Café en Vainilla

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Hola, hola. ¿Cómo están, mis solecitos? 

Antes de que comiencen a leer, les advierto que este cap quedó un poquito largo. Lo siento, jeje. 😅 Así que, por favor, tómense su tiempo para leer. 

Por favor, disfrútenlo mucho. ¡Lxs amo! 💖

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-Gracias. –Atinó a decir. Sabía el sacrificio que su ahora exnovio estaba haciendo por ella, la estaba dejando ir a pesar de amarla. Y ella lo dejaba a él, porque solo así fue posible salvarlo de todo al fin y tal vez así podría seguir ayudándolo en el futuro.

Nunca lo dejaría solo. Pero nadie debía saberlo por ahora.

Con mucho trabajo, los dos se miraron sonriendo, comprendiendo completamente lo que hacían el uno por el otro, no eran necesarias las palabras, la poderosa conexión que tenían incluso en momentos como ese les permitía entender a la perfección que no había ni tenían más que decir. Ambos se dieron un último abrazo, un abrazo de despedida que pretendía deshacerse del lazo que los unía. En ese pequeño instante, Rin aseguró entre las ropas del albino el sobre con el dinero, sabía que no lo aceptaría si ella se lo ofrecía. Él aspiró por última vez el aroma de la mujer que amaba, el aroma que extrañaría cada día a cada segundo, sintió por última vez la preciosa calidez que expedía su cuerpo, la calidez que ya no lo abrigaría en las noches y no lo despertaría por las mañanas.







Cuando arribó en el centro de la ciudad de Osaka se llevó una grata sorpresa, todo parecía haber cambiado, pero curiosamente se sentía igual, incluso el atardecer que rozaba el paisaje con tonos cálidos se sentía como cuando era pequeña. Estaba en casa, en su ciudad, y pronto volvería con su familia, de donde nunca debió apartarse, volvería estar al lado de su abuelo y sus amigos, podría volver a ver al señor Sesshomaru.

Cargada de maletas, con la cara en alto y el corazón a punto de estallar de la emoción, se puso en marcha hacia la mansión Taisho, esperando que ellos tuvieran tantas ganas de verla como ella a ellos. Estaba tan ansiosa que quería llorar, llorar de la alegría y la emoción. Finalmente estaba regresando, había soñado tantos años con ese momento, lo había anhelado del diario desde que se la llevaron. Había momentos en los que el impulso la orillaba a ir corriendo desde la estación hasta la mansión; pero debía ser paciente, porque al fin estaba más cerca que nunca de regresar a donde pertenecía. Ya quería ver la reacción de todos, de su abuelo, de los sirvientes, del señor InuYasha, la señorita Kagome, de la señora Irasue y sobre todo del señor Sesshomaru.

Finalmente tomó un taxi que la dejó en la entrada, a pesar de que la apariencia de las calles había cambiado, pudo deducir cuando el auto iba acercándose a la casa, pues parecía que era el mismo camino el que le producía cosquillas en el pecho y su respiración se agitaba por la emoción.

-Llegamos, niña. –Le anunció el chofer. Rin estaba la feliz que hasta le dio una buena propina al chofer.

Bajó del auto con todas sus bolsas y maletas, tomó una gran bocanada de aire para alentarse a sí misma y se dirigió a la entrada trasera, la entrada de servicio por la que solía salir el personal, por la que salía corriendo a recibir los paquetes y los abastecimientos para la casa, por la entrada que salió hace diez años y nunca volvió a entrar.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora