó en el placer por placer, un acuerdo mutuo entre personas para darse lo que buscan.

Pero... la vida es un ciclo... un hijo de puta ciclo demasiado repetitivo. Un estudiante me asesinó, casi por los mismos motivos por los que yo maté a mi profesor. Ensucié lo más sagrado para él, mientras que jugaba con sus sentimientos.

Sí... no soy diferente a ese monstruo de nombre Francisco que marcó mi infancia y adolescencia. Adopté su oscuridad para mí y ahora no puedo deshacerme de ella, vivo por y para el placer, así soy yo.

Sin embargo, anhelo que todos alcancen la misma satisfacción que yo, la misma sensación de haber rebasado una meta inalcanzable. Quiero una utopía imposible en el mundo, donde no haya muerte o dolor que destruya la mente de las personas.

Yo curé mi dolor, matando la fuente del trauma. Y de igual manera me convertí en la cura para el dolor que provoqué en mi estudiante. Quizá eso es en lo que me quiero transformar, un dolor de penuria que luego será una cura eterna, tal vez el mundo sería más feliz sabiendo que hay un mal que puede eliminar para alcanzar la paz.

Pero el dolor no puede borrarse, o de lo contrario se perderán en la oscuridad donde me hundí tras cumplir mi asesinato. Pensé mucho en el suicido cuando me vi como un inútil, solo viví gracias a mi hermana mayor, Helena.

Estoy en un nuevo mundo ahora... y me convertiré en el dolor eterno que eclipsará las otra penurias, seré la nueva meta de una causa inalcanzable... seré paz en la guerra.

Seré la cura eterna que guiará a las civilizaciones en el camino de la supervivencia, mostraré la verdadera falta de luz y así apreciarán cada pequeña luciérnaga en la estrecha senda del vivir.

Ahora tengo el poder para cumplir una meta tan ambiciosa, no dejaré que esta oportunidad se escape... y cuando me aburra de este circo, simplemente buscaré una manera de morir, para nacer como el fruto eterno de su satisfacción bizarra.

Y cuando las generaciones transcurran, ellos mismos se darán cuenta del favor que les hice...

Me pregunto... si Francisco piensa lo mismo de mí ahora... maldito bastardo... me has contaminado.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora