Llegar a ti

Mi nombre es Rin

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Su corazón vibraba de una alegría inconcebible, sus labios no podían deshacer su sonrisa; su cuerpo se sentía cansado, estaba agotada, pero no podía estar mejor que ahora.

El cuerpo de Rin se tensó y cuando se dio cuenta ya estaba temblando, sus pupilas se contrajeron, su cuerpo se sumió en un calor nervioso y la adrenalina le provocó una terrible taquicardia.

No podía ser él, se supone que regresaba en al menos cuatro días, no había modo en que fuera él.

No quería verlo de nuevo, no quería enfrentarse a él porque no pudo hacerlo nunca, ni siquiera cuando realmente tuvo ganas de cuestionarlo con respecto a su vida.

El miedo la invadió y quiso huir de ahí. Sesshomaru no dejó pasar aquella reacción.

-¿Ren? –La llamó desde la entrada.

Rin dio un salto en su lugar.

-Es mi esposo. –Dedujo aterrada cubriendo su cuerpo con las sábanas. –Debe... Debe irse. –Balbuceó sintiendo su cuerpo temblar. –Debe irse, por favor, tengo que explicarle que...

-No. –La interrumpió gélidamente.

Él lo supo al escuchar su voz, podía recordar esa maldita voz y al instante colerizó. Después de todo sí iba a poder golpearlo.

-Quédate aquí. –Gruñó apartándola para dejarla con cuidado en la cama.

-Sesshomaru, no. –Susurró agudamente.

-Ese infeliz... Va a arrepentirse hasta de haber nacido.

Hakudoshi había llegado mucho más antes de lo esperado por lo que Bianca le había contado al medio día, dejó el trabajo y a su compañero botados, todo por llegar a donde su esposa.

"Un hombre albino de cabello largo durmió con tu mujer anoche" Fue lo que le dijo y ya había estado pensando en lo peor.

Sesshomaru la había encontrado.

Por eso, sin importarle nada ni nadie regresó a como pudo a su casa en Génova para tratar de llevarse a Rin nuevamente. Durante todo el camino fue rezando para que ella aún estuviera ahí, y cuando llegó a su casa y encontró un lujoso auto aparcado en la entrada, supo que aún no era tarde.

Temeroso abrió la puerta y encontró ropa de hombre tirada del día anterior, además, al percatarse bien, se dio cuenta de que todos sus portarretratos estaban destrozados.

-Ren. –La llamó con más firmeza y exhaló con un poco de alivio cuando escuchó unos pasos encaminándose hacia él. Pero enseguida abrió los ojos con sorpresa y descontento cuando Sesshomaru salió de su habitación.

Se paró imponente frente a él, sus ojos dorados irradiaban odio y rencor, su semblante pálido era tétrico y obscuro, sus puños estaban cerrados y listos para destrozarle la cara, lo único que lo detenía de abalanzarse hacia él era que Rin lo observaba desde la cama.

-Ren. –Aún así, insistió en llamarla.

Entre lágrimas, Rin se apresuraba a ponerse una bata para alcanzar a su esposo, pero Sesshomaru la detuvo.