Su nombre

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-Rin. –La llamó Kohaku. –Tú... ¿estás bien con esto? –Se refería a su horrible matrimonio vacío.

-No. –Respondió con voz clara. –Pero haré que todo lo esté. –Declaró dirigiéndose al centro del salón con su esposo sosteniendo su mano.

Kohaku se quedó perplejo, no entendía cómo su amiga aun después de enterarse de que estaba siendo usada podía tomar la mano de ese sujeto, no comprendía cómo el amor que Rin sentía por él podía incluso permitirle entregarle su dignidad completa.

Pero él no tenía idea.






-Señor, reportaron una posible aparición de Hayashi Rin en una ciudad del este de Corea del Sur. El nombre no coincide, pero presenta ascendencia japonesa, sus edades son las mismas y aparentemente coincide el tipo de sangre. –Informó uno de los agentes de investigación privada.

-Ahora no tengo tiempo para eso. –Espetó inmerso en su computadora, debía revisar el último acuerdo con los proveedores de mobiliario.

-Entonces lo archivaré una vez más, señor. –Ese era su informe número doscientos noventa y siete en los últimos cinco años que había estado trabajando para Sesshomaru, el presidente de la cadena de hoteles Taisho.

-Haz lo quieras, no me importa, solo no me molestes más con ello.

-Bien. –Exclamó cansado. –Hay cientos de personas más que tal vez nos necesitan y están dispuestas a cooperar con nosotros, pero en vista de que ha pospuesto los últimos veinte reportes, supongo que nuestro contrato con usted termina hoy. –Reprochó azotando la carpeta de investigación en su escritorio, sin lograr aun así que Sesshomaru prestara atención. –Con su permiso. –Fulminó saliendo del despacho del peliblanco.

A poco más de cinco años después de la desaparición de Rin no supo cuándo exactamente dejó de buscarla, pero al darse cuenta de ello, el corazón le estalló y su mente se sumió en un punzante dolor, esa chica había sido todo para él durante toda su infancia y su adolescencia, y al caer en cuenta de que de repente se había rendido en encontrarla se sintió miserable.

Pero no tenía tiempo de sentirse miserable, al menos no hoy.

Una vez graduado de la mejor universidad de Tokio con el mejor promedio de su generación, Sesshomaru asumió la presidencia de la compañía que su padre había dejado para su familia. No había durado en el puesto ni un año y ya había alcanzado logros significativos, obteniendo las más prestigiosas certificaciones para todos los hoteles de la cadena y consolidado una estrecha relación con proveedores a largo plazo. Sin duda un verdadero prodigio. Desde que asumió el mando siendo tan joven, el presidente Taisho fue catalogado al principio como un mocoso inmaduro e incompetente por parte de la directiva, alguien que no poseía gracia alguna más que ser heredero del imperio hotelero. Poco después, fue tachado de tirano al ser siempre tan estricto con los empleados de su compañía y tan frío con asuntos que no parecieran dejarle ganancias. Justo ahora, era interpretado como un caprichoso chiquillo que no veía más allá de su dinero y que terminaría por destruir la empresa.

Pero ninguno de ellos lo sabía en realidad.

Sesshomaru estaba consiente de todo lo que se decía de él, sabía que nunca fue del agrado de ninguno de los socios, con trabajo se había ganado el respeto y la fidelidad de sus empleados. Pero no le importaba, podrían pensar de él lo que quisieran. Y si se revolcaba en dinero, ¿qué? ¿Qué tenía de malo? Era lo mismo que hacía todo el nido de víboras que tenía de socios.

Llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora