Discúlpate. No te disculpes

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Claro que Rin no había cambiado nada, en todos esos años no dejó de ser una chica con una abrumante energía y con ojos tan chispeantes como para iluminar miles de noches. Pero había algo más que no estaba cuando se fue, y algo dentro de su pecho rogó porque fuera gracias a las palabras que una vez le dijo; ahora ella mostraba una plena postura de seguridad, su frente en alto, su mirada firme y la forma en que apretaba sus puños, de algún modo lo retaba a provocarla.

Lo había humillado, pero no se sentía igual que con aquella otra mujer. Ella lo enfrentó limpiamente, cara a cara; había sido lo suficientemente valiente como oponerse a él, sin importarle su posición. El dinero ya no importaba, o si su orgullo había creado en un impulso aquel tentador capricho, ella iba a caer de cualquier forma.







-¿Dónde están? –Kagome preguntó alarmada.

-Cerca de la fuente.

Sesshomaru salió corriendo con Kagome detrás, apartando a todos los estudiantes que se atravesaban en el camino; debía llegar cuanto antes a sacar a su hermano menor del lío en el que estaba, haría pagar a quien sea que se haya atrevido a ponerle una mano encima, ya después golpearía a InuYasha por caer en provocaciones. Pero algo que también lo alteraba de sobremanera era que Rin estaba con él.

Cuando por fin encontró a la multitud que hacía alboroto cerca de la fuente del patio de la escuela, supo que se trataba de su hermano, se abrió paso entre los curiosos estudiantes. De inmediato un ataque de cólera lo inundó al ver cómo Bankotsu estaba sobre su hermano propinándole golpes que InuYasha apenas podía evitar; Bankotsu también estaba golpeado, pero ahora era él quien tenía la ventaja. De inmediato reparó en Rin y notó que ella también había sido golpeada, pues tenía un feo raspón en su frente y su nariz sangraba, además de que estaba empapada, estaba llorando y gritando para que ambos se detuvieran.

-¡Señor InuYasha, deténgase, por favor! ¡Takeuchi, suéltalo! –Rogaba a gritos, con la voz afligida y las manos echas puños. Al verla así, herida, temerosa, Sesshomaru no pudo soportarlo más.

Se abalanzó a Bankotsu, quien se encontraba lo bastante concentrado en InuYasha y ágilmente estampó una patada contra el rostro del moreno, haciendo que este cayera al piso escupiendo una bocanada de sangre. El silencio azotó pesado sobre el ambiente, los alumnos quedaron boquiabiertos creyendo que Sesshomaru tal vez había exagerado en el golpe, InuYasha comenzó a incorporarse.

-Idiota, ¿quién te dijo que necesitaba tu ayuda? –InuYasha le reclamó limpiando la sangre de su labio con la manga del suéter. Pero antes de siquiera poder decir otra cosa, Sesshomaru estampó un golpe en su mejilla, no tan fuerte como para derribarlo, pero sí para hacerlo voltear.

-¿Por qué dejaste que ese inútil te golpeara de ese modo? ¿Por qué permitiste que Rin terminara así? –Reclamó con ira, estaba tan molesto que sus negras pupilas estaban en extremo contraídas dentro de sus iris ambarinas.

-Es por eso que estoy tratando de darle una lección al estúpido de Takeuchi... Él empujó a Rin a la fuente y debía darle su merecido.

Mientras Bankotsu se levantaba con dificultad, Kagome auxiliaba a Rin asegurándose de que ésta estuviera bien. Seshsomaru echó un rápido vistazo a las chicas y luego se centró en Bankotsu. Antes de que el chico se pudiera levantar, Sesshomaru le propinó un puñetazo en la mejilla derecha, haciéndolo tambalear, luego lo tomó agresivamente del cuello del uniforme.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora