Capítulo 11:8 - Gran espada de escombros

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La criatura invertebrada empieza a extenderse lentamente, extiende lo que parecen ser tentáculos de tono negro en busca de víctimas. El núcleo de tales apéndices tiene lo que parece ser una cabeza antropomorfa que aterra a simple vista. Sus movimientos son razonablemente torpes, casi como si apenas estuviese aprendiendo de su entorno, pues de momento no se ha dispuesto a atacar a pesar de tener muchas personas a su alcance.

En tanto que esto sucede, fue del coliseo se encuentra Arthyr con su forma adulta siendo asfixiado contra el suelo por la miembro de los Orquídea. —¿Quién eres? —, interroga mientras afianza todavía más el agarre, hundiendo cada vez más la tráquea. No obstante, el pelinegro dirige las palmas de sus manos en dirección a la castaña, quien no tiene más opción que evadir la potente llamarada violeta que surge.

—Conjuración profana —, susurra con sorpresa mientras se acomoda su casco de Orquídea, que consiste en un yelmo más cerrado de lo normal con una pluma larga y roja saliendo desde la frente y manteniendo la forma de la cabeza de un colibrí.

—Tienes mucha fuerza, desgraciada. Pero no creo que puedas vencerme solo con eso, el poder que ostento es demasiado abrumador como para que puedas superarlo —. Dice el mensajero enmascarado mientras expulsa su pesada aura ominosa, ante lo cual la guardiana de Yrina convoca una gruesa barra desde su inventario.

El azabache por un momento pensó que ella lucharía con tal objeto, sin embargo, su duda se resolvió cuando ella susurró una conjuración en voz baja, posteriormente clavó la punta en el suelo y las piedras que componen la carretera temblaron antes empezar a ensamblarse a la barra. Dicho hecho le quitó las palabras de la boca al mensajero, quien se limitó a ver que la barra terminó totalmente cubierta de piedra, asemejándose al final a una gran espada o un garrote extremadamente grueso.

—Gran espada de escombros —, parecía que levantar dicho objeto sería imposible, pero se demostró lo contrario cuando ella con una sola mano alzó esa extraña espada de ruinas. Ante esto el pelinegro optó por tomar una postura de combate, pues definitivamente va a necesitar emplear un buen porcentaje de su poder.

Por otra parte, la criatura negra en el centro del coliseo continúa conociendo su entorno, todo hubiera permanecido en calma, de no ser por un hombre que actuó desesperadamente. —¡Bola de fuego! —. El proyectil del tamaño de una rueda de carrosa impactó en una de las extensiones con que la criatura exploraba su entorno, no se sabe por qué lo hizo, si por el pánico o solo por parecer valiente ante las mujeres que había detrás de él.

Sea cual sea su razón, el tentáculo retrocedió levemente, parecía que el fuego lo había afectado realmente. Pese a esa reacción, ocurrió todo lo contrario, pues el tentáculo se arrojó con agresividad y lo atravesó por el abdomen antes llevárselo hacia el centro. Los gritos de las personas se intensificaron en tanto que intentaban despejar la zona, cosa que ha sido muy difícil con las pocas puertas de salida y entrada que hay.

Hay demasiada gente allí reunida, y solo el 30% ha logrado evacuar exitosamente. Los guardias observan atentamente a la criatura que lentamente se deja ver por el polvo, el cuerpo de ese hombre que atacó ahora está siendo descompuesto solo por entrar en contacto con dicho ser. Muchos conjuradores entonces decidieron atacar de forma masiva al ser con diversas formaciones, alguna debería afectarle.

Alrededor de cien habilidosos conjuradores se posicionaron con sigilo, mientras se comunicaban por medio de gestos con el propósito de no hacer movimientos individualmente. Entre estos había soldados, maestros de Pedaljas, maestros de escuelas avanzadas y civiles con gran habilidad; debían apostarlo todo en el próximo movimiento, pues probablemente después de haber degustado a su primera víctima la mancha empezaría a devorarlos a todos indiscriminadamente.

La ventaja actual es el hecho de que parece ser una criatura ciega, pues la única forma de detectarlos y palpando con las extensiones que crea con su masa. Por otra parte, los policías de Dalila están apoyando las labores de desalojo, orientando a las personas sobre el lugar al que se deben desplazar en este momento, pues el peligro no solo está dentro del coliseo, sino que también se escuchan fuertes choques en la puerta sur.

Allí están enfrentándose Arthyr y Hardia, quien se mueve con una gran velocidad incluso sosteniendo en sus manos la enorme espada de escombros. —"Es muy rápida" —, piensa él mientras evade otro ataque, que al impactar contra la pared de una posada la deja hecha cimientos. No importa dónde descargue esa arma, provoca destrucción por partes iguales, es como una máquina de destrucción o una excavadora de gran potencia.

El pelinegro por otro lado emplea sus llamas profanas, pero viendo la situación como se está desarrollando empieza a considerar mejor sus opciones, pues ella es tan rápida que no alcanza a impactar siquiera sus mejores descargas de fuego. —"Sí, definitivamente voy a tener que emplear mucho más poder que solo esto. ¡Cristales de Lilith!".

Todo el sitio de combate empezó a llenarse de picos afilados hechos de cristal rojo, lo que obligó a la castaña a evadir ataques que no sabe siquiera de donde vienen. Puede esquivarlos a último segundo gracias a sus reflejos casi felinos, uno tras otro son soslayados por su velocidad y maniobra a la hora de ejecutar movimientos precisos y finos, pues no pierde en ningún momento la gracia.

—¡Réplicas sangrientas! —. El mensajero se ocultó en el entorno y en su lugar empezó a enviar clones de sangre, que no dudaron un solo segundo en arrojarse a la chica de cabello castaño. Estas copias suyas pueden tener la misma o más fuerza que su convocador, todo depende de la cantidad de años que gaste al convocarlos, por lo que para él no es ningún dolor de cabeza invertirles varios años de su contador.

Ella sostiene encuentros cortos, pues no lidia con uno o dos, sino con veinte réplicas que la atacan sin cesar, lo que la obliga a atacar mientras se mueve. Gracias a su enorme espada de rocas ella los puede llegar a alejar solo de un golpe, pues los manda a volar inevitablemente con un arma de tal magnitud empleada por su colosal fuerza bruta.

Mientras tanto en el coliseo los mejores conjuradores se preparan en las alturas, visualizando el objetivo, esa criatura de tono negruzco que solo estira partes de sí misma para palpar los alrededores. —¡Prepárense!

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora