Capítulo 4:6 -Dudas de directora

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Ya han pasado tres días desde la última vez que avisté al sospechoso candidato a mesías oscuro. He tenido algunos problemas de papeleo con los mandos que gobiernan lo más alto de la Pedalja, pero han sido más soportables que mis pesadillas constantes.

No puedo dejar de pensar que por un descuido mío el mundo podría terminar sufriendo la cruel Lithoria, es mi deber evitar a toda costa que eso ocurra, incluso si mi vida corre riesgo.

—¡Felicidades Arthyr, no te tardaste demasiado en superar el nivel básico del primer peldaño, eres un niño muy inteligente!

A pesar de mi estrés, no puedo evitar mostrarle una sonrisa a este pequeño, es como si me contagiara alegría de solo verlo. Deben ser las consecuencias de haberlo visto crecer, y haber sido su cuidadora por tanto tiempo, es como un hijo que no quise tener pero que ahora adoro.

—¡Como recompensa por tu esfuerzo te regalo esto! —. Agarro la pluma más cara del escritorio, con la que ocasionalmente escribo los conjuros de tinta, tiene un espectacular color rojo que tiene la característica especial de brillar en la oscuridad, un elemento muy útil y único en estas instalaciones. Un regalo de Ariadna por mi despedida de su hogar y más que todo un recuerdo.

Arthyr la toma con extremo cuidado y la aprecia, sus ojos se iluminan colmados de alegría, la misma que me contagia con cada segundo que estoy con él. Contrario a lo que sentí cuando me hallé cara a cara con el mesías, su aura dragónica retorcida me gritaba alerta todo el tiempo, si tan solo pudiera...

—¡Muchas gracias! —. Una expresión alegre se me pinta en el rostro con solo oír tales palabras.

—Qué te parece si organizo una reunión con tus padres, seguramente estarían muy felices de poder ver a su niño nuevamente.

La expresión infantil del pequeño por un momento se contrajo, algo que de verdad es extraño en él, desde chiquillo ha sido así. Cuando tiene que pensar en algo arruga el ceño, como si repentinamente su edad se incrementara y en vez de un infante fuese un adulto el que ocupa su lugar.

—No, yo no quiero que vengan mis padres aún, creo que todavía no estoy al nivel que quiero que ellos vean.

Me impactó aquella frase, muchos niños de alta cuna ofrecen piezas de oro por el solo hecho de poder verse nuevamente con sus progenitores; y Arthyr, incluso teniendo la oportunidad en bandeja de plata, se niega de inmediato, sin siquiera tomar en consideración lo que opinarían sus padres al respecto.

—¿Estás seguro?

Inconscientemente inclino mi cuerpo sobre el escritorio, acortando la distancia visual con el pequeño de cabello negro. En sus ojos no hay ninguna duda de sus palabras, ni una pizca de duda, como siempre ha sido... da hasta miedo si lo reflexionas detenidamente. De hecho, aunque no lo parece, su expresión ha cambiado un poco con respecto a cómo era cuando apenas entró.

—Estoy seguro. De hecho, preferiría irme un rato a la mazmorra para buscar tesoros, ese sí es un lugar divertido.

—Si así lo deseas —, esculco un poco los cajones del escritorio y saco un sello, —entonces ve a divertirte.

El sello brilló tenue mientras lo unía a la mano de Arthyr, su expresión volvió a ser infantil y de inmediato empezó a correr en dirección a la puerta. —¡Muchas gracias Dalila, te quiero mucho!

Pretendía salir corriendo inmediatamente, pero lo detuve con un gesto de mano. Él me observa curioso, y es entonces cuando saco una nueva carta, enviada por sus padres.

—Tus padres te envían sus felicitaciones por tu decisión de compromiso.

Y entonces esas expresión de madurez mezclada con incertidumbre apareció, mis nervios se tensan cada vez que sucede, no puedo explicar el por qué.

Él toma las cartas, bastante más callado que antes, y se retira a paso lento con dirección a la puerta, abrió... y cerró nuevamente.

Tal frialdad en el pensamiento del pequeño, me recuerda nuevamente las responsabilidades, doy una mirada al papeleo y los apuntes que tengo en mi libreta. Aparición de elementos de alto nivel en estudiantes que no deberían tenerlos, monstruos de los sub-pisos más bajos aniquilados como si no fueran nada y sobre todo, la muerte del dragón de diez mil pies.

Tengo la sospecha de que todos estos sucesos están ligados con el mesías oscuro, pero definitivamente no puede estar armando revuelo en la mazmorra mientras reparte los elementos que recolecta, alguien debe estar apoyando sus actos y no estoy enterada todavía. Muchos de los estudiantes que compran los artículos se rehúsan a dar información del vendedor, pues los está beneficiando enormemente y no desean desperdiciar tales beneficios.

—"Aparte de eso" —. Tomo una carta con el sello del director superior de la Pedalja y al abrir está un mensaje que me deja con opciones limitadas con respecto a mi actuar.

Querida Dalila, comprendo que tu clan se haya caracterizado por su importante labor para con el mundo, empero, mi deber me dicta unas órdenes estrictas e irrefutables. Tienes estrictamente prohibido utilizar dentro de los terrenos de la Pedalja tus conjuraciones, sabes lo que podría pasar si te llega a ver uno de tus enemigos, me dolería mucho tener que sentenciarte a la hoguera. Te ruego que trates de mantener un perfil bajo, el permiso que tuviste hace un año con tus conjuraciones ya expiró, y es el mismo rey quien debe aprobarlo otra vez. Cuídate, atentamente Petermin Buckla de Pacifae.

Mi actuar está casi encadenado con grilletes de acero, un solo movimiento en falso significaría mi muerte, y por ende el inicio del apocalipsis.

Toc... toc... toc...

La puerta suena. —¡Adelante! —. Ante mi aprobación un pequeño de cabello negro largo, atado en una coleta, atraviesa. Su mirada es fría y calculadora, al igual que la de Arthyr cuando se pone serio. Se trata de Rytha, un prodigio que tendría un gran futuro, de no ser por la maldición que porta.

Tiene la misma edad de Arthyr, pero me atrevería a decir que es mucho más astuto y calculador en sus decisiones.

—Le tengo muy buenas noticias, señorita Dalila. Ya tengo el nombre del vendedor que andaba buscando.

Las palabras se me cortaron de inmediato ante su afirmación.

—¿Quién es?

Me levanté con brusquedad del escritorio, incluso la silla se cayó por la efusividad del movimiento.

—Su nombre es Teddier, el muchacho del último peldaño que se postra a vender objetos a no menos de cien metros del restaurante, los estudiantes han estado encubriéndolo todo este tiempo. Y no había pruebas de sus ventas porque en cuestión de minutos sus compradores esfumaban todo... Pero...

El pequeño saca de su inventario una flor rosa que normalmente se puede encontrar en la cueva de las súcubos.

—...Aquí tengo pruebas por fin.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora