Bienvenidas

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Antes de leer...

Este capítulo contiene narración explícita que puede llegar a ser inadecuado para algunxs lectores. Por favor, sean discretxs y responsables con la lectura.

No se pierdan el dibujito del final. ✨




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El peso de la culpa es siempre uno de los más burdos e insufribles penitencias que alguien podría llevar sobre sus hombros... Por suerte, algunas veces era transferible. Podía moldearse a la conveniencia de quien la supiera utilizar y recaía casi siempre en quienes menos deberían cargar con ella.






El silencio que había en el lugar la hacía sentir en paz, no le importaba esperar ella sola algunos minutos, se sentía tranquila en medio de tanta calma, incluso el eco que se extendía por toda la estación parecía arrullarla con una inquietante dulzura.

No tenía que esperar mucho, su esposo llegaría por ella en cualquier momento, aun así, miró la pantalla de su celular para ver la hora, pero, no podía leerla, nos números no eran claros.

Y de repente un estruendoso y veloz cañonazo rompió la calma en todo el lugar haciéndola girar, alarmada, asustada, buscó por todos lados pero no veía nada, nadie aparecía en aquella desolada estación; entonces se le ocurrió mirar hacia abajo y al hacerlo soltó un agudo grito que combinó con la tétrica escena. Sobre un amplio charco de sangre, su esposo yacía inerte, su Sesshomaru estaba tendido boca abajo con tres perforaciones en la espalda y el brazo. A un costado estaba Yue, con su cabeza expulsando cantidades inhumanas de sangre. Luego se miró a ella, también tenía sangre en todo el cuerpo, pero no era su sangre, sino sangre de su esposo y su querido Yue, la sangre que ambos habían derramado por su culpa.

Sus brazos se entumecieron, las piernas le comenzaron a temblar, quiso gritar por ayuda pero ya no tenía voz; esa impotencia de gritar y no poder hacerlo se le atoraba en el esófago y enmarañaba nudos en su garganta. Quiso agacharse para abrazar el cuerpo de su marido, pero sintió un fuerte dolor en el vientre, un dolor tan punzante que daba nauseas. Se tocó el punto que más le dolía y vio más sangre, esta vez su sangre, porque ahora ella también estaba atravesada por las balas... Y sus hijas... Sus pobre niñas.

¡Quería gritar! ¡Quería gritar y no podía! De dolía, le dolía el corazón y le dolía su vientre, punzaba intensamente, punzaba tanto que no podía soportarlo más.

-¡Ahh! –Por fin pudo gritar incorporándose en la cama, revolviéndose entre las cobijas para escapar de esa fea pesadilla. Se sentó de golpe en el colchón con el corazón agitado, sus manos hormigueando por el miedo, la frente sudándole ante la adrenalina de aquel mal sueño.

-Rin. –Sesshomaru se incorporó a la par de su mujer al haber sido despertado por un grito tan despavorido. –¿Qué ocurre? ¿Estás bien? –Preguntó alarmado acariciándole el cabello, sintiendo así que Rin estaba temblando. –¿De nuevo tuviste pesadillas?

Esa no era la primera vez que sucedía, pues desde que pasó lo de Sara en la estación, las pesadillas de ese momento eran ocasionales, obligándola a despertarse a gritos, sudando y temblando de miedo, pero esta vez había algo más.

Era otra cosa, un dolor era real.

-M-me duele. –Se quejó entre dientes posando su mano en su vientre. –Duele mucho.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora