Vida vacía

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Ahí en la orilla del mar, debajo del recoveco de una ligera quebrada, una lápida pequeña y hasta tétricamente adorable, yacía rodeada de flores amarillas.






Recargado en el marco de la puerta, Hakudoshi miraba a un Sesshomaru inerte en la camilla del hospital del centro de Geoje. Con un esfuerzo sobre humano, logró conseguir ayuda para llevar a Sesshomaru y Rin al hospital y ahora era él quien se encargaba de vigilarlos a ambos, esperando, agurandando... Pero ninguno de ellos despertaba.

Ya habían pasado tres horas, estaba algo cansado, seguía confundido y dentro de sí todo estaba descolocado. Tenía miedo, tenia rabia, tenia de todo en su interior y no conseguía despejase por más que le daba vueltas al asunto.

¿Qué iba a hacer?

¿Se iba así y ya? ¿Cómo podía avisarle a la familia de los Taisho?

Kohaku.

El nombre de su amigo sonaba insistentemente en su cabeza, era la opción más viable que se le ocurria.

Pero hacía tanto que no hablaba con él...

Tenía su número de celular, Kohaku le escribía casi del diario para contarle de cómo le iba, cómo estaba su familia, le contaba cuánto lo extrañaban y lo mucho que había conseguido en su trabajo; aunque Hakudoshi nunca contestaba, Kohaku le escribía casi todos los días.

Si llamaba a Kohaku...

-Rin. –Sesshomaru musitó entre sueños, con un lastimero quejido que hizo que a Hakudoshi se le erizara la piel.

Aún casi muerto insistes en llamarla. Pensó para sí. Tal vez tenemos algo en común.

Suspiró y metió sus manos a los bolsillos de sus pantalones y se encaminó a la otra habitación, en donde Rin parecía un quieto y mancillado loto tendido sobre el agua, postrada en una cama con sábanas blancas, sin atisbos que asomaran su despertar, con el rostro lleno de cortes y la cabeza vendada por la suturación que la ayudó a dejar de sangrar.

Pareces el sol. Recordó algo que le había dicho hacía muchísimo tiempo, en aquellos días en que la estaba conociendo, en su primera cita.

Y era increíble que aún así, con el cuerpo malherido, el rostro pálido y el cansancio tendiéndose sobre ella, podía seguir viéndose como el sol.

Caminó lentamente hacia ella, se sentó en la orilla de la cama y tomó su mano con el miedo de que fuera a desmoronarse cual pistilos.

-Mi amor. –Le susurró con la voz quebradiza. –Mira cómo te han dejado. ¿Qué es lo que has estado haciendo?

Era tan doloroso verla así.

Su mente era un desastre y las emociones dentro de sí se revolvían desatando destellos de confusión. Sin lugar a dudas estaba angustiado, temeroso, aterrado de que a Rin llegase a pasarle algo; también estaba furioso, no era justo, simplemente era ridículamente doloroso que volviera aparecer así de la nada cuando todos los días se obligaba a no pensar más en ella y extrañarla, y por esa misma razón también estaba idílico y encantado por verla de nuevo. Pero también estaba hirviendo de ira al verla así, con la cabeza sangrando por una profunda herida en su frente.

Hacía tanto tiempo, hacía años que la había dejado solo para ya no causarle más dolor, la había dejado porque ella misma juró con su propia voz que al lado de Sesshomaru sería feliz y estaría a salvo... Y se topaba con esto, con que el périto, después de unas horas le informó que el derrape se debió a un exceso de velocidad y la intensa lluvia.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora