Preludio

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-Ahora que te encontré otra vez no pienso volver a soltarte. –Le dijo escondiendo su rostro en el cuello de la chica. Por fin la tenía de nuevo frente a él, la abrazaba tan desesperadamente que aparentaban fusionarse.

-Suélteme, por favor. –Respondió conteniendo las lágrimas que la tomaron por sorpresa al recibir un abrazo tan apresurado de un hombre como Sesshomaru. Una extraña nostalgia le recorrió el cuerpo al sentir su tacto, un sentimiento tan triste abordó su corazón por completo haciéndola temblar.

-No te soltaré nunca más. –Refutó aspirando la esencia de la mujer que más amaba en el mundo y que había estado buscando exasperadamente. Tener de nuevo su calidez de un solo golpe fue como devolverle la vida, escuchar su hermosa voz le dio un propósito a su oxígeno; tenía de regreso a su preciosa Rin, era como tener un nuevo sentido de la vida.

Hay personas que pasan buscando toda la vida el amor, lo buscan tan desesperadamente que nunca lo encuentran; hay algunos que, sin siquiera buscarlo, lo encuentran resguardándose de la lluvia bajo la fachada de una tienda ya cerrada. Pero hay otros que, así el amor les golpeé la cara cientos de veces, no caerán en cuenta y pasarán de largo pudiendo perder su oportunidad.

Y la primera vez que él la encontró fue desastroso. Aquel niñito que pensaba que mundo giraba a su alrededor, pues siendo el prometedor primogénito de la familia Taisho, tal ideología parecía auténtica. El joven Sesshomaru Taisho a la edad de ocho años era heredero a un imperio hotelero y una herencia incalculable; como digno hijo de un visionario empresario, desde temprano había sido instruido en ciencias y artes, poseyendo un montón de agudas habilidades para su corta edad. Ante tan abrumante preparación aun siendo un niño, el joven Sesshomaru desarrolló un extraño afán por mantener todos los aspectos de su vida a raya, se convirtió en un pequeño obsesivo por el control que encantaba a su padre, pues no parecía traer problemas, al contrario, que el niño tuviera tantos dotes para la gestión parecía beneficiarle. Cada aspecto de su vida había sido aterradoramente calculado por el chico de ocho años.

Hasta que, cierto día, en medio de sus lecciones autodidactas de piano, un estruendoso y horrible sonido lo hizo errar en una nota de su perfecta pieza. ¿Qué osaba a interrumpir su arte? ¿Qué era ese espantoso ruido? En realidad, el ruido era apenas perceptible, pero para alguien tan meticuloso como el niño Taisho, era inaceptable.

Pensó que seguro se trataba de su tonto medio hermano haciéndole berrinche a Jaken por alguna tontería; pero no, ese ruido era mucho más agudo y un tanto menos horrible que su hermanito. Se empecinó en buscarlo por toda la casa para él mismo ponerle fin y continuar con su lección; a medida que se acercaba a la cocina, el ruido se aclaraba. ¿Alguien estaría cocinando algún bebé y por eso agonizaba? Él no podría permitir que un crimen tan atroz se llevara a cabo en su propia casa, y menos si lo servirían para la cena de esta noche.

-Detengan todo esto. –Ordenó con autoridad admirable, pero a la vez tan tierna viniendo de un niño pequeño.

-Perdóneme, amo Sesshomaru, lamento si lo hemos interrumpido. –Jaken se apresuró a disculparse. El viejo y fiel sirviente de la familia le tenía un respeto y un cariño enorme a su joven señorito, lo vio nacer y crecer, haría cualquier cosa por él, y ver que lo había molestado le causaba una gran inquietud.

-¿Están matando bebés? Yo no quiero comer bebé en la cena. –Replicó tratando de disimular su preocupación con una fachada fría y seria, que con el pasar de los años, se le había hecho costumbre hasta convertirla en propia.

-¿Qué? –Inquirió extrañado. –No, mi señor. Verá, es un poco difícil de explicar. Se trata de mi nieta, déjeme presentársela, su nombre es Rin, vivirá conmigo desde ahora, disculpe las molestias.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora