Capítulo 8:7 -Revelación

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Un sentimiento de tristeza se ha apoderado de mi ser, maté a alguien que quise como mi vida misma, ¿por qué el destino es así? ¿¡Qué clase de prueba fue esa mi diosa Chirié!? ¡Me obligaste a acabar con la vida de una de las personas que más quería! —¿Por qué él?

Mi rostro ahora no puede aguantar sentimientos de calma o alegría, es simplemente un mar de lágrimas y agobio puro, siento como gotea cada una de estas en el suelo y su sonido desgarra mi pecho con más repercusiones. —¿Qué le diré a la señora Ariadna? —. Me digo a mí misma, una y otra vez mientras observo las dos lunas en el cielo.

Quizá me mate ella misma, después de todo lo había dejado a mi cuidado, y a lo mejor si sea mi culpa que el pequeño se haya corrompido por la oscuridad del mundo, mi maldición es morir sola en este miserable mundo. ¿Quién se encargará ahora de los mensajeros? —Espero que su voluntad sea fuerte —, yo no resistiría tener que acabar con la vida de otro ser cercano.

Esa es una de las razones por las que mi clan se extinguió, tuvieron que matarse unos a otros en un corto período de tiempo, de repente todos querían adoptar el papel como mensajero justo después de imponerse la falsa marca del padecimiento.

Mi madre fue la última en morir, cuando tuvo que matar a mi padre corrompido no resistió más el dolor y acabó con su propia vida. Dejándome sola en este mundo, sin amigos o amistades cercanas, solo con un apellido maldito por los dioses desde el momento en que nos impusieron la tarea de exterminar a los mensajeros.

—Tsk... —, las cuerdas mágicas están muy ajustadas y me lastiman las muñecas, y el suelo lleva horas hiriéndome el trasero. Me pusieron en una celda provisional que hay en el piso catorce, no me extraña este nivel de trato, después de todo más de la mitad de los maestros querían verme por fuera para competir por mi puesto como directora.

Espero verte en el Oasis del cambio, quisiera pedirte disculpas por lo que hice, pues este es el mayor arrepentimiento que he tenido en mi vida. Tal vez si no te hubiera atacado, y solo te hubiese abarcado con palabras de consejo, habrías decidido abandonar ese camino oscuro que el destino quería entregarte... el problema era esa presencia maligna que había tomado tu corazón.

¡Maldita sea mi vida! Todo lo que quiero se me escapa entre los dedos. Madre, padre, hermanos, primos, tíos, mi amado... y Arthyr. Ya no deseo sufrir más, estoy harta de todo este paseo de dolor y tortura psicológica, los dioses me han hecho su títere en un teatro y se sacian con el sufrimiento ajeno.

—Calla todo lo que no me convenga y obedece mi voluntad eterna, orden y esclavitud —, una voz adolescente de repente apareció en la misma celda donde yo me encuentro, súbitamente entre las sombras aparece alguien que me sujeta del cuello y empieza a imponerme una marca que desconozco por completo.

Se encuentra totalmente cubierto de negro y su rostro me es invisible, es entonces cuando me percato de su aura ominosa y manchada por lo profano. —¿Ar...thyr? —. Menciono su nombre aun entre el ahogo de su yugo, para cuando me suelta estaba a punto de caer en la inconsciencia, por lo que empiezo a toser con mucha fuerza.

Él por otro lado se aleja un par de pasos y se sienta en el suelo a la misma altura que yo. —¿¡Cómo es que sobreviviste!? ¡Nadie puede deshacer la petrificación! —. Él solo se ríe, mientras se quita la capucha con que cubría su rostro, posteriormente me muestra la marca que ya había visto en la palma de su mano izquierda.

—Pero tú no habías visto a nadie con la marca en su fase final, eso es lo que me vuelve diferente —. Ante sus palabras me doy cuenta de lo real, nunca, en todos los años de mi familia como asesina de mensajeros, se había llegado a encontrar uno que portara la máxima fase del padecimiento.

Una ambivalencia surge en mi mente de inmediato, por un lado está el alivio de mi mente al ver que Arthyr sigue con vida, por otra parte el hecho de no haber cumplido mi misión antes de morir. Estoy atada y sin poderes a su entera disposición, y creo que con la marca que me impuso no podré revelar su identidad a ninguna persona.

—No me mires de esa manera, señorita Dalila, quiero hablar contigo.

—¿Sobre qué? Acaso sobre tus planes para destruir el mundo trayendo a Lilith de vuelta —, realmente quisiera tirarme sobre él y destrozarlo, pero es imposible ahora, él ganó en este juego de guerra. Gané la mayoría de batallas, no obstante, el resultado estaba decidido desde el momento en que obtuvo un poder superior al mío.

—Bueno, precisamente quería hablarte sobre eso, y también sobre la verdad de mi ser —, él convoca un elemento desde su inventario y me lo muestra desde cerca, parece un aparato de hierro muy extraño, que nunca había visto en toda mi vida. Arthyr empieza a desarmarlo lentamente, enseñándome cada parte del mismo y me sorprende ver cosas que la metalurgia no ha logrado hacer todavía.

—¿Qué es eso? —. Cuestiono con curiosidad, quizá esa cosa sea la clave del por qué el hijo de Ariadna terminó siendo el mensajero más poderoso que se haya podido relatar en la historia.

—Esto es una pistola, un arma originaria de mi mundo.

Ante sus palabras mi boca quedó muda por completo, ¿originaria de su mundo? —¿Acaso eres un reencarnado? —. Pregunto al instante, mientras acerco mi rostro hacia el suyo. Él por otro lado se sorprende bastante ante mi respuesta rápida, como si no se esperara que yo tuviera conocimiento de ese tipo de sucesos.

—Vaya, no esperaba que estuvieras familiarizada con los reencarnados, ¿cómo sabes de esto?

—Muchas personas en su lecho de muerte afirman ser reencarnadas a sus familiares, incluso dan pruebas hablando en otros idiomas o dejando manuscritos sobre el mundo en que estaban. En la gran biblioteca de Koss se tiene el mayor registro de pruebas sobre reencarnados, y en la mayoría de los casos se habla sobre un factor en común para conocer que lo son efectivamente.

—La mención del color, ¿verdad?

—Así es. Pero si tú eres un reencarnado, significa que cuando me veías desnuda... —. Mi rostro se sonroja furiosamente, como si hubiese olvidado por un instante que el mayor peligro para el mundo estaba ante mí.

ROMUGUVI [Vol. 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora