Propuesta

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*Este capítulo es un poco más largo de lo usual, así que, por favor, tómense su tiempo y disfruten la lectura* ✨



La tomó entre sus brazos con sumo cuidado. Su semblante se puso rígido en cuanto vio que Rin tenía los ojos cerrados y en sus rosadas mejillas se derretían pequeños copos de hielo. La preocupación lo arribó de a poco; no era posible, ni siquiera había caído tan fuerte.

-Rin, despierta. –Le dijo ansioso. –Rin. –La tomó de su mejilla, la cual aún estaba tibia.

-Señor... Sesshomaru. –Lo nombró débilmente. –¿Es usted?

-Soy yo. –Tragó saliva. –¿Cómo te sientes?

-Quiero... quiero decirle algo, por favor, acérquese. –Le pidió en voz baja.

Sintiéndose culpable por lastimarla, él no tuvo más remedio que obedecer; así que acercó su rostro al de Rin, luchando internamente por no perderse en aquellos tentadores ojos cafés.








Dormir era una tarea complicada para Sesshomaru, no sabía desde cuándo exactamente, pero hacía años que pasar noches en vela para él era normal. Y más ahora cuando esa descabella propuesta de Miroku no paraba de rondar por su mente, la sola idea de pensar en que otra mujer fuera su esposa y no Kagura lo hacía flaquear. Estaba furioso por seguir sintiendo la profunda ausencia de esa mujer, por no poder sacársela de la cabeza.

Para cuando amaneció apenas había dormido un par de horas, las bolsas en sus ojos parecían disminuir en cuanto el albino lavaba su rostro con agua helada.

Salió de su habitación listo para ir al trabajo, vistiendo un traje color gris y sin muchas ganas de llegar a la empresa, sabía que el idiota de Miroku lo fastidiaría con el asunto de desposar a Rin apenas pusiera un pie ahí.

El comedor ya tenía dispuestos tres lugares para que los señores pudieran desayunar, Sesshomaru fue el último en tomar asiento junto a su hermano y su madre.

-Buen día, amo. –Lo saludó atendiéndolo inmediatamente.

-¿Qué estás haciendo? –Inquirió en cuanto vio que Rin se disponía a servir café en su taza. Extrañamente, una fresca brisa pareció rozar sus mejillas, era raro, no había ventanas cerca; por algunos segundos, creyó que podría tratarse del movimiento del castaño cabello de Rin.

Pero esa aromática brisa también trajo consigo un grato recuerdo que lo hizo sentir el impulso de sonreír. Ella de nuevo estaba usando el uniforme de las sirvientas de la casa, con el que se había acostumbrado a verla de niña por esa necedad suya de trabajar, con el uniforme que, aunque fuera del trabajo, la hacía ver bonita y radiante.

-¿Prefiere tomar té? La cocinera Mei me dijo que le gustaba el café negro por las mañanas.

-Hablo de tu ropa. ¿Por qué usas el uniforme de servicio? ¿Por qué estás trabajando? –Preguntó severamente.

-Es como solía hacerlo, trabajo para su familia porque me dan techo y alimento. –Respondió sonriente.

-No debes trabajar aquí, tonta. –Intervino InuYasha. –Tú eres como mi hermanita pequeña, eres de la familia, no es necesario.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora